A pesar de ser uno el ancestro evolutivo del otro, perros y lobos tienen marcadas diferencias entre ellos y nadie se atrevería a confundirlos en cuanto a su aspecto físico y mucho menos con respecto a su temperamento básico.
Los perros tienen tres genes adicionales que los lobos no poseen.
El papel que tienen estos genes es muy importante porque le permiten al perro metabolizar el almidón de los vegetales cosa que los lobos no pueden hacer en absoluto.
Ya vimos como los antepasados del perro se acostumbraron a convivir con los humanos aprovechando gracias a este cambio genético favorable un recurso alimentario antes no utilizado: los desechos y los restos vegetales además de los residuos animales.
Eso determinó una selección natural primero y la presión de selección del hombre después dando como conclusión a su majestad: el perro.
Las consecuencias de esa convivencia no sólo se plasmaron en el modo alimentario de la especie sino también en su forma de vincularse con el mundo exterior. Todo esto también está determinado por la manera diferente entre los cachorros de lobo y los de perro de enfrentar al mundo.
El comportamiento de ambos cachorros es muy dispar motivado por la diferente hostilidad de sus respectivos entornos. Los cachorros de lobo son mucho más precoces en explorar el mundo que los rodea. Los lobeznos comienzan a explorarlo cuando los cachorros de perro aún están dependientes de la madre. Salen a curiosear el mundo exterior siendo casi sordos y casi ciegos.
El lobezno investiga muy precozmente pero con herramientas muy primarias: su olfato. Esa actitud de curiosidad pero con poca capacidad de discernimiento y conocimiento explica su desconfianza ante nuevos estímulos.
El cachorro de perro empieza a explorar al mes, casi dos semanas después que el lobo. En ese momento su oído está desarrollado y es una potente herramienta que le dará mucha más confianza en sí mismo.
El modo de descubrir el mundo es diferente y la actitud frente a lo desconocido y al entorno también lo es en ambas especies. Sin duda resulta una experiencia fascinante adentrarse en cómo entenderse con otra especie tan cercana como lo es el perro y ésta es una invitación a hacerlo.
“Idioma perro”
La piedra de Rosetta de Champolion, el investigador que descifró los jeroglíficos, no existe cuando pretendemos interpretar el lenguaje de los perros.
Por otra parte, y yendo a los tiempos modernos, desafortunadamente, el Dr. Doodlittle, el que hablaba con los animales, es una fantasía de película.
Por lo tanto, la única chance para comunicarnos adecuadamente con los perros es entenderlos desde su expresión total e integrada donde la posición y la actitud del cuerpo son herramientas insuperables.
El hombre se comunica con palabras que enfatiza con gestos el perro se comunica con gestos y actitudes que enfatiza a veces con sonidos.
La postura del cuerpo de un perro te puede decir mucho sobre su estado de ánimo y sus emociones. Esta postura es increíblemente semejante y persistente aun en detalles entre un perro y otro, sin importar su raza.
Esa constancia en la gran mayoría de los individuos nos permite hablar de que existe un “idioma o lenguaje perro”. Podríamos decir entonces que los perros “hablan” con su cuerpo.
Las señales no verbales caninas son de una elocuencia y significado muy diverso y combinable semejante a cualquier lenguaje hablado. Los perros advierten, avisan con su cuerpo cuál es su actitud frente al otro. Este tipo de señales comunicativas de aviso o de advertencia ayudan a evitar conflictos graves, por cuestiones jerárquicas o territoriales.
El cuerpo entero habla
Para descifrar lo que el perro nos quiere comunicar, es necesario tener en cuenta distintos gestos y actitudes de diferentes partes del cuerpo que se producen en el mismo momento. El conjunto de la posición corporal sumada a la cola, las orejas y la boca expresa la mayor y más variada cantidad y calidad de mensajes.
Una cola que se mueve es las más de las veces un signo de conflicto no resuelto y no necesariamente que ese perro quiere ser tu amigo. Los dientes al descubierto difícilmente signifiquen una sonrisa canina y muchas veces serán una señal de advertencia.
Los perros usan su cuerpo, sus glándulas productoras de feromonas a veces combinado con los sonidos como una herramienta para comunicarse tanto con sus dueños como con otros animales.
Los perros, según su percepción y su organización social, viven en manadas en las que es imprescindible que haya un líder.
En al caso del perro conviviendo con nosotros el líder, el conductor de la manada, tiene que ser el humano con el que él convive y para hacerlo realidad es necesario que sepamos qué es lo que nos dice nuestro amigo de cuatro patas.
No se le puede hablar a alguien que sólo sabe polaco en inglés todo el tiempo y pretender que nos comprenda de una.
Por lo tanto aprender “idioma perro” es fundamental para vincularnos con nuestro compañero canino de ruta.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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