Hace ya muchos años sucedió un evento que me marcó de una vez y para siempre. Era un sábado por la mañana y estaba ocupándome de ordenar esos papeles y esos cajones de la oficina para los que nunca tenemos tiempo en la semana.
Me encontraba en plena tarea cuando, de pronto, suena el teléfono, lo que me extrañó al no ser horario habitual de atención de la fundación ambientalista y animalista que presidía por aquel entonces.
Me llamaba una exalumna, ya médica veterinaria radicada en Santa Isabel, un pueblo del extremo oeste pampeano. Con la voz cargada de angustia, me relató que un gitano había llegado al pueblo con un oso pardo en un carromato y que esa noche iba a desarrollarse un “espectáculo” en un club donde las personas desafiarían al oso en una pelea frontal, con apuestas por dinero.
Demás está decir que el oso Fidel, así se llamaba este animal, era obligado a participar de estos espectáculos desde hacía un tiempo. Movilizamos a jueces y juzgados en una batalla telefónica fuera del horario de atención en los juzgados, con el fin de poner preso al gitano y quitarle el oso para que tuviese un mejor destino. Pudimos radicar la denuncia, ya no solo por maltrato (cuya pena sería leve y excarcelable) si no por contrabando a través de una argucia legal que permitiría cumplir mejor con los objetivos planteados.
El razonamiento fue el siguiente: los osos pardos no son autóctonos de nuestro país o sea que o son importados o han nacido en algún zoológico o reserva de la Argentina. Por lo tanto, si no se presenta documentación de importación sería necesario presentar un certificado de nacimiento, algo así como un certificado de origen.
Si no hay certificado de origen se considera contrabando y se tiene entonces el derecho de “secuestrar” al oso y mandar a la cárcel al gitano. Así se hizo, el gitano quedó preso y desde Santa Isabel el oso viajó al entonces existente Zoológico de Rosario donde fue recibido con amor y contención.
Fidel murió mucho tiempo después en ese mejor destino. Quedaba la intriga de dónde había surgido ese oso. ¿Dónde había nacido Fidel?
Mucho tiempo después una nota de un viejo noticiero de un canal capitalino develó la incógnita sin proponérselo. Fidel había nacido en el zoo de La Plata y tenía una hermana de la misma camada que se llamaba Ernestina. Los nombres se los había puesto el médico veterinario que atendió el parto en una clara alusión a sus preferencias políticas. Ernestina por el Che y Fidel por Castro. Así lo afirmaba el propio profesional en la nota televisiva.
El gitano confesó que le había comprado el oso a un tal Cutini, un muy popular dueño de un zoo abierto de los años 80. Quedaba la duda de cómo el tal Cutini se había agenciado de un oso que no podía ser vendido.
La respuesta era muy clara y obvia: tráfico ilegal de fauna. Lo había comprado en el Zoo de La Plata, cometiendo ambos, comprador y vendedor un flagrante delito.
La historia del Oso de Moris, aunque sea en parte, se había hecho realidad y a mí me había tocado, sin haberlo buscado, ser uno de sus protagonistas.
El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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