Lo sucedido con el perro Coco, que llegó al país junto a su tutor procedente de Hungría, pero con la vacuna antirrábica vencida, tomó vuelo a través de los medios y las redes sociales e incluso se llegó a abrir una campaña en la plataforma Change.org para reclamar su liberación.
Franco Gavidia residía en Hungría y decidió regresar a la Argentina llegó junto a su perro, pero cuando las autoridades sanitarias argentinas detectaron que el can tenía vencida la única vacuna que era necesaria para ingresar al país, le impidió su salida del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Ahí lleva tres días y quedará hasta tanto cumpla la cuarentena para confirmar que se encuentra sano y no será un peligro para la salubridad pública.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) definió dejarlo en cuarentena, en un espacio dentro de Aduana, por unos 21 a 30 días tras aplicarle la vacuna contra la rabia. Además, en este tiempo se le realizará el certificado de salud. Mediante un comunicado, el Senasa aseguró que, se detectó a una mascota proveniente de Europa, que “llegó al país sin su certificación sanitaria y sin la protección antirrábica correspondiente”. “El animal en cuestión es un perro de un año y medio, llamado ‘Coco’ que tiene vencida la vacunación correspondiente y que por eso no puede ingresar a la Argentina”, explicó el organismo.
La polémica se desató de inmediato, circuló que una de las medidas que podían tomar las autoridade sanitarias serían sacrificarlo y la otra deportarlo de vuelta a Hungría, donde no hay nadie ya que pueda reclamarlo y hacerse cargo.
El doctor Juan Enrique Romero descartó por completo que las autoridades argentinas hayan evaluado matar al animal. “Nunca se pensó en sacrificarlo”, aunque admitió que una de las posibilidades era “devolverlo a su lugar” pero, tal como se informó, finalmente se acondicionó un lugar en el Aeropuerto de Ezeiza donde Coco podrá pasar su cuarentena.
El especialista expresó su malestar con lo ocurrido, en declaraciones a Infobae, porque en este caso hubo una cadena de responsabilidades y todas fallaron hasta que llegó a Ezeiza y el agente de Senasa “hizo cumplir la ley”. “El gobierno húngaro, la línea aérea y el tutor del perro” son los responsables, dijo, y aclaró que el “país que recibe” al animal, en este caso Argentina, es el que “determina los requisitos” que exige para que un animal ingrese a su territorio.
El procedimiento para ingresar un animal comienza con “el dueño que debe ir a la delegación sanitaria de su lugar de origen a informarse de los requisitos para viajar a la Argentina con un perro”, luego las autoridades del aeropuerto del que partió deben controlar que esto se cumpla y la aerolínea también y, de lo contrario, “no tienen que embarcar al perro”.
La argentina pide “dos requisitos fundamentales para cualquier animal de compañía que ingrese del resto del mundo: la vacuna antirrábica internacional con la certificación internacional del certificado privado o público y un certificado de salud internacional”. Pero el propietario del cachorro “no lo hizo y dijo que se olvidó. Cómo te podés olvidar, es como olvidarse el pasaporte para viajar”, lamentó Romero.
Además, “la línea aérea sabe que esto es un requisito y tiene que certificarlo y en todos los aeropuertos internacionales del mundo hay una delegación sanitaria que tuvo que intervenir”, pero no lo hicieron.
Dado este contexto “fue absolutamente errada la protesta de ‘Liberen a Coco’ porque nadie lo iba a matar, nunca fue la intención de Senasa. El camino era muy claro o se devolvía al lugar de origen o se habilitaba un espacio cuarentenario en Ezeiza y fue lo que se hizo”. Se trata de “prácticamente el único caso ya que no recuerdo otro en mis 40 y pico de años de actividad”.
Coco se encuentra “en un lugar acondicionado especialmente para que esté bajo las normas de sanidad animal”.
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