El secreto del afecto de un perro está en sus ojos, más aún, en su mirada y en un sentido mucho más literal en la mirada entre nosotros y él. Las últimas investigaciones afirman que los perros nos enamoraron al mirarnos y que de ahí comenzó una relación que dura hasta el día de hoy. Hay momentos en que nuestros perros se plantan frente a nosotros y nos mira cómo queriéndonos decir algo.
¿Por qué lo hacen?
Los perros se comunican igual que nosotros con la mirada. Al convivir durante tantos años junto al ser humano, descubrieron que pueden vincularse con nosotros solo fijando sus ojos en los nuestros. La mayoría de los perros son campeones del ocio, pero de un ocio creativo, al mejor estilo de Confucio.
Desde ese supuesto descanso están predispuestos a estudiarnos y a querer entendernos de forma no verbal. Mirándonos y estudiándonos son capaces de prever reacciones y de comprender sentimientos e incluso situaciones emocionales agradables o desagradables.
Para nuestros perros somos unos seres extraños, la mayoría de las veces adorables y muy poderosos, capaces de proveerles protección y recursos. De allí la importancia de que la comunicación no verbal basada en miradas sea prioritaria para la armonía de la relación entre un perro y un humano.
Cuando la comunicación entre la persona y su perro es fluida y exitosa, este podrá “decirle” tan solo con la mirada: “Vamos a la calle”, “quiero hacer pis”, “juguemos un rato”, o “quiero mimos”, y el hombre, entenderlo claramente. Esto ocurre porque cuando un perro y su líder, su “dueño”, se miran a los ojos, ambos disfrutan de una descarga de oxitocina que refuerza el vínculo afectivo entre ellos.
La oxitocina, llamada la hormona del amor, además de su importancia durante la lactancia, tiene que ver con el sentimiento de pertenencia a un grupo social, con las relaciones de pareja y con la conducta sexual. Siempre se trata de una hormona que induce sentimientos de afecto positivos.
La adaptación mutua entre perros y personas en los últimos miles de años explica que los perros se hayan familiarizado con gestos humanos difíciles de aprender para otros animales supuestamente más cercanos a nosotros.
Así, el “mejor amigo del hombre”, responde fácilmente a gestos humanos clásicos como señalar con un dedo, poner las manos sobre el pecho para que nos acompañe con su cuerpo o seguir la dirección de la mirada.
Pero una conclusión que cualquier persona habituada a tener perros o estar desde siempre con ellos pude sacar sin temor a equivocarse es sentir que con ciertas miradas y determinados gestos los perros “le toman el tiempo” de sus dueños para su propio beneficio.
Y es que resulta que los perros se vinculan sumisamente con nosotros y son los mejores amigos del hombre, pero, como en toda amistad, los intereses mutuos tienen un rol importante y muy significativo y el hecho de “nos puedan” obra en ese sentido.
Pero todo este este sistema comunicativo tan potente puede llevar a la confusión cuando se trata de un perro desconocido o poco relacionado con nosotros, cuando no se trata de nuestro perro.
La mirada sostenida y directamente dirigida hacia un perro desconocido puede ser un desafío y desencadenar el inicio de un ataque. Puede significar un reto para establecer prevalencia, si hay dudas del liderazgo, o si las cosas están claras, según la posición corporal y otros mensajes sutiles, la reafirmación de una supremacía basada en el respeto, en la admiración y algunas veces en el temor.
Depende, entonces, del momento, de la situación y de las circunstancias, una mirada puede significar un mensaje o lo contrario. En el caso de nuestro perro y no de uno desconocido, cuando no estamos ordenándose nada, mirarlo fijamente solo implica dominancia. Si tu perro tiene claras las cosas y las jerarquías, no la sostendrá y bajará sumisamente la cabeza. Si la sostiene unos segundos se está creyendo que es el jefe y te está desafiando.
El consejo, en este caso, es que no seas el primero en apartar la mirada. Pero mirarlo cuando se da una orden como supervisando o vigilando que la cumpla puede hacer que no te obedezca porque tu liderazgo está pecando de inseguridad, de duda, y no eres digno de ser líder, en el lenguaje perruno. si uno no es el líder nuestro perro no tiene porque que hacernos caso. Un líder no duda al ordenar el cumplimiento de la orden. La duda es debilidad y la debilidad tiene como consecuencia la habilitación a la desobediencia.
Frente a todo esto me quedo sin dudarlo con la mirada del amor que nos conecta con nuestros mejores sentimientos y libera endorfinas que tienen salud como consecuencia.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero. @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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