La voracidad de las ballenas es tres veces mayor de lo que se creía, según un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature, que pone de manifiesto el papel esencial de estos animales, diezmados por la caza, en los ecosistemas marinos.
Las ballenas jorobadas, las azules --el animal vivo más grande del planeta-- y otras especies filtran el agua del mar a través de sus barbas para alimentarse de kril y pequeñas presas.
Los autores del estudio siguieron a 321 ballenas para conocer sus hábitos de alimentación y descubrieron que una sola ballena azul come unas 16 toneladas de kril al día, aunque no se alimentan todos los días.
“Se trata de un animal del tamaño de un avión, que absorbe el volumen de una piscina en pocos segundos”, subraya el autor del estudio, Matthew Savoca.
“Imagínese correr tres maratones y comer todo lo posible y hacerlo durante la mayor parte del verano”, la temporada de alimentación de las ballenas, dijo a la AFP. “Es una verdadera locura”.
Basándose en las estimaciones diarias de siete especies en torno a la Antártida, el estudio calcula que las poblaciones de ballenas consumían hasta 430 millones de toneladas de kril al año antes de que fueran diezmadas por la caza, el doble de la cantidad de kril que existe en la actualidad.
El kril es especialmente rico en hierro. Una vez digerido por las ballenas y liberado en forma de excrementos, proporciona un nutriente esencial para el resto del ecosistema, en particular el fitoplancton.
Este plancton vegetal alimenta muchos organismos de los océanos, proporciona una parte importante del oxígeno que respiramos y almacena carbono.
“Los nutrientes que necesita el fitoplancton están presentes en el kril, y los intestinos de las ballenas permiten liberar el hierro”, describe Matthew Savoca, investigador de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.
Este fenómeno podría explicar el descenso de las poblaciones de kril, que no prosperaron cuando las poblaciones de ballenas son diezmadas.
En el siglo XX se cazaron alrededor de 1,5 millones de ballenas en el océano Austral.
“En el caso de las ballenas azules, se trata de más del 99% de su población”, afirma Matthew Savoca.
El restablecimiento de estas poblaciones --ahora amenazadas por el cambio climático, las colisiones con barcos, las redes de pesca y la caza que aún practican algunos países-- permitiría poner en marcha un círculo virtuoso para todo el ecosistema marino.
"No solo habría más kril, sino también más peces y un ecosistema más sano", dice el investigador.
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