Uno detrás del otro, Donald Trump se refirió a Canadá, Panamá y Groenlandia expresando sus intenciones y definiendo las políticas que deseaba para ellos. Al parecer, a pesar de las obvias diferencias parecen haber elementos en común, y por la reacción que han tenido, ¿sería posible que su oposición pudiera estar errando el blanco?, ya que al parecer no es un exabrupto, y, por el contrario, habría definiciones e intenciones para materializarse, una vez que su domicilio vuelva a ser la Casa Blanca el 20 de enero próximo.
Como es habitual, circulan teorías sobre las motivaciones detrás de los anuncios, y es posible que se estén repitiendo errores en que han caído algunos de sus críticos desde que anunciara hace ocho años sus intenciones de competir por la presidencia. El error es preocuparse más por la forma que por el fondo, lo que le permite lograr su objetivo comunicacional de dominar la conversación, aprovechando que repentinamente esté ofreciendo que provincias canadienses se transformen en el Estado 51 de EEUU, como también que a quienes habitan Groenlandia les propondría una autonomía similar a territorios como Guam o Islas Vírgenes, y a los panameños parece ofrecerles un estatus semejante al de Puerto Rico.
Es indudable que todo parece demasiado agresivo, pero creo que la interpretación de Wang Youming del Instituto de Estudios Internacionales chino (sede Beijing) ofrece una motivación más cercana a lo que creo se presenciará durante su presidencia, descartando que se esté pensando en una invasión militar: “El objetivo final de Trump parece ser negociar mejores tarifas portuarias para los barcos estadunidenses” y el Global Times (vinculado al Partido Comunista chino) agregaba en ingles que parecía “una táctica de negociación” , considerando que más de la mitad del tráfico marítimo del Canal de Panamá es hacia o desde puertos estadounidenses, lo que evita el larguísimo viaje a través del Cabo de Hornos. Para lograr su propósito Trump buscaría presionar al gobierno de Panamá que ya rechazó sus palabras, desde el momento que los precios son establecidos por una comisión panameña pero independiente, en general prestigiosa, ya que está bien administrado, aunque es tecnología antigua, y a pesar de la ampliación, no puede recibir a los buques de muy gran calado.
Novedad no es, ya que el año pasado en la entrevista que le hiciera Tucker Carlson en X (ex Twitter), Trump aseveró algo para lo cual todavía no hay pruebas, que China “controla” y “administra” el Canal de Panamá, y no hay pruebas, porque probablemente no es cierto, por influyente que sea su opinión, y no solo en el Canal, solo que para EEUU con la disuasión debilitada como ha quedado en claro en diversos conflictos, es más fácil confrontar a China allí que en otras partes del mundo.
¿Con quién se identifica Trump en política exterior? ¿Sigue a alguien?
Claramente no pertenece a grandes corrientes, no siendo ni liberal ni realista. Sin embargo, lo que parece ser es un entusiasta seguidor de la Doctrina Monroe del siglo XIX, la de “América para los americanos”, en versión siglo XXI, esta vez no es contra Europa, sino contra China, junto a otro elemento de sus decisiones internacionales, la personalización de esas relaciones, es decir, lo que apareció hace años con Corea del Norte y con su dictador, Kim Jong-un y con resultados mixtos, fracasando en el objetivo principal de terminar el programa atómico pero logrando mejores lazos que hoy, ya que hubo, aunque temporalmente, una disminución de las tensiones, tanto que Kim quizás no hubiese entregado soldados a Rusia para que murieran en Kursk. También se muestra en declaraciones donde dice que espera lograr con rapidez un cese del fuego en Ucrania, apenas reasuma la presidencia, dando a entender que sería una conversación directa con Putin. También se nota en la invitación a Xi para que viaje a la ceremonia inaugural de su presidencia 47 (por el número de su nueva presidencia en la historia de la institución).
En relación con lo que se espera del Canal de Panamá, de interés son las palabras de un futuro funcionario designado como enviado especial para América Latina. Se trata de Mauricio Claver-Carone, un especialista en sanciones que no salió bien parado del cargo principal del Banco Interamericano de Desarrollo, y cuyo nombramiento rompió un acuerdo no escrito, que el vicepresidente debiera ser alguien nacido en América Latina y no solo de apellido hispano. Sin mencionarla, Claver-Carone habló en términos de la Doctrina Monroe al decir que existía un “vacío de control e influencia” en el hemisferio, pero que a partir de ahora “décadas de comercio estadounidense financiando el crecimiento de China y su huella estratégica en las Américas” terminaron.
