Los ojos de los gatos llaman siempre la atención porque son muy diferentes a los del resto de los mamíferos. Los gatos no solo ven de una forma diferente, sino que, también, parpadean de un modo distinto. Fíjese y verá que parecería que al parpadear lo estuvieran seduciéndolo a uno.
Manejan sus párpados en forma tan suave y delicada que parece que, en vez de moverlos por necesidad, lo hicieran para comunicar el placer de estar con nosotros.
Es que ellos son majestuosos y ceremoniales hasta para eso, no importa la raza o el color. Todo gato que se precie de su título de tal parpadea lento y cadencioso, como dejando caer el párpado y con la displicencia de andar por el mundo con la seguridad absoluta de estar de vuelta en esta aventura cotidiana.
Esta actitud de “hacer ojitos” es una forma de comunicarse y de comunicar su aceptación hacia el otro y de decir que está todo bien.
Cuando un gato cualquiera se para frente al sol, entorna sus ojos y nos mira, su mirada se puede transformar en un mensaje más complejo que solo aquellos privilegiados que intentan descifrarlo desde el afecto y la comprensión podrán entender.
Para el resto de los mortales nada habrá pasado, aunque, en realidad, se hayan perdido la oportunidad única de conocer una parte importante de este mundo que no solo trata de vencimientos, riesgo país, índices bursátiles, marketing y todas esas cosas de la vida cotidiana.
Se dice que los gatos ven bien de noche, en la plena oscuridad. Esto no es tan cierto. La verdad es que los gatos son capaces de aprovechar mucho mejor la escasez de luz que otras especies. De este modo se ven muy bien en el crepúsculo. De hecho al ser cazadores nocturnos o crepusculares esta es una ventaja operativa de incalculable valor.
¿Cómo lo logran?
Los gatos, y también por cierto muchos otros animales, poseen en el fondo de la parte interna de la cavidad ocular, donde se asienta la retina, una zona de colores varios y de apariencia metálica que, técnicamente, se llama “tapetum lucidum”, lo que significa “alfombra brillante”. A través de ella, reflejan la poca luz existente en el entorno, concentrándose y permitiendo una precisión en la visión en momentos en los que no sería fácil lograrla.
De esa forma, se agudiza la visión felina ampliando su precisión casi a cualquier hora del día y permitiendo sus actividades predadoras en cualquier circunstancia.
La vista se hace más eficiente y eficaz en el preciso instante en el que la naturaleza ha colocado al gato en la pirámide alimentaria como predador de otros seres vivos.
El “tapetum” es el responsable de que en la oscuridad, cuando enfocamos con una luz intensa directamente y de frente a la cabeza de un gato, sus ojos se reflejen como dos bolitas incandescentes de color verdoso metalizado.
Eso que vemos como los órganos de un ser extraterrestre son las pantallas reflectoras más perfectas que le permiten optimizar al gato su noble misión en este mundo. Pero, los gatos también son capaces de dominar la intensidad de luz que llega a sus retinas.
Del mismo modo que el resto de los mamíferos, tienen un complejo sistema muscular concéntrico que llamamos iris. De hecho, este es el que le da el color a los ojos enmarcando a la pupila, y no es otra cosa que un verdadero diafragma de asombrosa precisión.
Según el estímulo lumínico, ese conjunto de músculos radiales y circulares, contraerá algunas piezas y relajará otras, logrando el orificio pupilar ideal para que el aprovechamiento de la luz sea el adecuado.
Así, la pupila, el orificio central del globo ocular, “lo negro del ojo”, será enorme y redonda en las horas de poca luz o cuando el acecho a la presa indique que es necesaria la máxima agudeza visual para optimizar la faena.
Por otra parte, frente al exceso de luz, en las horas diurnas, el iris se encargará de proteger el delicado mecanismo de detección ocular felino transformando a la pupila en apenas una hendija, tan solo una línea vertical escasamente marcada que le otorga al ojo del gato, en los momentos de mayor luminosidad, esa particular apariencia, propia y única de su especie.
Se suele decir “ojos que no ven, corazón que no siente”, pero parece que, al menos en el caso del gato, los ojos ven según el propio corazón siente.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero. @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
SEGUÍ LEYENDO: