Laika es recordada por muchos por ser el primer ser vivo en ser enviado al espacio, el 3 de noviembre de 1957. Laika fue la única tripulante del segundo satélite artificial de la historia, el Sputnik II.
Hacia fines de la década del 50 la carrera espacial, la conquista del espacio, si bien aún no estaba en su apogeo, ocupaba una parte importante de los temas de la actualidad y el deseo de las naciones de mostrar su supremacía en cuanto al avance científico espacial. Hacía relativamente poco tiempo que se había vencido la velocidad del sonido, y el mundo entraba en la era de los satélites.
Laika -nombre derivado del verbo ‘ladrar’ en ruso- fue escogida entre cinco o seis candidatas por su carácter despierto, dócil y una mirada ligeramente curiosa. Para acostumbrarla al vuelo espacial, que se llevaría a cabo en una cápsula presurizada de 80 centímetros de largo, fue colocada en jaulas cada vez más pequeñas. Luego la colocaron en una centrifugadora que simulaba la aceleración del cohete en el momento del despegue y la sometieron a ruidos que imitaban el interior de una nave espacial.
Para encontrarla, los soviéticos iniciaron una búsqueda de perros callejeros, y a Laika la encontraron vagando por Moscú, porque asumían que esos animales habían aprendido a soportar las condiciones extremas de frío y hambre a las que podían estar sometidos en el espacio. Laika pesaba cinco kilos, tenía cerca de tres años y un nombre previo, “Kudryavka”, que significaba “Rulitos”.
Así, el 3 de noviembre de 1957, los niños y los grandes del mundo recibieron un difícil mensaje, que tal vez entendieron muy claramente, se había lanzado el Sputnik II con una única tripulante, una perrita mestiza, símbolo de los mártires inocentes, que se llamaba Laika. La perra moriría en el espacio.
Las protestas se hicieron escuchar desde todo el mundo a punto tal que un monumento de homenaje a esa perra mestiza la recuerda en Moscú. El nombre de Laika (ladradora en ruso) se hizo más que popular entre los usados para los perros de la época.
La mayoría de los perros de ese tiempo se llamaron como ella en un sentido y callado homenaje canino. Laika, se transformó en un mito, ya que nunca volvió a la Tierra y murió en el espacio a poco del lanzamiento.
Pese a que las autoridades rusas dijeron que había sobrevivido seis días en órbita y había sido sometida a una eutanasia antes de que se quedara sin oxígeno, lo que ocurrió realmente es que la pequeña astronauta murió al cabo de unas horas del despegue por exceso de calor y deshidratación. Esto sucedió porque la nave en la que viajaba superó los 40ºC por falta de una protección suficiente contra la radiación solar.
El Sputnik II se desintegró en la atmósfera el 14 de abril de 1958 sobre las islas Antillas, aunque su única pasajera murió cinco meses antes.
Los niños del mundo miraban al cielo preguntándose si ese puntito blanco que cerca del mediodía se veía sobre la Argentina, ese puntito que avanzaba sobre la inmensidad del cielo, no era quizás una lágrima que el cielo condensaba al perder a Laika, una vida animal, una más, en aras del bienestar o de la locura del ser humano.
A la perra le hicieron homenajes y monumentos, muchos países editaron estampillas alusivas, pero ninguno, nadie, nunca se animó a escuchar el llanto de los chicos y grandes del mundo, mezclándose con el ladrido apagado de Laika, en el espacio exterior.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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