Las razones por las que un perro cava son variadas y diversas, van desde escabullirse debajo de un cerco hasta crear una cómoda cama climatizada en la cual puedan acurrucarse y dormir.
Otros lo hacen simplemente porque les divierte mucho. Disfrutan de la emoción que surge de tirar nubes de tierra al aire, como una especie de deporte o pasatiempo.
El instinto impulsa a los perros a cavar no solo para tener un lugar cálido y cómodo para descansar, sino también para lograr un lugar seguro para criar a sus cachorros, para atrapar a las presas dentro de madrigueras y para enterrar restos de comida.
Si a esto le sumamos la presión de selección del ser humano para elegir en un programa de crianza animales hábiles en extremo para esta actividad, veremos que los Terriers, por ejemplo, fueron criados para controlar alimañas y víboras, y los Dachshund (salchichas) perseguían tejones en sus madrigueras. Todos ellos fueron seleccionados para aumentar su disposición a cavar.
Durante cientos de años, los criadores de estas razas eligieron para criar a aquellos perros que tenían el mayor entusiasmo en hacer pozos. Eso no se puede eliminar de un día para el otro. Los perros actuales ya no tienen una verdadera necesidad de cavar, pero sin embargo en muchos casos conservan esa característica innata.
Algunos perros comienzan a cavar después de observar cómo lo hace otro perro, o al ver cómo lo hacen sus tutores en el jardín. Otros no necesitan más que una tarde de aburrimiento y el deseo de hacer algo nuevo. Para ese momento, ya se han hecho adictos y no abandonarán el hábito fácilmente.
Para evitar que los perros caven es necesario comprender porque lo hacen. Los hoyos al lado de un cerco significan que están cavando para escaparse, agudizada esta conducta en aquellos que no hayan sido castrados, que naturalmente tienen razones más urgentes para salir.
Cuando los pozos son poco profundos y salpicados por todo el jardín indican que el perro intenta buscar un lugar cómodo, ya que estas excavaciones son frescas en verano y más cálidas en invierno. Si les brindamos una cama agradable en un lugar protegido, esto casi siempre detendrá la conducta indeseable.
En algunos casos específicos el estímulo aversivo, desagradable, puede actuar desestimando la conducta. Para ello podemos armarle una pequeña “trampa” haciendo hoyos llenándolos con piedras generosamente espolvoreadas con pimienta roja molida o con globos turgentes con algo de harina por dentro. Se puede desalentar el excavado por la desagradable sorpresa de la explosión con la nube de harina o el olor a pimienta roja que les desagrada tanto como cavar entre piedras.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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