Sobre la faz de la Tierra existen dos especies de elefantes: el asiático, un verdadero tractor de ese continente y el africano, un gigante amenazado por la codicia del ser humano.
Ambos son parecidos pero no son ni siquiera parientes. No podrían cruzarse ya que son especies muy diferentes genéticamente. Sin embargo sus costumbres, hábitos y comportamiento son muy parecidas ya que la Naturaleza toma soluciones parecidas para exigencias ambientales semejantes
Por ejemplo, todos hemos escuchado la historia de que los elefantes eligen un lugar para morir. La historia la cuentan como si fueran los animales los que por un raro y esotérico designio se dirigieran a un determinado lugar para dejar sus huesos allí. Sin embargo no es así.
Los elefantes a lo largo de su vida tienen diferentes denticiones, así como los seres humanos tenemos dos, una de leche y otra definitiva. Cuando tienen mucha edad los elefantes ya casi no tienen dientes.
Esto los obliga a migrar a la cercanía de los ríos donde crecen los pastos tiernos, los únicos que a esa edad pueden llegar a comer. Es así que los elefantes ancianos se reúnen a la vera de los ríos y allí permanecen hasta que mueren porque es donde está la comida que pueden masticar.
Entonces, los cementerios de elefantes no existen, los que sí existen son los restaurantes para paquidermos de la tercera edad. Pero hablando de elefantes éstos son animales muy particulares y ejemplares.
Solo los primates, los humanos y los elefantes ejercen el abuelazgo. Esta maravillosa condición de ser abuelo es particularmente bien ejercida por la comunidad de trompas largas. La matriarca es la que maneja la manada en la que cada uno tiene un rol específico y determinado.
Cuando llega el parto de una primaria o de una hembra joven es esa abuela la que oficia de partera ayudando y la que reaviva al bebé y lo cuida y protege en las primeras horas de vida.
Cuando vagan por la sabana o la jungla, los elefantes cuidan a sus crías debajo de sus cuerpos ya que encajan perfectamente protegidos debajo de las panzas de mamá o sus amigas.
Una verdadera comunidad donde el macho, gigante y amenazador, dueño de un tamaño y potencia intimidante queda reservado para la seguridad de todos y avanza al ataque de cualquier amenaza común.
Dueños de una prodigiosa memoria, los elefantes, llevan adelante un mecanismo de complementación perfecto entre los distintos integrantes de la manada.
Esta coordinación y cuidado se justifica en el hecho de que tienen una sola cría por vez y en que su preñez (embarazo) dura 22 meses y si tenemos en cuenta que la madurez sexual y reproductiva ocurre alrededor de los once años de edad el tiempo reproductivo es muy escaso ya que a la hora de procrear sólo viven en libertad poco más de 50 años.
Usan su trompa para todo a modo de maravilloso conjunto de músculos que con gracia enrolla y tira árboles, selecciona hojas que se llevan a la boca, toman agua e identifican a este gigante terrestre que la codicia del ser humano por sus colmillos, el marfil, casi hace desaparecer de la superficie de la Tierra.
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