En muchas ocasiones, la llamada reactividad, que se trata de la intensidad y forma de reaccionar de un perro a determinada situación, y todas las consecuencias que implica, tiene su origen en una mala socialización del animal o en un sentimiento de frustración originado por algún obstáculo para obtener lo que desea o necesita.
Habitualmente se ha relacionado la reactividad en los perros con problemas de comportamiento vinculado con agresividad, miedo o frustración.
Lo primero que conviene aclarar es que la reactividad no está asociada a emociones específicas sino a la forma en la que se gestionan dichas emociones.
Un perro reactivo es aquel que responde de una manera desordenada, exagerada en intensidad y duración ante un estímulo determinado, ya sea que este estímulo despierte una emoción positiva (cómo la alegría) o una negativa (como el miedo y consecuentemente la agresión).
Se define a un perro como reactivo cuando muestra incapacidad equilibrada de autogestionarse adecuadamente ante situaciones que le generan miedo o desconfianza y ante ello, ladra, gruñe, se abalanza o intenta agredir.
Ese mismo perro puede manifestar respuestas exageradas y sin control en otros contextos, aun en situaciones amigables. Ante una emoción positiva el perro puede responder siendo incapaz de atender órdenes sencillas y con una conducta desbordante en intensidad y desordenada en forma.
Se repite, en ambas circunstancias, el mismo patrón con estímulos distintos y resultados semejantes: la inadecuada e incorrecta gestión que realiza el perro del proceso. A eso lo calificamos como comportamiento reactivo.
Las causas de la reactividad son muy variadas entre ellas: la frustración, el miedo y el comportamiento aprendido.
Para disminuir la reactividad, y por ende modificar la conducta, es conveniente enseñar al perro algunas pautas de reorientación como por ejemplo entrenarlo a una distancia alejada de los estímulos, avanzando lenta y progresivamente hacia la persona, el perro u el objeto que lo hace reaccionar.
Cuando el perro esté cerca de un estímulo específico y no reaccione, hay que utilizar recompensas y felicitaciones para reforzar los comportamientos tranquilos.
Nunca castigarlo ya que, si el motivo de la reactividad es el miedo, el castigo hará que el perro se vuelva más temeroso, y esto podría llevar a la agresión.
En suma, utilizar como castigo el no premio y nunca la violencia que debe ser desterrada de cualquier método de aprendizaje animal.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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