Decía Ortega y Gasset que “el hombre es el hombre y sus circunstancias”, parafraseándolo irrespetuosamente uno podría decir que “el perro es el perro y sus circunstancias” y ¡oh casualidad!, la circunstancia del perro es el hombre. Por lo tanto, uno también podría darse cuenta de que todo lo que nosotros aportemos en la crianza, el perro lo adquirirá como pueda.
El resultado será algún accidente fatal de los más de 85 que han ocurrido en los últimos 13 años, y que salen a menudo en todos los diarios. Echándole la culpa a la raza de un individuo, de un perro en este caso, de la peligrosidad o de los accidentes con animales, es como echarle la culpa de que un auto pasa un semáforo en rojo a la marca de ese automóvil y no a su conductor.
El responsable del manejo del automóvil es el hombre, el responsable del manejo, el curador de un perro, es siempre el hombre. Será el hombre el responsable de la existencia de problemas de conducta que lleven o que conlleven a cualquier tipo de accidentes.
La mayoría de los accidentes que suceden con perros de las razas “supuestamente” peligrosas, ocurren por negligencia, por omisión, por desconocimiento, por inacción o por acción inadecuada por parte de alguno de sus propietarios.
Rotundamente se puede afirmar que no existen razas peligrosas ni potencialmente peligrosas porque el peligro de un perro nunca radica en su condición racial si no que se basa únicamente en la potencia de su mordida, en su tamaño y sobre todo en su actitud frente al ambiente, lo que depende de su crianza, fundamentalmente.
Si pensamos que el 70% de su comportamiento final, está dado por el carácter, o sea por lo que el hombre le incorpora en su relación; fácilmente deduciremos que hay una cantidad de actitudes inadecuadas que tenemos hacia el perro a lo largo de su vida que influyen marcada y negativamente en su conducta final.
Al decidir tener un animal, debemos saber que es necesario socializarlo adecuadamente. Es necesario brindarle afecto y bajo ningún punto de vista hacerlo objeto de violencia o malos tratos. No solo por una cuestión ética y humanitaria, sino también porque los malos tratos van a terminar afectando su carácter y determinando una conducta final inadecuada que va a terminar llevándolo, a ser calificado como perro “realmente” peligroso.
A la hora de elegir un animal, si es de raza, puedo lograr predictibilidad y puedo saber con mayor certeza, si ese perro es el adecuado para mí, para mi estructura familiar, para el espacio que dispongo, para el tiempo que tengo , y para una serie de condiciones que son necesarias para tener una mascota.
Si al animal lo adopto y no lo compro, y no es de raza, la predictibilidad disminuirá y deberé de tratar que sea un cachorro para que se adapte entonces mucho más fácilmente al entorno familiar en el cual le ha tocado vivir y su futuro sea más adecuado a nuestro entorno, minimizando los efectos de una genética desconocida.
Hay múltiples refugios que tienen sus perros en excelentes condiciones y allí podemos dirigirnos para adoptar un perro, que generalmente lo entregarán vacunado contra la rabia (según la edad), muchas veces desparasitado, y en el 100% de los casos deberían ser entregados castrados (edad).
En cualquier caso se debe buscar el asesoramiento de un médico veterinario idóneo en la especialidad para que nos asesore y nos guíe en la elección y la búsqueda del animal adecuado.
Se debe tener en cuenta, también, el tipo de familia que tenemos, la presencia de niños pequeños, la edad de los miembros de la familia, la condición operativa, si hay minusválidos. Esto llevará a considerar, el tamaño del perro, sus características y por ende su raza y sus condiciones de comportamiento.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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