La idealización del momento de la llegada a casa de un nuevo perro o gato es un fenómeno más frecuente de lo que creemos.
Seguramente que se trata de un momento feliz, pensado (o por lo menos debería serlo), pero quizás lo coronemos imaginariamente con que el animal debe ser bonito, casi perfecto, según las normas de una sociedad, las más de las veces, basada en la hipocresía conceptual.
Como primera medida, la recomendación es adoptar, si podemos evitar comprar.
Estas las razones.
La primera y principal es que la adopción saca de una situación anormal y sufriente a un animal, ya sea la calle o el refugio.
La segunda es porque, con la compra, visibilizamos una contradicción como es la de cosificar a los seres vivos, transformándolos en mercadería.
No obstante, lo compres o no, siempre se trata de una adopción real para toda la vida del animal y de un compromiso serio, responsable y duradero.
Pero, en ese contexto de adopción y búsqueda, muchos animales pasan injustamente toda una vida sin que nadie pregunte por ellos ya sea por su raza, por su edad, por alguna discapacidad o incluso por el color de su pelaje.
Injustamente y sin fundamento muchas veces se califica la peligrosidad de un animal a partir de su raza. Sabemos que esto es falso e injusto, aunque muchas ordenanzas, basadas en vaya a saber qué expertos de pacotilla, condenan a estos animales al precoz abandono y a la improbable adopción.
La peligrosidad potencial de un perro no está dada por su raza, sino por su porte, potencia de mordida y, mucho más, por su inadecuada sociabilización y educación.
Siguiendo con los prejuicios, los animales que sufren algún tipo de discapacidad: ciegos, sordos, con algunos problemas de movilidad serán seguro menos adoptados que otros.
Esto es cierto con la salvedad de algunas personas que por compasión tienden a protegerlos adoptándolos.
Sin duda los animales con discapacidad requerirán una mayor atención y esfuerzo, pero lo cierto, es que existen diferentes grados de discapacidad que a priori no habilitan el prejuicio de descartar el vínculo por ello.
La edad del animal al momento de la adopción a veces limita la elección por varios motivos: el tiempo más limitado que pasará con nosotros y su mayor probabilidad de enfermarse .
Como contrapartida un animal adulto ya esta educado y se acopla mucho mejor a las costumbres y los ritmos de la casa.
Algunas veces, hasta los colores son la limitante al momento de determinar una adopción. Por ejemplo, muchas personas se resisten a adoptar gatos negros ya sea por superstición o por mala información.
Por otra parte, es común que los perros de colores oscuros tarden más en adoptarse que los de colores claros.
Fuere por la razón que fuere la reticencia basada en estos fundamentos carece de sentido y adoptar debe ser la premisa que nos guíe ya que salva dos vidas, la que adoptamos y la que cubre el lugar que deja en un refugio tratando de encontrar un nuevo destino de amor y contención.
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