En los últimos tiempos mucho se habla de la deconstrucción de conductas y lenguajes con relación al vínculo entre géneros y al posicionamiento de conductas que otrora fueran comunes y hoy en día no son bien vistas.
Muchas acciones se han modificado con relación a este tema en el devenir social actual. Nuestra relación con los animales, sobre todo con los de compañía o afecto, no escapa a estas modificaciones necesarias a la hora de poder resumir vínculos y procederes actuales.
De esa forma y en ese sentido, la palabra mascota debería ser desterrada de nuestro lenguaje habitual ya que su significado estricto es el de talismán, cosa o elemento que da suerte y cualquiera que se relacione con un animal de compañía, ya sea perro o gato, sabe fehacientemente que un animal nos da mucho más que suerte, nos da amor recíproco, contención, afecto, compañía pero la suerte, más allá de cualquier superstición, resulta muy insignificante con relación a todo lo que conlleva nuestra relación mutua.
Otra de las palabras que tendríamos que modificar en nuestro lenguaje cotidiano es dueño, ya que se es dueño de una cosa y no de un ser vivo, una persona no humana, sensible, sintiente y sufriente, un verdadero sujeto de derecho del que somos simplemente tutores ante su incapacidad legal.
Somos los tutores legales de los animales de nuestro entorno afectivo y sus compañeros de ruta en la convivencia con ellos.
En base a todas estas consideraciones la palabra tenencia, también debería ser reemplazada por la de tutoría o tutelaje, ya que se tienen las cosas pero se tutelan los seres vivos.
Más allá de las dificultades legales frente a los cambios de nombres y nomenclaturas a entidades y programas la tendencia debe reflejar este cambio de actitud al que nos ha impulsado la evolución de paradigmas en los últimos tiempos.
A la hora de llevar a la práctica, nuestra actitud responsable hacia los animales que comparten nuestra vida cotidiana la debemos materializar en actitudes y conductas para facilitar su bienestar y el equilibrio de la relación.
Un tutor responsable debe brindar una alimentación balanceada de acuerdo a su especie, raza, talla y etapa de vida y los cuidados veterinarios preventivos y correctivos a los animales de su vínculo durante toda su vida.
Asimismo, debemos brindar la educación a través del adiestramiento que posibilite establecer límites y reglas, logrando una correcta vinculación con humanos y con otros animales.
Es también nuestra responsabilidad llevar a cabo juegos y paseos, sacándolos a pasear con collar, correa y bolsa, evitando el vagabundeo y el fecalismo vial.
Por último, la castración temprana de machos y hembras, es una obligación social y ética que evita enfermedades y la procreación indeseada, los flagelos silenciosos que surgen de una inadecuada relación con nuestros animales de compañía.
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