Es sabido que la gata es una excelente madre y también se sabe que, a diferencia de otros animales, puede “estirar” este rol que la vida le demanda algo más allá de lo que los niveles hormonales le marcan.
Este es un fenómeno afectivo que se da, casi en exclusiva, en el gato urbano, sobre todo cuando es muy cuidado y por ello no tiene la suficiente oportunidad de vincularse con la “selva externa” del barrio en el que le toca vivir.
Así, como en los adolescentes de la crisis existencial de los países en desarrollo, a causa de la globalización, en estos gatos la adolescencia se estira y la independencia se pospone en aras de una protección afectiva materna necesaria para poder enfrentar la vida con mayor seguridad y aplomo.
Un error en la crianza nos hace aparecer una actitud materna que a los ojos del hombre es de manifiesta ternura y en lo profundo sólo muestra la inseguridad del cachorro para enfrentar su papel de gato adulto en la vida.
La madre felina, en general, y la del gato doméstico, en particular, alimenta, limpia, ejercita, enseña, defiende y protege como pocas madres en la naturaleza están capacitadas para hacerlo.
De esta forma, durante el parto la madre actúa, las más de las veces, con una habilidad que no es directamente proporcional a la cantidad de nacimientos habidos.
Luego la gata intenta tirar del cachorro para ayudar a su expulsión, continúa con la limpieza de las membranas y la placenta, comiéndoselas para evitar dejar rastros que evidencien a los predadores la existencia de cachorros, presas fáciles indudables.
Después corta el cordón y lo mastica con sesuda dedicación, para finalmente dedicarse a lamer al cachorro recién nacido estimulando así la circulación y la respiración espontánea, haciéndolo orinar y defecar por primera vez y dejándolo aseado y seco para enfrentar el desafío de la independencia, controlada por ahora. Se ha producido la magia del parto de los animales y en particular del gato doméstico.
Ha ocurrido el nunca bien alabado milagro de la vida que aunque el entorno sea sórdido, contaminado y sin valores, se sigue repitiendo como una lección de nuestra pequeñez y de la grandeza del ordenamiento natural.
Todo seguirá una secuencia, misteriosamente exacta y controlada, paso a paso se cumplirán etapas que concluirán con el último cachorro, momento en el cual la madre se ocupará con mayor empeño del cuidado de todos sus hijos pues recién entonces su tarea de parto ya ha concluido.
La madre que los ha traído al mundo no sin esfuerzo y más de una vez con la ayuda de sus congéneres o de los humanos, debe dedicarse a alimentarlos y a educarlos, a sociabilizarlos para convivir en el mundo de los humanos (gatos de dos patas, raros, extraños pero queribles) sin dejar de pertenecer al mundo de los gatos reales, del que jamás deberán ni querrán apartarse.
Tanto no se apartarán que mantendrán algunas pautas de la vida silvestre que a la luz de los códigos humanos seguro sonarán crueles y descabelladas. La guarida de parto deberá ser muy tranquila y apacible.
Si no es así, la intranquilidad, los ruidos traerán la amenaza de cualquier peligro sin solución o variadas situaciones extrañas y desconocidas que impliquen riesgo para las crías y allí es probable que surja, una actitud incomprensible para los humanos pero aceptable en el código felino, el canibalismo de las crías.
Matar y comer las crías, tal vez esté fundado en un razonamiento más o menos semejante a: “si no los puedo salvar de este peligro al menos que no sufran”. “Si es que tienen que morir al menos que los mate yo”, esa sería la ley vigente, sumada seguramente a la llamada “locura puerperal” que aún en los humanos exime de culpa a la madre que daña a su vástago por esos días de desarreglo hormonal y depresión.
Pero si todo sucede normalmente y no ocurren contingencias desagradables, aparecerá la etapa de las enseñanzas increíbles a través de actitudes heroicas de la madre como el cambio de lugar de la nurserie, de la guarida de parto, avalada por ancestrales razones de estrategia antipredadores y también por conceptos empíricos de higiene.
Uno a uno, en la mayoría de los casos, los cachorros serán trasladados tomados del cuello, a otro lugar supuestamente más seguro y mejor para la etapa de desarrollo que sigue. En eso, la determinación será férrea.
La madre gata cumplirá su papel a la perfección, le enseñará todos los trucos de la caza y en un jardín de infantes práctico y divertido, los inocentes gatitos practicarán todas las tácticas y estrategias de la predación por la supervivencia, aunque los ampare ese gato bípedo que maúlla raro y de vez en cuando los alza y acaricia.
La ley es clara: hay que cumplir con los mandatos naturales escritos en la secuencia genética de cada ser y de cada especie. En eso el gato es un verdadero especialista.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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