Los gatos son muy especiales y muchas veces al no comprender claramente sus reclamos los tildamos de caprichosos o de soberbios y muchas veces de vanidosos atribuyéndoles capacidades humanas muy alejadas de sus excelentes y propias condiciones felinas.
Los gatos tienen un comportamiento único y es cierto, muchas veces, misterioso. Por cierto, tienen una gran cantidad de manías que forman parte de su carácter habitual. Algunas veces huyen y se muestran ariscos y otras, en cambio, nos persiguen por todas las partes de la casa, buscando muestras de afecto.
Cuando se muestran cariñosos, los tutores sentimos la necesidad de abrazarlos, un gesto que no siempre es el más recomendable para ganar su confianza. Muchas veces, se muestran asustadizos, debido a la gran sensibilidad auditiva que tienen por la que sienten miedo ante ruidos tan cotidianos como una aspiradora o un horno microondas.
Es habitual verlos moviendo las patas como si amasaran, esto lo hacen para expresar que están cómodos y seguros, por que ejecutan los mismos movimientos que hacían en la etapa más feliz de su vida: la lactancia. “Estoy feliz: me muevo como cuando entonces también lo era”, parece dictarle la memoria emocional.
Otra parte importante de su lenguaje corporal es la cola, que expresa diferentes sentimientos según su posición y movimiento. Los gatos suelen frotar su cabeza contra las piernas o los pantalones de los seres humanos para dejar su olor marcando de esa forma, su presencia y su territorio.
Más de una vez hemos visto a nuestro gato delante de una ventana haciendo un ruido extraño con los dientes. Este movimiento innato es la práctica de su mordisco. Es que el gato es un cazador perfecto y de tiempo completo y aún en los más mimosos y caseros su vida está condicionada por esa condición.
Aman los cementerios porque de noche, cuando salen a gatear, allí nadie los molesta. No pueden percibir los sabores dulces en su lengua, aborrecen el chocolate que los puede matar por su toxicidad, odian el limón y el vinagre y se divierten rascando el sofá y otros muebles de la casa para decirnos: “Aquí estoy yo”.
Son capaces de saber en qué habitación estás sin verte y tienen una especie de sexto sentido, que según las más antiguas y rancias leyendas pueden permitirles percibir la cercanía de la muerte de otros seres.
Sea como sea, los gatos son animales de lo más impredecibles y sorprendentes, tanto que muchas veces, nos piden que les abramos la puerta que está cerrada o medio cerrada pero antes de cruzar el umbral suelen levantar su cabeza maullando, como pidiendo lo contrario.
El motivo por el que nuestros gatos hacen esto no se debe a que sean animales indecisos, ni tampoco porque quieran molestarnos. La razón está en su instinto, ese comportamiento innato que determina su preciso ser gatuno.
No es que quiera salir o entrar, lo que ocurre es que no soporta ver una puerta cerrada y por lo tanto insistirá en abrirla. El motivo es que al ser animales protectores y territoriales tienen que prevenir los imprevistos y las amenazas que las más de las veces se conjugan con la huida.
Esta estrategia innata de la huida frente a los problemas obliga a tener todas las habitaciones de la casa controladas, y para ello es imprescindible tener libre acceso a ellas.
Para evitar mantener siempre todas las puertas abiertas, es una buena idea colocar una puerta gatera batiente, de instalación sencilla y de no muy alto costo, ya que, de esta forma, el gato podrá ir de un lugar a otro sin problemas y sin molestias para sus tutores.
El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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