Trump no parece adscribir a ninguna de las grandes escuelas de relaciones internacionales, ya que la teoría no es lo suyo. No parece seguir a aquella que propone la institucionalización de las relaciones internacionales a través del esquema liberal que existe desde el término de la segunda guerra mundial, como tampoco parece seguir esa escuela realista que Henry Kissinger representó para EEUU, la que en definitiva reconoce que los Estados poderosos tienen siempre la necesidad de imponer visiones geopolíticas que también pueden ser el resultado de negociaciones con otros de similar poder, para así evitar una resolución a través de la guerra, porque no solo en su gobierno anterior, el 45, sino en toda su trayectoria publica, contrariamente a lo que se piensa, Trump en general rechaza no el uso y hasta el abuso de la presión, sino que el conflicto se resuelva por medios militares, ya que su argumento es que desea sacar a EEUU de guerras en vez de crear nuevas, exhibiendo su gobierno como ejemplo.
Ni liberal ni realista, pero tampoco se divisa un camino que se pueda siempre identificar. Lo suyo es el caso a caso, y a falta de una escuela reconocible de relaciones internacionales, hay que volver a utilizar el Art of the Deal, el libro que publicara hace años con un periodista, y que permite entender mejor sus motivaciones. De ahí la fuerza con la que está impulsando el instrumento de los aranceles, ya que estima que ayudan mejor a MAGA, al crecimiento o restauración del poder de EEUU como potencia, incluso en casos que no son reducibles a una solución simple, como ocurre con las fronteras.
Este estilo conduce a situaciones donde aparecen problemas que pueden definir a través del error o acierto su legado, e incluso el lugar de su gobierno en la historia del país. Un caso es su reacción ante quienes están intentando disminuir la importancia del dólar, objetivo fundamental de la alianza entre Rusia y China, y de la cual Lula es hoy un vocero, a quien Trump amenazó con subirle fuertemente los aranceles, si seguía intentado que el BRIC operara en ese sentido. Y la razón es fácil de entender, ya que el rol del dólar como la moneda de ahorro y reserva del mundo, es hoy por hoy, quizás el mayor factor individual de poder de EEUU no solo a nivel internacional, sino también interno, ya que EEUU sigue sin pagar como otros países, todas las consecuencias de su masivo déficit público.
Regresando al tema de Canadá, Panamá y Groenlandia, lo primero que hay que decir, es que por diferentes que parezcan los motivos y los tamaños existen elementos en común, lo segundo que no fueron salidas espontaneas sino que hay todo un diseño, lo tercero, que no fueron novedades, sino que no es primera vez que se expresa de esa forma, ya que en relación a esos países se retoman ideas que en forma menos elaborada ya aparecieron en su gobierno anterior o Trump 45, además que la reacción muestra que aunque no haya asumido formalmente la presidencia, sus anuncios son tomados como si ya fuera el presidente 47, lo que será solo a partir del 20 de enero.
Se toman como opciones u operaciones distintas, pero todas son MAGA en estado puro, es decir, definiciones que concurren a la idea de la grandeza de EEUU, motivo básico para retomar la idea reaganiana de Make America Great Again.
En el caso de Panamá es China el motivo, dado el hecho que, por lejos, EEUU es el principal usuario y desea confrontar la presencia china en el hemisferio, debido a su participación en la administración de la vía fluvial. Esta situación ya había surgido con la pandemia en su gobierno anterior, y ahora se hace más explícita, ya que presentando el nombre de quien será su embajador en Panamá, ya que no puede retrotraer la historia, la dureza de sus palabras indican que quiere un acuerdo que le otorgue condiciones especiales a EEUU y para ello esgrime como amenaza, el uso de los aranceles como punta de lanza de su política exterior. Dada la importancia del Canal para no solo el comercio exterior, sino también los movimientos de su Marina de Guerra, al parecer ha definido que existen condiciones más favorables que otros lugares para confrontar a China.
En el caso de Groenlandia la idea ni siquiera le pertenece, ya que la primera oferta de integración como la isla más grande del mundo (en Australia prima ser un continente) proviene del presidente Truman en los inicios de la guerra fría, ya que allí existió una base durante la segunda guerra mundial. Ya entonces, la oferta consultaba tanto la compra como también incorporación a EEUU en alguna calidad especial de autonomía, aunque, por cierto, su ubicación cultural histórica era y es en Escandinavia.
