Algunos animales habitualmente se reúnen con sus congéneres constituyendo diferentes organizaciones medianamente estables que les facilitan la vida y más aún la supervivencia.
A estos animales los llamamos gregarios en contraposición con aquellos animales que merodean y viven solos salvo en la época reproductiva, a los que denominamos solitarios.
El lobo y por ende el perro pertenecen a la categoría de los gregarios. Esto nadie lo puede dudar, viven en jauría, tienen un territorio que defienden en conjunto, están organizados en jerarquías y categorías, son solidarios y generosos, en suma viven en una comunidad.
Nuestros perros, los lobos urbanos, también cumplen con esa premisa aunque sean los únicos perros de la casa. De hecho toda su vida gira en torno a las pautas del conjunto y a ella se remiten sus reacciones más mínimas y pequeñas.
Para nuestros perros nosotros somos el líder, el ejemplar dominante del conjunto, que aunque parezca mentira puede en los hechos ser hombre o mujer pero en la organización jerárquica, en la división por categorías será ese famoso dominante que los etólogos llamaron alfa.
A partir de nosotros se construyen las otras jerarquías, los otros puestos secundarios en la organización perruna, así los hijos de la familia serán beta, en jerarquías excéntricas y decrecientes, hasta que por fin llegamos a los perros, en serio, que serán los gama, con respecto a los humanos pero que a su vez establecerán categorías decrecientes entre ellos, si hubiera más de uno de ellos.
Los perros necesitan, deben jerarquizar, les es imprescindible este comportamiento de tener un dominante y si no lo tienen se siente como imperiosa la compulsión a dominar.
O dominados claramente o dominadores sin ninguna duda, pero en el medio la vida de un perro se torna dramáticamente desorientada e imposible de ser llevada a cabo sin conflicto.
Para los perros la familia es su manada, una organización en la que se destaca ese perro raro, que camina en dos patas, que no ladra, que usa anteojos, que maneja el auto, al que llaman Roberto, Juan o María y que es absolutamente digno de admiración y respeto y al que el supuesto Bobby, Colita o Sultán le deben sumisión pues le resulta admirable al tiempo que incomprensible la facilidad con la que ese sujeto raro consigue presas suficientes en esta rara selva de cemento con las que lo alimenta día a día, le da cobijo y maneja con firmeza y decisión absoluta su conducta en un lugar que a ellos les resulta extraño y amenazador.
¡Qué paradoja! Muchos humanos dicen que el perro es como si fuera de la familia mientras tanto el perro piensa, siente y actúa como si nosotros fuéramos de su manada.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
SEGUIR LEYENDO: