A la hora de entender la noticia de una sangrienta y terrible cacería de jabalíes desde un helicóptero en Henderson, provincia de Buenos Aires, es necesario hacer un poco de historia retrospectiva para entender que estos episodios siempre se relacionan con el poder omnímodo y su costado más perverso.
Todo comienza cuando don Pedro Olegario Luro, el noveno de los 14 hijos que tuvo el fundador de Mar Del Plata, dejó la medicina y se dio cuenta que era mucho más cómodo y rentable casarse con Arminda Belén Roca, administrando un establecimiento ganadero de 23.700 hectáreas situado en la provincia de La Pampa. Éste era parte de un campo mucho mayor que había sido obtenido luego de realizada la llamada Conquista del Desierto por Ataliva Roca (hermano de Julio Argentino Roca y padre de Arminda) sobre la base de la denominada Ley de Premios.
Allí, Pedro creó el primer coto de caza, organizado como tal, en el país, al cual le dio el nombre de “Establecimiento San Huberto” (nombre del santo protector de los cazadores).
Para poblarlo, en el año 1909 importó desde los Cárpatos ciervos colorados (Cervus elaphus) y jabalíes (Sus scrofa ferus) los que fueron liberados en un cercado de 800 hectáreas.
Luro construyó una numerosa infraestructura destacando la enorme casa principal, popularmente denominada “El Castillo”, pero luego de la Primera Guerra Mundial, los europeos dejaron de llegar a la Estancia, por lo que las deudas de este médico devenido en estanciero se incrementaron.
A partir de los grandes fracasos empresariales de Don Pedro Luro ambas especies lograron escapar del predio y se expandieron por todos los bosques de caldén del centro del país.
Hasta aquí, la historia de donde vinieron los jabalíes del episodio actual de Henderson, un origen impregnado de privilegios, teñido de espurio origen y de espaldas a la verdadera naturaleza.
Una especie que no debería estar en ese lugar comienza a reproducirse y vivir en un ambiente en el que no tiene predadores convirtiéndose, sin comerla ni beberla, en una peligrosa especie invasora.
Pero el episodio, además de conectarse con el aristocrático origen de los jabalíes argentinos, tiene otras aristas que lo definen y preocupan.
Los tiradores apuntan y balean al animal desde un helicóptero, violando códigos aeronáuticos sin duda, pero lo que es peor violando la mínima valentía y uso de artes a las que un cazador debe apelar para estar en igualdad de condiciones.
Pero para finalizar su raid destructor y violento, baja y lo remata a cuchillazos, hablando y amenazando al moribundo animal.
La situación es monstruosa, asesinos en helicóptero que intentan matar y lo logran vaya a saber uno a quién.
Insisto que nada importa si son invasores o no, lo que importa es que en un país donde la violencia es carne cotidiana, donde el femicidio ronda cercano a uno por día, la agresión despiadada y cobarde hacia los más débiles, en este caso hacia los jabalíes, pueden extrapolarse muy fácilmente a niños, mujeres o ancianos o a la simple y tan cercana violencia social, de las cuales es simplemente un emergente.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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