En la antigüedad, los perros no estaban rodeados estrechamente como ahora por las personas. Al no haber gente, esto significaba que no había refrigeradoras, ni conservantes artificiales, ni comida preparada ni cajas fuertes en las que guardar las cosas de valor. Los perros sobrevivían con lo que pudieran encontrar o atrapar.
Si lograban obtener más de lo que podían comer de una sola vez, se tenían que asegurar que permanecerían allí hasta que volvieran por ella más tarde. Almacenaban comida al enterrarla como una manera ingeniosa de mantener las sobras a mano.
La tierra puede ser arenosa y dura para los dientes, pero también protege. La temperatura dentro del suelo es más fresca que la del aire, de modo que enterrar la comida ayudaba a mantenerla fresca por más tiempo.
La comida enterrada no se asaba al sol. No se cubría inmediatamente de moscas e insectos, y los buitres no se la podían robar. Dentro de todo, enterrar comida y huesos jugosos fue una muy buena solución. Tan buena fue que las personas copiaron la idea. Hasta que no fuera inventada la refrigeradora, la gente almacenaba sus alimentos en frescos sótanos bajo tierra.
Los perros ya no necesitan enterrar su comida porque tienen más que suficiente en la mayoría de los casos. Pero cuando se ven enfrentados con una súper-abundancia de raciones – y para los perros, tener hasta un hueso extra en el jardín puede parecer una tremenda extravagancia – sienten llegar ese viejo impulso. Así es que buscan un lugar resguardado, rápidamente cavan un agujero, y allí guardan unos ricos bocados para cuando haga falta.
Más de una vez no se trata simplemente de bocados. Algunos perros entierran juguetes. Otros entierran los juguetes de otros. Más de una persona ha tenido que dirigirse al jardín con una pala para encontrar el osito de peluche de su hijo o el control remoto del televisor.
No todos los perros entierran huesos. De hecho, dado que esta conducta ya no tiene ningún sentido práctico, gradualmente está desapareciendo del archivo de comportamiento canino. Es posible que dentro de unos pocos miles de años ya no entierren nada.
Pero mientras tanto, muchos jardines y canteros de flores reciben un arado casero cuando los perros, entusiasmados, entierran sus cosas. Aun los perros que se habían olvidado cómo se sentía la tierra a veces acabarán con el pasto de un jardín cuando vean a otra persona cavando. Los perros imitan a otros perros.
Si uno tiene un perro que no ha aprendido a enterrar huesos y juguetes y entra en contacto con uno que sí lo hace, lo más probable es que empiece a hacerlo.
Los perros también imitan a las personas casi tanto como imitan a otros perros. Calculan que, si uno está haciendo algo, debe ser divertido y están más que dispuestos a probarlo ellos mismos.
Es por eso que, generalmente, hay un aumento en el cavado y entierro de cosas durante los meses de plantación en jardines. Los perros pasan más tiempo afuera cuando el tiempo es bueno, y observan cuidadosamente mientras su gente entierra bulbos en el otoño y prolijas filas de semillas en la primavera, comienzan a pensar que ellos también deberían estar enterrando cosas.
Muchos perros están dispuestos a enterrar cosas dentro de la casa si no tienen un buen lugar afuera – o si no les gusta ensuciarse las patas, y muchos dueños se pasan los fines de semana reparando daños.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero. @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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