Su constitución física es atlética, los pómulos pronunciados y el pelaje de color marrón dorado con manchas negras llaman enseguida la atención: los gatos de la raza Savannah le dan un “toque salvaje” a la casa. “Provienen de un cruce entre un gato doméstico y un gato salvaje”, dice el director de la Estación de Acogida de Reptiles en Múnich, Markus Baur.
Según indican los expertos, la demanda de estos animales de aspecto exótico aumentó en Alemania en los últimos años. Los protectores de animales critican esta evolución.
Debido al aumento de la popularidad de gatos de aspecto especial, los criadores inventan cada vez más cruces entre gatos salvajes y domésticos. Con el apareamiento con el gato serval africano o un leopardo asiático surgieron razas como Savannah o Bengala.
“Por estos ‘leopardos’ de salón, algunos pagan varios miles de euros”, dice Baur, y habla de un “negocio caro”.
Un negocio que fue incentivado por estrellas como el cantante Justin Bieber. El astro posee dos gatos Savannah, que tienen perfil propio en Instagram, con cientos de miles de seguidores. “Le encanta chupetearme”, escribió Bieber, de 27 años, bajo la imagen de uno de sus gatos con su pulgar en la boca.
Los protectores de animales ven con ojos críticos esta tendencia a tener este tipo de razas en manos particulares. Y es que los animales, que pueden llegar a pesar unos 11 kilos y medir 45 centímetros, tienen ciertas necesidades: saltar, trepar, cazar, enumera Moira Gerlach, de la Asociación Protectora de Animales de Alemania.
La experta sabe lo difícil que es responder bien a estas demandas. En consecuencia, los gatos presentan en parte trastornos en los hábitos alimentarios, agreden a otros animales o están sucios. “Muchos dueños particulares, a corto o largo plazo, se sienten desbordados”, dice Gerlach. Una mirada a los avisos que ofrecen animales en Internet lo demuestra.
“En mi opinión, el pequeño necesita mucho más espacio que el de un departamento”, escribe un usuario en Internet, que ofrece a la venta su macho Savannah. “A pesar de que salgo todos los días con él, no es suficiente”. Otro escribe: “Desde hace unos tres meses, Minka lamentablemente ataca una y otra vez a su hermana (caso de agresión redirigida), de manera que la hermana apenas se atreve a moverse en el departamento”.
En Alemania, para la tenencia de estos gatos surgidos de cruces, rigen reglas especiales hasta la cuarta generación. Hasta entonces son considerados animales salvajes por la ley de protección de las especies.
En el caso del gato serval, por ejemplo, hay que tener un recinto exterior de al menos 50 metros cuadrados con una altura de 2,50 metros, según establece el Ministerio de Alimentación y Agricultura para mamíferos.
Adicionalmente a los desafíos de tener un animal así, el apareamiento de un gato salvaje con uno doméstico conlleva riesgos considerables. “Los mordiscos en la nuca, que desencadenan la ovulación en la gata, a menudo son mortales”, dice Baur.
Además, las crías de gatos salvajes son entre tres y cuatro veces más grandes que las de gatos domésticos, añade Gerlach. En consecuencia, pueden producirse partos muy difíciles o abortos involuntarios. Otro problema se presenta en la descendencia masculina. “Los gatos hasta la tercera generación son estériles”, dice la experta.
Baur apunta que la mezcla de generaciones más avanzadas podría ser menos problemática. “En esos casos, lo salvaje apenas se nota”. Generalmente, él insta a todos los interesados en adquirir un gato exótico a que revisen la idea.
Y le preocupan mucho otras cruzas que están teniendo lugar, por ejemplo con el caracal, un felino salvaje africano. “En Alemania, por ahora, esta mezcla es muy poco frecuente. Pero seguramente también llegará desde Estados Unidos”.
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