No son muchos los que saben que en sus épocas de oro el Zoológico porteño tuvo como director a Mario Perón, a la sazón, el hermano de Juan Domingo Perón, tres veces presidente de la Nación Argentina y un personaje de la historia mundial.
En efecto, al asumir el General Perón la Presidencia de la Nación como la ciudad de Buenos Aires, por aquellos tiempos, no elegía sus autoridades sino que eran designadas por el Presidente le tocó a Mario Perón ser el cuarto director del Zoo porteño.
Mario Perón había sido Comisario del Territorio del Neuquén años atrás, pero en realidad era un apasionado por los animales, razón por la cual, le pidió a su hermano ocupar ese cargo tan especial. Corría el año 1944 y Mario Perón que fue designado Director del Zoológico Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, se mudaba a la casa reservada para el director que se emplazaba dentro del Zoo.
El zoológico porteño, cerrado ya hace tres años, se ubica en Palermo, un barrio elegante de Buenos Aires, en una superficie de 18 hectáreas de frondosa arboleda y con tres importantes lagos en su haber. Parece una cuña verde que desde el Río de la Plata se mete en la ciudad y calma su ritmo y su bullicio.
Alguna vez Roberto Galán, un conocido conductor y locutor argentino, ya fallecido, peronista hasta la médula y compañero en el exilio del General, contó que Perón los sábados por la noche solía elegir como lugar de descanso para comer un asado o simplemente para evadirse de la vorágine de la gestión pública, ir a la casa de su hermano: el Zoológico de Buenos Aires.
Allí es fácil imaginar caminatas interminables con la compañía plena de su familia y también uno pensar a Eva Perón riendo y disfrutando aunque sea un poco de su intimidad. El Zoo de Buenos Aires les servía de paz y sosiego al estadista. Luego, en 1955 vino el exilio, las masacres y las persecuciones.
Tiempo después, la historia, reivindicando períodos, transforma al General nuevamente en Presidente. Anciano y cansado Perón asume su tercera presidencia en la década del setenta. Hasta aquí una historia conocida que nos sitúa en el eje del tiempo y del espacio.
Un martes cualquiera de mayo de 1974, a las cinco de la tarde, sobre la calle República de la India al 1900, entrada del personal del Zoo de Buenos Aires, estacionan el auto presidencia y su comitiva.
De uno de los autos baja Perón, (¡el General Perón en persona!) que se dirige seguro pero despacioso a la pequeña puerta de servicio del predio que muy pocos conocen. Grande fue la sorpresa y el revuelo del personal del lugar. Enseguida llamaron al jefe de cuidadores de turno, un hombre ya mayor que había sufrido cárcel y tortura en la resistencia peronista de esos aciagos años.
Comenzaron a charlar en una reunión amena y distendida salpicada con la proverbial simpatía y el carisma de Perón que discurría de anécdota en anécdota. De pronto el General pide ver la casa del Director, en la que había vivido su hermano.
Recibe primero como respuesta un silencio sepulcral y ante la insistencia alguien le dice que en los años de dictadura y de gobiernos de facto un funcionario municipal la había mandado a demoler para construir unos necesarios pero injertados vestuarios del personal.
No obstante esto el General caminó con paso cansino hasta el lugar donde hubiera estado aquella casa y se quedó unos minutos en silencio frente a sus recuerdos. Algunos dicen que alguna lágrima corrió sobre sus mejillas...
Lo cierto es que apelando a la imaginación uno puede reconstruir aquel momento donde uno de los hombres más importantes de la historia argentina y mundial jugó con sus emociones, conversó con sus recuerdos y le hizo desde allí un guiño pícaro a su hermano Mario y a su adorada Evita.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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