Los sajones dicen en lenguaje popular: “Están lloviendo perros y gatos”, cuando quieren decir: “Está lloviendo a cántaros”.
Según los estudiosos, esto vendría de la época medieval en la que en los pueblos y aldeas, con escasos o nulos desagües y desniveles de planimetría, todo se inundaba, apenas llovía algo más de lo habitual y la corriente arrastraba perros ahogados y gatos muertos, entre otros desperdicios.
Muchos inocentes creían que los perros y los gatos habían caído del cielo. De allí el dicho popular frente a la lluvia torrencial.
Lo cierto es que existiendo o no el dicho, los gatos, nunca vienen del cielo salvo cuando se caen desde la altura y cuando eso ocurre el destino final de la caída tiene, muchas veces, un desenlace muy particular...
El tiempo, la casuística aprovechada y la ciencia enseñan que es más fácil que un gato que se cae de un primero, segundo o tercer piso se muera o se dañe seriamente que cuando se cae desde pisos muy altos.
¿Cuál es el mecanismo que utilizan para poder sobrellevar una caída de tan increíble altura? Ocurre que los gatos poseen un cuerpo elástico y al ser esencialmente arborícolas tienen agilidad, coordinación y temple que les posibilita orquestar un perfecto mecanismo que permite, casi siempre, aliviar las consecuencias de caídas de grandes alturas.
El gato al caer, comienza a dar vuelta primero su cabeza, luego las manos y por último las patas, quedando así panza hacia abajo.
Luego abre las manos y las patas, formando con el cuerpo y la cabeza, que recoge sobre el mentón, una especie de paracaídas.
En ese momento, comienza a diagonalizar la caída, moviéndose en sesgo, amortiguando de esa forma el impacto del golpe al llegar al suelo y evitando, así, consecuencias fatales.
Para que todos estos mecanismos ocurran debe haber transcurrido el tiempo suficiente que sólo lo brinda una caída desde varios pisos.
En las caídas desde una altura considerable pero de no más de tres pisos, no se puede poner en funcionamiento el sistema de amortiguación y las consecuencias son las esperadas para un accidente de esa gravedad.
Generalmente, la muerte.
Frente a todo esto la cultura popular ha elaborado la hipótesis del suicidio y de las siete vidas del gato.
Los gatos no son suicidas, como no lo es ni lo puede ser ningún animal.
Los gatos pierden pie y equivocan el cálculo como el mejor trapecista y si el “trapecio” está bien alto, lo que ocurre es se “gasta” sólo una vida pero si está más bajo lo más probable es que el “señor gato” de las alturas “gaste las siete de golpe ...y porrazo”.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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