No sólo el cartero es quien excita a los perros de una casa. Lo que ellos dejan en esa casa es igualmente excitante. El correo que cae en el buzón tiene olores desconocidos. Los perros perciben muy claramente olores nuevos, especialmente cuando esos olores están dentro de su territorio.
Se toman mucho trabajo en dejar sus propios olores donde viven, al marcar alrededor del perímetro del jardín, por ejemplo. La idea de que alguien pudiera venir y poner otro olor encima del de ellos puede parecerles claramente ofensiva.
Algunos perros llegan hasta el punto de destrozar el correo que cae a través del buzón. No lo hacen siempre, por supuesto. Hasta las personas a quienes no les importa un poco de ladrido se enojan cuando ven los sobres del banco mordisqueados.
Estos perros incomprendidos pronto se encontrarán relegados a otras habitaciones o partes de la casa para evitar futuros destrozos. Es muy meritorio que los perros sean lo suficientemente leales como para querer proteger a sus familias, aunque su ladrido puede enloquecer a la gente.
Otro tema son las mordidas. No siempre es fácil acabar con los ladridos del instinto guardián. El impulso para proteger el territorio viene de cientos de miles de años atrás.
Los perros pueden aprender a respetar y reprimir su vocal reacción: los ladridos ante la presencia extraña pero es algo que va a tardar en suceder. Es posible que los perros sean protectores, pero nunca nadie los acusó de ser imprácticos. Es sorprendente cuán rápidamente se adaptan cuando hay algo que les conviene.
Una solución puede ser colocar fijándolo con cinta adhesiva un bocado para perros en la puerta o ponga la caja delante de su puerta. También se puede poner uno de acuerdo para fingir una amenaza y que esa pretendido riesgo deposite algo rico algo en el buzón. Los extraños que traen comida siempre son bienvenidos, y hasta aquellos perros con fuertes impulsos protectores comenzarán a distenderse dentro de pocas semanas.
Los perros pueden oír a las personas mucho tiempo antes de poder verlos, y eso es cuando comienza el ladrido. De todos modos, se los podrá mantener más calmos al retirar las “banderas rojas” visuales. Esto puede ser tan simple como colocar una silla delante de la ventana que mira la entrada hacia la casa, o cerrar las cortinas, o mantener a su perro dentro de una habitación desde donde no puede ver hacia fuera. Quizás su perro pueda seguir ladrando cuando escucha pasos que se acercan, pero sin la visualización completa, lo más probable es que el ladrido no alcance su volumen más alto.
Los entrenadores siempre advierten a la gente que les diga “¡No!” a su perro cuando comienzan a ladrar. Es un buen consejo, pero solamente si se lo hace una sola vez. Cuando su perro está ladrando y uno continúa diciéndole “¡No!”, no es intimidatorio, es alentador. Su perro pensará que uno también le está ladrando a la amenaza supuesta.
De la misma manera en que los padres son los últimos en enterarse de que sus adolescentes se están metiendo en problemas, las personas que trabajan todo el día nunca se dan cuenta cuánto ruido hacen sus perros hasta que los vecinos comienzan a quejarse.
Tal vez una manera de mantenerlos callados mientras uno no está sea dejar la radio puesta todo el día con el volumen en alto. La música fuerte tapa los sonidos que vienen desde afuera. Los perros que no pueden oír los ruidos amenazadores no tendrán nada contra qué ladrar.
El corolario, naturalmente, es que es difícil entrenar a un perro cuando uno no está en casa para pescarlos en el momento del ladrido. El ladrido es la expresión de la advertencia que a veces puede ser molesto en la civilización urbana y evitarlo será difícil al estar grabado en lo más profundo del ser perruno cumpliendo funciones ancestrales.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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