En muchos países latinoamericanos, los perros callejeros, mejor dicho, los perros en situación de calle, resultan una realidad incontrastable y flagrante que determina una serie de problemas serios que, comenzando por la salud pública, pasando por los accidentes de tránsito, las mordeduras, el fecalismo vial, arriban al maltrato animal y a una situación que muestra el abandono en su forma más cruel y directa.
Pero ¿por qué llegamos a esta situación?
La primera razón es educativa y cultural: en los hogares latinoamericanos, la castración temprana de los animales de compañía no resulta una tradición aplicable a la práctica cotidiana. Recién en los últimos años, muchos municipios y aun los Estados nacionales han implementado programas que con los vaivenes de políticas liberales que los minimizan y congelan siguen su acción de castración masiva, educación y comunicación tratando de lograr un cambio actitudinal en la población.
No obstante, cualquier iniciativa pública gubernamental o privada (de muchas ONG) choca con la indiferencia y la contracultura de una porción importante de la población. En los hogares latinoamericanos, los testículos, símbolo de la virilidad y del machismo, son joyas de la familia y no se tocan. Los del perro, tampoco.
De esa forma, los perros machos conservan su capacidad reproductiva, escapando a las campañas de castración por voluntad humana y multiplicando su descendencia en cuanto encuentren a una perra que aún no haya sido castrada. Si a esto le sumamos el hecho de que los perros en América Latina suelen pasear sueltos por el barrio, al que territorializan como si fuera su casa, agudizando todos los problemas citados y, sobre todo la reproducción indeseada, queda claro que, si bien la castración asoma como el único método racional y ético de control poblacional de perros y gatos, no alcanza per se.
Resulta necesario un severo cambio de actitud cultural permitiendo y convenciendo a la población reticente que la castración de machos no va en desmedro del espíritu guardián de los perros que se aloja en el cerebro evolutivo y no en los testículos. Otro de los factores fundamentales es entender que los perros no deben pasear o deambular solos por el vecindario, ya que, aunque estén castrados, persistirán los problemas colaterales de su vagabundeo, como ocurre con las peleas, los accidentes de tránsito y por mordida y el fecalismo vial.
Por esta razón, la educación y la comunicación masiva son importantísimas en la solución de este problema que es un grave problema de salud pública y de maltrato animal que pinta de cuerpo entero a una comunidad.
De nada sirven los refugios y los perros comunitarios, consecuencias de la inacción profunda de los estados en una situación donde la castración masiva y sostenida con operativos gratuitos y la educación en pos de un cambio actitudinal deberían ser la moneda corriente de una serio problema que arroja víctimas humanas y animales ocultas en la vorágine de la información cotidiana.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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