Los perros y los gatos viven, desde hace milenios, vinculados estrechamente a la gente, normalmente viven cerca de la gente y entre la gente brindando compañía, protección y asistencia, entre otros maravillosos aportes intangibles.
Muchos de ellos, por ejemplo, los “perros de trabajo”, incluso están entrenados para detectar enfermedades en humanos, para guiar y proteger rebaños, detectar explosivos o narcóticos y auxiliar a discapacitados.
Las investigaciones también señalan que los perros y los gatos por su mera y única presencia influyen de forma positiva en la salud y el bienestar de todos nosotros.
Pero, y siempre hay un pero, a pesar de su enorme lado positivo, tanto los perros como los gatos pueden ser causa de preocupación, sobre todo si andan sueltos por las calles. Entre los temores más comunes están la posible transmisión de enfermedades zoonóticas, las mordeduras y los accidentes de tránsito, sobre todo en zonas con desarrollo social y económico limitado.
La mayoría de las veces los perros que vagan solos se encuentran en áreas socialmente vulnerables donde la población se ve obligada a satisfacer primariamente sus necesidades y a dejar de lado a los perros y a los gatos.
En estas circunstancias y en estos lugares, esos perros y esos gatos deberían controlarse y manejarse de forma tal que pudieran vivir armoniosamente con la población humana, a través de limitar su reproducción (castración quirúrgica) y del cambio actitudinal en cuanto a la tutoría responsable.
Ese es el único camino posible en cualquier país que se precie de ser moderno, compasivo y solidario.
Se trata de seres sensibles, sintientes y sufrientes, de personas no humanas en los que el desmadre de su equilibrio poblacional depende de nosotros los seres humanos que somos sus tutores individuales e institucionales.
Es altamente condenable y además ilegal en Argentina que para deshacerse de forma rápida y barata de los problemas que ocasionan los perros y gatos de la calle, como las enfermedades, la contaminación fecal y algunos comportamientos molestos, los gobiernos, afortunadamente cada vez menos, recurran a la matanza explícita o clandestina masiva de animales.
Las matanzas son verdaderos asesinatos que no solo levantan las airadas quejas de la población, sino que agravan el problema en forma directa e indirecta. De ahí que podamos concluir que la participación de la comunidad en los programas de manejo de la población canina y felina resulta indispensable para el éxito de cualquier iniciativa.
Para ello el Estado debe estar presente con programas nacionales, provinciales y municipales de castración quirúrgica, vacunación y atención de la salud de los animales de compañía que constituyen actualmente la demostración inequívoca y palmaria de la existencia de la familia multiespecie y de una sola salud.
Los perros y los gatos son parte de nuestros afectos cercanos y de nuestra salud física y emocional inmediata. En suma, una salud, entendámoslo y obremos en consecuencia.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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