A veces nos preguntamos cómo puede ser que el hombre aún no haya eliminado totalmente a un enemigo tan pequeño y, aparentemente, tan supuestamente débil, como la pulga.
La pulga estaba en este mundo antes que el hombre llegara y su capacidad de adaptación increíble y maravillosa la hizo sobrevivir a pesar de la tan publicitada inteligencia humana y las artimañas e inventos usados en su contra.
La pulga, en su perfecta adaptación a la función que tiene en la naturaleza, tiene un “pico” muy fino que introduce en la piel del animal que lo aloja (tu mascota), para de esa forma alimentarse.
Ese “pico” es tan fino que corre el riesgo de que la sangre extraída se coagule en él, tapándolo.
Por eso, la pulga elimina un líquido especial que, aparte de ser anticoagulante, cumple la función de aumentar el aporte de sangre (el alimento de la pulga) a la zona afectada, irritándola, generando alrededor de la picadura una elevación rojiza y que pica y mucho por el efecto de las sustancias irritantes.
Así nace la primitiva “roncha” de la picadura de pulga y con ello el otro gran protagonista de la historia: la picazón.
Como se alimentan de la sangre, pueden producir severas anemias, que se tornan graves en animales jóvenes o débiles.
Por la picazón activan los mecanismos de alergia en algunos animales que determinan lesiones graves de la piel, pérdida de pelo e infecciones causando la famosa Dermatitis Alérgica por pulgas que es la más frecuente de las enfermedades de piel del perro.
Trae como consecuencia, lesiones graves por rascado, debiendo medicarlo por largo tiempo y complicando el panorama de la vida familiar y de la mascota.
También pueden ser vectores de innumerables enfermedades de la sangre ya que actúan como una mini jeringa inyectando de un animal enfermo a otro sano distintas enfermedades.
Por otra parte las pulgas entran en el ciclo de un parasito chatito y chiquito como un grano de arroz que sigue su ciclo cuando el perro o el gato se comen una pulga que en su intestino tiene la larva de ese parásito que sigue el ciclo en ellos debilitándolos.
Ese parásito tiene un nombre raro y hasta gracioso se llama Dipylidium caninum.
Las patas de la pulga tienen verdaderos “enganches”, que se traban perfectamente en esa “selva de pelos” en la que le toca vivir.
Esos adultos, que son los que con seguridad se reconocen fácilmente ya que la pulga a diferencia del piojo es achatada lateralmente mientras que el piojo lo es de arriba hacia abajo.
Desarrollan una parte importante de la vida sobre el animal pero... ponen huevos fuera de el, en el medio ambiente, y allí se transforman primero en larva y luego en pupa.
En esos estados pueden sobrevivir en el ambiente hasta un año.
En cambio, los adultos, viven poco en su “huésped” pero pueden vivir hasta tres años sobre él.
Los huevos de la pulga son blancos y pequeños y no deben confundirse con lo que habitualmente se llaman “huevos”, de color negro y aspecto de polvo, que no es otra cosa que la materia fecal de la pulga.
Para distinguirla del polvo común se puede mezclar a ese “polvo” con unas gotas de agua. Una forma muy fácil de apreciarlo es colocar esa solución sobre un pañuelo de papel tissue y observarla. Al poco tiempo, a diferencia del polvo, la mancha tomará un color rosado intenso.
Las jóvenes larvas comen esa “materia fecal”, que no es otra cosa que sangre digerida.
Luego la larva pasa a pupa y el adulto emerge de ella en 3 ó 4 semanas renovando eternamente el ciclo hasta que se le oponga alguna resistencia.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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