Por lo demás, hubo una oferta pública pero no formal a Dinamarca en el gobierno anterior de Trump, y creo que se cometió el mismo error de no tomarlo en serio, lo que también ocurrió con la respuesta de quien era primera ministra del país escandinavo como también de las autoridades electas, como nación constituyente del Reino de Dinamarca, aunque con variadas muestras de insatisfacción por parte de los isleños.
Por cierto, las maneras fueron destempladas, entonces y ahora, alejada de formas habituales de diplomacia, pero no hay que centrarse solo en la forma, sino también hay que ir al fondo
¿Importante Groenlandia? Claro que lo es desde el punto de vista geopolítico. No solo geográficamente es parte de América del Norte, situándose en la zona nororiental entre el Atlántico y el océano Glacial Ártico, sino que desde EEUU se ve como una puerta de acceso al Ártico, donde Rusia ha ido construyendo con paciencia una nueva ruta comercial para trasladar productos hacia y desde Europa, que era vista como promisoria por las grandes compañías navieras antes de la invasión a Ucrania, dadas las incertidumbres que provocan otras vías, como ocurre hoy por ejemplo con los hutíes, que han tenido éxito en interrumpir el comercio marítimo en el Mar Rojo y hacia el Canal de Suez. Incluso Rusia ha buscado utilizar a su favor el cambio climático, al emerger territorios previamente sumergidos, donde se ha estado poniendo su bandera.
Por cierto, todo cambió no solo con la invasión, sino también con la politica posterior de sanciones como castigo a Moscú. Sin embargo, la actual alianza con China, donde Rusia es el elemento subordinado, hace visible el rol de China como inversionista, tanto para el proyecto del Ártico como una presencia muy notoria, en recursos e inmigrantes en Siberia, que obviamente no es lo mismo, para si lo es para estos efectos geopolíticos.
Al igual que en el caso de Panamá, el uso de los aranceles como instrumento no económico para lograr objetivos y modelar comportamientos, aparece aun en forma más clara en el caso de Canadá, donde también se quiere y de paso, ajustar cuentas con el actual primer ministro Justin Trudeau, con quien ha habido publicas discrepancias en el gobierno anterior y ahora, dada la debilidad del canadiense, quien quizás deba abandonar el cargo o llamar a elecciones anticipadas.
En el caso canadiense, también se agrega la decisión anunciada por Trump de presionar tanto a Canadá como a México, para que tomen decisiones más del gusto de Washington en temas de inmigración ilegal y de drogas, a través de las fronteras en común, donde en el caso de Canadá, se agrega el deseo de EEUU de tener políticas más parecidas en lo que a petróleo y gas se refiere. Como lo de Trudeau es algo puntual, lo que verdaderamente parece interesar a Trump son las provincias productoras de petróleo, molestas con su primer ministro y con EEUU desde que Biden cancelara vía orden ejecutiva el oleoducto Keystone XL, ya avanzado por Trump. Destinataria especial podría ser la provincia de Alberta, vecina de Montana, prominente en hidrocarburos y en industria petroquímica.
¿Piensa concretamente en ellos Trump? No lo sé, sí que su comportamiento político ha sido en general más conservador que otras provincias y gobiernos como el de Trudeau, y aunque no se percibe a Canadá como una potencia en petróleo y gas, de hecho lo es y con un gran potencial de crecimiento, ya que es un país rico, desde el momento que posee el 10,4% de las reservas mundiales.
Por cierto, en cualquiera de los tres casos, toda decisión que vaya más allá de los aranceles y que signifique una pérdida de soberanía para esos países y lugares, va a requerir un referéndum (en caso de modificación constitucional) o un plebiscito donde no va a ser fácil que la idea de EEUU logre mayoría.
Más allá de Canadá, Panamá o Groenlandia, el estilo demostrado muestra dos cosas, que esta vez Trump está mucho más organizado que la vez anterior y segundo, que la resistencia que encuentra permanece centrada solo en su personalidad avasalladora, es decir, exactamente lo que fracasó para detener su ascenso político, por lo que de tener éxito podría generar un cambio duradero. En todo caso, este estilo muestra que sus colaboradores, seleccionados principalmente por su lealtad, para no repetir el caso de generales en retiro o de su ex Consejero de Seguridad Nacional John Bolton escribiendo memorias críticas de su persona, van a tener eso si un problema, es decir, los propios encargados de esos temas van a tener que ajustarse a declaraciones del presidente que los van a sorprender a veces, a ellos y a todos, ya que esas declaraciones van a adquirir estatus de política oficial por su impacto automático en medios tradicionales y en redes sociales.
