Los primeros antepasados del caballo fueron los Eohippus (nombre que significa “caballo del amanecer” en griego), un pequeño herbívoro que vivía en América del Norte hace unos 55 millones de años y que posteriormente se extendió hacia Europa.
Medía no más de 30 centímetros de alzada y su forma, con cuatro dedos en las extremidades anteriores y tres en las posteriores, lo hacían muy parecido a un perro actual.
Este grupo evolucionó dando lugar a distintas especies, que seguían conservando mínimamente tres dedos en cada pata con ciertas modificaciones y que fueron mejorando, al mismo tiempo, la eficacia de la dentadura.
Con la evolución y la especialización para correr, planteada como la mejor manera de evitar a los predadores, desaparecieron los dedos laterales y las mandíbulas continuaron su desarrollo, hace entre dos y ocho millones de años.
Finalmente, hace dos millones de años, surge la especie Equus (término del que procede la palabra equino); que supondría la primera aparición del caballo con su apariencia y características actuales, un solo dedo en cada miembro ampliamente desarrollado y especializado para la carrera, un aparato digestivo con una gran cámara de fermentación que facilita la digestión vegetal y una potente capacidad masticatoria.
La especie se desplaza de América del Norte hacia Eurasia. Es en Asia donde se desarrollaron los padres genéticos del caballo de la actualidad. De aquellos salvajes de la antigüedad quedaron dos especies sobrevivientes: el Przewalski y el Tarpan. Mientras que el Tarpan desapareció definitivamente a lo largo del siglo XIX; el Przewalski casi se extinguió, pero en 1960 se favoreció su repoblación en Mongolia.
La domesticación se produjo inicialmente en la zona occidental de Eurasia hace unos 5500 años. Numerosas civilizaciones han usado la fuerza, la nobleza y la velocidad del caballo y gracias a sus habilidades y su porte, el ser humano consiguió desplazarse grandes distancias, asegurarse protección.
El caballo se convirtió en un símbolo de poder. La domesticación del caballo representa, sin lugar a dudas, uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la humanidad.
En la época moderna, la sociedad entera dependía de la capacidad de trabajo de los caballos que utilizaba. El uso de los trenes, los tractores, los camiones y los automóviles, lo desplazó de las comunicaciones y en el campo.
En la actualidad se mantiene su uso en seguridad, en algunas tareas del campo y en deportes de monta. También persisten algunas aberraciones vinculadas con la participación del caballo, sobre todo en el ámbito rural.
Quizás la más criticable de todas sea la llamada jineteada, que tratando de esconderse detrás del disfraz de la tradición y nuestros orígenes despliega un terrible repertorio de maltrato y violencia que trasciende el proteccionismo animal para naturalizar la violencia como espectáculo a través del castigo corporal para dominar.
¿Quién puede decir que compartir con la familia naturalizando estos hechos no contribuya a nuestra estadística de violencia familiar hacia los más débiles?
Difundir estos eventos por los medios masivos es apología del delito y más aún si esos medios son públicos pertenecientes al mismo país que lucha contra el flagelo de la violencia y la muerte de las mujeres, los niños y los ancianos: la violencia hacia el más débil para dominarlo o someterlo.
Aunque parezca exagerado estamos hablando de lo mismo y de algo que sería una especial colaboración hacia el cambio actitudinal de la población que es lo que importa a la hora de la solución del problema.
Es esta una buena oportunidad para reivindicar a este gran amigo del hombre en esta época de gran reconocimiento de derechos humanos y animales. Solo nos queda agradecerles todo lo que han hecho por nosotros a lo largo de la historia; y asegurar que no vuelvan a suceder las atrocidades que con él se acometen gracias a sus habilidades.
En conclusión, pocos animales reúnen su docilidad, comportamiento y atlética figura. Y a pocos le debemos tanto como a esta fantástica especie. Sepamos agradecérselo obviando la violencia sobre ellos.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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