La automedicación o medicar sin la consulta médica pertinente es una práctica indeseable, ya se trate de nosotros mismos, como también en el caso de que se trate de cualquiera de nuestros animales de compañía.
Automedicar puede significar agravar, y en algunos casos, complicar una enfermedad. Pero en el caso del gato, si se medica sin el conocimiento imprescindible, lo más probable, en la mayoría de los casos, es que la desagradable sorpresa que acompañe al resultado sea que hemos sido causantes de la muerte de nuestro querido compañero de ruta.
El tema es particularmente grave cuando se trata del gato. Los gatos son animales de desierto, con un metabolismo del agua muy particular que involucra casi un circuito cerrado del agua. Al ser filogenéticamente, o sea en su origen, animales de desierto, hoy nos resulta muy difícil observar a nuestro gato tomar agua.
Es que tiene una tendencia natural a ahorrar agua, a recircular en un aprovechamiento integral. De esa forma, la desintoxicación es algo más difícil que en otras especies. La concentración de un tóxico siempre será mayor que en otras especies. Si a ello agregamos una característica particular de la especie en sus reacción frente a determinadas sustancias, veremos que al gato no debemos suministrarle nada, ni el más inocente de los medicamentos, sin la debida consulta al profesional de cabecera.
Los gatos mueren, y mueren, si se les suministra dipirona. Mueren también si toman contacto con el cloroxilenol (el famoso Espadol), o con creolina (la no menos famosa Acaroína ó Fluido Manchester) o en la mayoría de los casos, si se les da aspirina, sí, aunque parezca mentira, la inocente aspirina, puede causarles la muerte.
En general, los gatos, se intoxican fatalmente con cualquier compuesto que en su fórmula lleve el grupo químico del núcleo benceno. Para ubicarnos, más del sesenta por ciento de los medicamentos humanos llevan fenol (núcleo benceno), como conservante en su formulación.
Por ello, la recomendación es clara, si bien dicen que los gatos tienen siete vidas, que no seamos nosotros los que le quitemos de golpe, una de ellas, tal vez la que más les sirva, por medicarlo a espaldas de nuestro profesional de cabecera.
*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero. @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
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