Hasta hace muy poco tiempo poco se sabía sobre el origen de este concepto tan arraigado en el imaginario popular. Resulta difícil de comprender, desde la lógica conceptual, que un animal gigante como el elefante pueda sentir temor hacia un ser tan pequeño como un ratón. Lo cierto es que tan arraigada está la creencia que se ha llegado hasta incluso a caricaturizarla.
Remontándonos en el tiempo vemos que el mito del elefante asustándose de un ratón es muy antiguo. Las citas de episodios entre elefantes y ratones llegan a Plinio el Viejo quien, al parecer, comenzó a escribir sobre este mito en año 77 D.C.
Los antiguos griegos contaban y tal vez imaginaban, a modo anecdótico, que los ratones se trepaban por la trompa de los elefantes metiéndose dentro de su nariz, provocándoles incomodidad y malestar notorio. Los investigadores afirman la inconsistencia y lo verdaderamente absurdo de esta aseveración ya que fácilmente los elefantes al resoplar, casi instintivamente, por la incomodidad nasal expulsarían a los ratones rápidamente de su trompa.
También han existido experimentos que demuestran la falacia del supuesto miedo de los elefantes hacia los ratones y lo terminan calificando como una especie de broma o una teoría absolutamente infundada. Colocando ratones en la trompa de un grupo de elefantes, los animales demostraron curiosidad, en lugar de miedo, ya que los olfateaban con interés. Cuando colocaron a los ratones en frente de ellos en el suelo, los paquidermos quisieron aplastarlos, sin dudarlo.
Probablemente, la respuesta radique en la mala visión de los elefantes, cuando los tienen a tiro de la vista son una amenaza borrosa. El mito del elefante asustado por un ratón puede provenir del hecho de que estos animales tienen excelente olfato, pero carecen de buena vista, por lo que el encuentro repentino con un ratón corriendo podría provocarle sobresalto, por la sorpresa, sensación muy alejada del miedo como tal.
En el medio natural, cualquier cosa que corra por delante puede ser considerada por los elefantes como una amenaza, no importa el tamaño. Puede tratarse de un perro, de un gato, o de cualquier animal que a partir de su velocidad y aparición sorpresiva entre en la categoría de probable amenaza a la seguridad del paquidermo. Prevención no significa miedo.
Sin embargo, existe un animal aún más pequeño que los ratones por el que sí los elefantes pueden sentir un verdadero temor muy justificado. Se trata de las abejas, incapaces de perforar la tremenda piel de los elefantes con sus picaduras, pero causantes de daño funcional severo si atacan partes muy sensibles como los ojos o la boca.
Una picadura en esos lugares significa un serio daño al animal por las inflamaciones que puedan padecer y sus consecuencias vitales nocivas. En estos casos la memoria de episodios anteriores fortuitos e indeseables puede actuar desencadenando situaciones de pánico.
Bonus track: ¿por qué los elefantes tienen las orejas tan grandes?
El elefante es un mamífero herbívoro gigante único en su aspecto por su larga trompa, prolongación nasal de múltiples e inimaginables funciones. Un ejemplar adulto puede alcanzar los cuatro metros de largo y las seis toneladas de peso. Hay dos especies de elefantes: el africano y el asiático. No son parientes, aunque los ambientes en los que viven se parecen por lo que sus formas son semejantes cumpliendo con la premisa apuntada.
Si hay algo que realmente llama la atención de los elefantes, en especial de los africanos, son sus orejas, hasta tal punto de que es el animal con las orejas más grandes que existe en el planeta Tierra, ya que miden unos 180 centímetros de largo por 110 centímetros de ancho. En tanto las del elefante asiático son mucho más pequeñas: 60 centímetros de largo por 30 centímetros de ancho.
Los elefantes son animales de sangre caliente. Deben mantener su temperatura corporal constante para garantizar el buen funcionamiento de sus procesos metabólicos. No sudan y, además, al ser tan grandes, su metabolismo trabaja mucho y produce una gran cantidad de calor. Es por ello que utilizan las orejas para refrescarse y regular su temperatura corporal.
La sangre caliente en las arterias se enfría gracias a la existencia de una red sanguínea en la superficie de las orejas que actúa como un verdadero radiador de calor hacia el exterior. De esa forma la sangre pasa a través de los capilares y regresa al cuerpo más fría, sosteniendo una constante térmica. Pero eso no es todo, ya que también son un factor de expresión emocional: en cuanto perciben algún peligro, abre las orejas a todo lo ancho.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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