Ya nadie duda que la bipedestación, la condición de caminar erguido en dos patas, ha permitido al ser humano ser hoy quien es a través de una mejor alimentación liberando sus manos y como consecuencia, habilitando un marcado crecimiento cerebral.
Se han planteado diferentes teorías intentando explicar cómo fue que la cola de los humanos y del resto de los homínidos desapareció dando paso al coxis, el resabio óseo de nuestro rabo inicial, pero los últimos estudios sugieren que ocurrió de forma sorpresiva e inesperada.
Al examinar entre distintas especies del reino animal que poseen una cola se descubrió que es necesario un grupo de 31 genes para la formación de sus rabos durante el desarrollo embrionario. Esta característica inexistente en los homínidos y simios sigue presente en los primates con cola.
La presencia de la cola, a veces prensil permite una mejor locomoción en el medio arborícola actuando como agarre y equilibrando su peso en los árboles. Además, muchas especies de monos de Centroamérica, pueden incluso sujetarse o agarrar objetos con ella.
Hace unos 25 millones de años, la cola de los homínidos desapareció debido a una extraña mutación en los genes responsables de su presencia y esto se convirtió en la norma en esas especies.
Una reciente investigación descubrió que tanto los simios modernos (monos sin cola) como los humanos poseen una mutación en un gen que recibe el nombre de TBXT, a diferencia de los monos con cola, quienes se encuentran libres de ese cambio y poseen rabos largos y útiles.
La investigación plantea como hipótesis que esta mutación apareció aleatoriamente en los homínidos hace unos 20 millones de años y como no resultó perjudicial para la supervivencia, al cabo de cientos de generaciones se convirtió en lo normal entre ellos.
Si bien las mutaciones son habituales y comunes en cualquier ser vivo, para que una de ellas prospere a través del tiempo debe proveer ventajas evolutivas, situaciones de mejoría, a los individuos que la poseen.
Tal vez a primera vista la ausencia de cola pudo haber traído desventajas como la pérdida de equilibrio en el salto, un incremento de las malformaciones en la columna vertebral o la disminución en la capacidad de agarre en los árboles, se trata de una herencia genética exitosa que perdura hasta nuestros días, de la que el coxis es el único vestigio.
Resta averiguar y comprobar lo que intuimos, o sea, cuáles fueron las ventajas que provocó la mutación en ese gen y su relación con uno de los rasgos distintivos de los homínidos respecto a otros primates: la capacidad de caminar permanentemente erguidos en dos patas.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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