Las víctimas fatales por ataques de perros han aumentado en los últimos años, por eso es importante conocer algunas pautas que se deben tener en cuenta con relación a ellos y nuestro vínculo.
Este sería una propuesta de puntos de atención a la hora de vincularnos con los perros.
Decálogo para evitar la agresión por parte de los perros:
1. Saber elegir el perro adecuado para cada circunstancia personal y familiar.
2. Tratar de buscar refugios o criaderos donde se tenga en cuenta la adecuada socialización de los cachorros, adoptándolos a partir de las ocho semanas de edad.
3. Nunca castigar físicamente a un perro, mucho menos a los cachorros entre las tres y dieciséis semanas de edad, ya que las consecuencias serán para toda la vida. Debemos corregirlos sólo con la voz.
4. No dejar nunca solos a chicos con perros, siempre debe haber adultos presentes.
5. No jugar con perros a juegos basados en mordidas y gruñidos, sobre todo si hay chicos involucrados, ni permitir que muerdan las manos durante el juego.
6. Saber leer el lenguaje corporal de los perros para evitar accidentes.
7. Evitarle situaciones estresantes al perro que puedan despertar su agresividad.
8. El miedo, un exceso de ruido, sobre todo en el caso de un perro tímido, pueden desatar temores y provocar conductas combativas.
9. Darle caricias y premios cuando hace las cosas que nosotros deseamos ayuda a subordinar y entrenar a los perros.
10. Frente a un episodio agresivo es fundamental consultar al especialista que es quien sabrá evaluar la situación tomando las medidas adecuadas para remediarlo.
Una de las circunstancias más comunes es encontrarse en la calle frente a un perro desconocido. En ese caso, lo primero que hay que hacer es tratar de no ponerse nervioso y pensar que para el perro también es un encuentro que está tratando de evaluar y que según sea nuestra actitud será la respuesta.
Los perros leen nuestro cuerpo y actúan en consecuencia. Sin cambiar el ritmo de marcha y sin mirarlo fijamente tratemos de evitarlo cruzando de vereda para no interferir directamente en su camino. Esto no debe hacerse en forma ostensible si no disimuladamente y sobre todo sin mirarlo fijamente y sin cambiar el ritmo de marcha para no llamar su atención.
Si fuera imposible evitarlo por razones de la topografía del lugar o de la sorpresa, debemos quedarnos quietos tan quietos como una estatua y colocarnos contra una pared sin mirarlo fijamente a los ojos. La mirada fija directa a los ojos es una provocación, una invitación a la contienda o por lo menos un desafío y todo eso es lo que queremos evitar.
No debemos gritar ni gesticular. De hecho, si estamos quietos, inmóviles, no somos una amenaza el perro nos ignorará o en el peor de los casos marcará su territorio transformando a nuestras piernas en un hito parte de su marcaje urinario. Si gritamos, gesticulamos o avanzamos haciendo escándalo nos exponemos a que nos agreda con consecuencias no previsibles.
Si corremos lo más probable es que despertemos su instinto de presa marcado a fuego en su cerebro primitivo y que la reacción sea corrernos para “cazarnos”.
Resumiendo, lo que hay que hacer frente a un perro desconocido es; primero, tratar de evitarlo sin variar el ritmo de la marcha y disimuladamente; luego si es imposible evitarlo, no correr ni mirarlo a los ojos, tampoco gritar o gesticular; por último, ponernos contra una pared y quedarnos quietos como un árbol o una estatua hasta que nuestro desconocido se aburra y siga su camino.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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