Hasta las plumas más vistosas necesitan un recambio para que las aves acuáticas vuelvan a lucir en todo su esplendor. Ese proceso de recambio se da en verano y hace que las aves, en esa época de muda, estén particularmente en peligro y expuestas al estrés. ¿Cómo se las puede ayudar?
Cuando las aves como los patos, los gansos y los cisnes recambian las plumas no pueden volar, por eso es tan importante que quienes practican deportes en lagos, ríos y lagunas presten atención al hacer Stand-up-Paddel, salir en canoa o en bote.
También es fundamental que quienes salgan a pasear con sus perros presten atención y los lleven con la correa para evitar que se acerquen demasiado a las orillas o rebusquen entre los troncos, ya que las aves buscan refugio precisamente en ese tipo de sitios. “Para ellas es un gran estrés”, dice Lea-Carina Mendel, especialista en la protección de animales en Alemania.
Cuando a las aves se les dispara el reflejo para huir pierden energía, y esa energía la precisarían para defenderse de depredadores como zorros y perros callejeros.
La naturaleza tiene sus razones para haber elegido el verano como estación de recambio de las plumas. “Es la época en que el tiempo es cálido, hay comida y las aves pueden llegar a las plantas acuáticas, los caracoles, los insectos y los granos aunque no tengan las alas en funcionamiento”, explica la protectora de animales.
Otras aves, como las aves de presa, viven una muda parcial y no pierden la capacidad de volar. En su caso, las plumas se van recambiando paulatinamente e incluso a lo largo de los años.
Por ejemplo, en una isla perdida de la bahía de Breidafjordur, en la costa oeste de Islandia, se está llevando a cabo una cosecha milenaria: la de las lujosas plumas de eider, que se venden en varios miles de euros el kilo para hacer los mejores edredones del mundo.
Como cada verano, cerca de 400 agricultores islandeses excavan en las rocas, en la arena o en las hierbas altas para encontrar plumas grises de este pato polar que, a partir de mayo, anida en estos hermosos paisajes marinos poco poblados.
“Cuando hay huevos, solo se toma una parte de las plumas. Y cuando el eider ya dejó el nido, se recupera el resto”, explica a la AFP Erla Fridriksdottir, presidenta de King Eider, uno de los principales exportadores del país.
Ave marina de los océanos, el eider -de donde proviene la palabra edredón- deja tras de sí un tesoro natural contra el frío: una de las fibras naturales más calientes del planeta, a la vez ligera y muy aislante.
La hembra, de plumaje marrón oscuro con manchas negras, tapiza su nido con plumas de su pecho para aislarlo durante la incubación. Se necesitan unos sesenta nidos para obtener un kilo de plumas, mientras que cada edredón necesita entre 600 y 1.600 gramos según la calidad elegida.
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