Una gran pregunta en el imaginario popular es lo mitos de los perros. Y uno de esos mitos es: ¿la saliva de los perros cura las heridas? La respuesta seria “ni”. Todo esto viene de muy antiguo, casi diría, desde los bíblico o desde el santoral.
“San Roque, San Roque, que ese perro no me toque”, es un dicho popular. La leyenda de San Roque dice que era una persona muy rica que de repente se dedicó a a predicar y entró en la pobreza, y se fue a vivir a una cueva. Y en esa cueva se lastimó. Lo acompañaba solamente un perro que le lamía la herida y acompañó la curación de esa lesión.
De hecho el santoral muestra a San Roque con una herida en la pierna y un perro lamiéndolo.
Ahora, ¿esto es cierto? Relativamente. Porque si bien la saliva del perro tiene una alta carga en lisozima, una enzima que destruye la bacterias. Si te lame mucho la herida, evita la cicatrización.
Es como que si vos tenés una costra, te rascás las costra una y otra vez y no vas a lograr que esa costra cicatrice. Por lo tanto yo te diría que es leyenda y dejalo con “San Roque, San Rorque”, que ese perro no me toque...” El hecho de que si tenés una herida te la lama un perro se va a curar más pronto no es cierto.
Pero hay otros mitos populares: ¿Los Doberman son perros asesinos?
¿Son perros que se vuelven locos porque el cerebro les crece más que la calota craneal, es decir, el hueso que lo contiene? ¿Eso hace que el perro se vuelva loco y hasta asesino?
Esto es un absurdo biológico. Primero, los Dóberman son perrazos. Esto no es cierto ni en los Doberman ni en ningún perro.
A pesar de tener la prensa en contra es un perrazo. Si vas a elegir un Doberman no tengas dudas que es un verdadero perrazo.
A pesar de los “Niños de Brasil” esa película que los muestra casi como perros teledirigidos, con aspecto diabólico, lo cierto es que nunca jamás, en biología, puede haber disonancia entre el crecimiento del contenido y el crecimiento del continente. Por lo tanto los perros, los Doberman particularmente, no se vuelven locos porque les presiona en el cerebro un hueso que crece más lento que el propio tejido blando. Son perrazos sin lugar a dudas.
Las conductas que muestra un doberman en su etapa adulta dependerán mayoritariamente de su educación y de las experiencias vividas, aunque en menor medida también se verá influenciada su genética. Esto ocurre con cualquier perro, no obstante, en el caso del doberman, un problema de agresividad se convierte en algo mucho más peligroso, debido principalmente a sus características físicas.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero. @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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