El juego es un comportamiento natural de los perros que al igual que en la especie humana imita las pautas de la vida adulta.
Los perros mantienen conductas infantiles durante toda su vida. A esta condición se la llama neotenia.
El juego que es la base de la condición neoténica de los perros resulta esencial para garantizar el aprendizaje y el estado doméstico de la especie.
Jugar es un entrenamiento para la vida real y una gran oportunidad para establecer vínculos con los seres humanos y con otros perros.
Además del ejercicio físico que implica, resulta también muy importante para la salud emocional del animal, ayudándolo en el desarrollo intelectual e incitándolo a comprender mejor su entorno.
El juego lo ayuda a conocer el funcionamiento de las cosas, a aprender reglas básicas de conducta, a poder controlar su fuerza y a desarrollar habilidades y destrezas, como por ejemplo reaccionar correctamente a los estímulos y frente a situaciones inesperadas.
Jugando puede evaluar las habilidades propias frente a las del otro, puede aprender a distinguir en qué perros y personas confiar y aprender reciprocidad y capacidad de negociación.
Los juegos con otros perros favorecen la fuerza bruta y el instinto cazador mientras que los juegos con seres humanos desarrollan la cooperación y la inteligencia.
En ambos casos los perros aprenden a respetar a los demás liberando energía física y emocional, lo que contrarresta la aparición de estrés, ansiedad y agresividad.
El juego no descarga solo energía física si no emocional, mental y disciplina y calma a muchos animales hiperactivos y destrozones.
Los momentos de juego son los que se deben aprovechar para educar al cachorro, tanto en el control de la mordida como en el ejercicio de la obediencia y permiten demostrar que somos nosotros los que tenemos el control.
Las variantes de juegos con perros son muchas y van desde el juego doméstico, desorganizado, esporádico y eventual hasta la rutina deportiva, ordenada y sistemática del agility, el disc dog, y otros deportes caninos.
Sea de una forma o de otra los perros necesitan jugar y deben hacerlo en compañía y no siempre solos ya que son una especie social por excelencia.
Un cachorro debe pasar sus dos primeros meses con la madre y sus hermanos, si los tuviera, para aprender a controlar su boca.
Es lo que se conoce como inhibición de la mordida.
Si el cachorro muerde con mayor energía o brusquedad que la pautada las tetas de su madre mientras está mamando la madre lo va a sacar y lo va a dejar sin comer como un método drástico de aprender a regular la intensidad de la mordida.
Lo mismo ocurre si en el juego con sus hermanos o con su propia madre se extralimita en la potencia de la mordida: el afectado va a emitir un quejido fuerte y específico que le va a permitir continuar el juego si el otro se controla.
Cuando el cachorro es destetado y se integra a nuestra casa, ya en la segunda etapa de su vida, serán los humanos integrantes de su nueva manada los encargados de inhibir su mordida y regularla.
Pero, ¿Cómo se hace? Muy fácil: imitando a la madre y repitiendo sus conductas.
Movamos intensamente un juguete favorito de nuestro perro, (es importante moverlo porque nunca se juega con una presa que ya está muerta).
Si durante el juego muerde nuestra mano emitamos un chillido agudo. Esperemos unos segundos y luego sigamos jugando.
Si vuelva a morder la mano volvemos al chillido y damos por terminado el juego.
Repitamos este procedimiento en sesiones de no mas de diez minutos para que el cachorro no se canse ni se sobreexcite.
Habremos actuado como su madre lo hacía.
Así entenderá que debe tener cuidado con su boca al morder tu mano.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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