Sin duda, es posible que también se confundan algunos analistas, ya que tantos años en los medios de comunicaciones tradicionales como la televisión le han dado a Trump un conocimiento y, sobre todo, un olfato, para sorprender, para cambiar la conversación. Si su gobierno anterior sirve para comprender mejor su forma de actuar, en la administración 45 hubo importantes funcionarios que no lo entendieron así y terminaron si no despedidos al menos fuera de consideración para el actual, el 47, mientras que otros que lo entendieron, lo acompañan ahora, a veces, en puestos de mayor relevancia.
En el fondo, parece ser de aquellos para quienes lo importante es que se hable de él, evidenciado en la importancia adquirida para su triunfo del 5 de noviembre tanto por las redes sociales como los podcasts, siendo secundario que quienes lo hacen estén a favor o en contra. Es lo que explicó hace años Zygmunt Bauman al definir la “modernidad liquida” que caracterizaba a la globalización y al siglo XXI y que después complementó el filósofo coreano Byung-Chul Han, quien ha tenido gran impacto al definir en alemán las características de la sociedad actual, sobre todo, en el mundo desarrollado.
EEUU ha pasado y pasa por un masivo realineamiento político, el que no ha terminado y cuya duración va a depender de cuanto éxito tenga Trump en este gobierno como también la magnitud del fracaso, si lo contrario ocurre, habiendo probablemente 50% y 500%, posibilidades que se han incrementado a favor de Trump por la forma como parece estar aumentando el número de seguidores, por ejemplo, en lo internacional, y con impacto seguro en otros países, mientras siga siendo potencial principal.
A mi juicio, más que crear un movimiento, Trump se encontró providencialmente con él, en la forma de una mitad del país que buscaba no cualquier cambio, sino uno profundo, al menos en la narrativo o relato. Hoy, siguen existiendo dos sectores polarizados, y en ambos existen tanto fuerzas antidemocráticas como gente bien intencionada. En todo caso, si el movimiento no fue una creación de Trump si lo fue tomar el control de aquel, transformarse en su líder y como triunfo personal, haber logrado un regreso a la Casa Blanca, probablemente inédito en toda la historia de EEUU.
Y estas propuestas para Canadá, Panamá y Groenlandia tienen en común que obedecen a una idea, meditada y razonada para convertirse en política oficial. Provienen del interior de su campaña presidencial, e indudablemente no son de autoría de la llamada comunidad de inteligencia como tampoco del Estado Profundo que él quiere destruir.
¿Con que época comparar lo que estamos presenciando? ¿Con Franklin Delano Roosevelt? ¿Con Reagan? ¿Otra? Por cierto, que Trump tiene una imagen negativa, lo que también se da a nivel internacional. Sin embargo, también es cierto que en su momento la tuvieron Bush hijo al ocupar Irak en la segunda invasión del 2003 como también la tuvo Reagan cuando ejerció el poder, sobre todo, por el impulso a la carrera armamentista que tanto influyó en la virtual quiebra económica de la URSS. Sin embargo, hoy se tiene de su gestión una opinión más favorable que la que existió en la década del 80.
¿Pasará algo semejante con Trump? No lo sabemos, como tampoco si le importa no ser querido, o sigue la máxima de Maquiavelo, que el Príncipe (es decir, el gobernante) de aquella época debía ser respetado más que amado. Quizás influye lo que hiciera antes de ser candidato a presidente (alguna vez le fue ofrecida una candidatura por el Partido de la Reforma, hoy desaparecido, que con Ross Perot y su votación tanto influyera en que la elección de 1992 se definiera a favor de Bill Clinton). Trump se hizo conocido como un desarrollador inmobiliario de grandes proyectos, incluyendo los de lujo, trayectoria en la que recibió críticas semejantes a las que ha recibido en la política, pero que, sin embargo, siempre intentó sacar adelante esos proyectos, a pesar de las críticas y los críticos, que fueron abundantes.
Como conclusión, estoy convencido que volveré a escribir sobre estas ideas no como propuesta, sino que como parte del proyecto MAGA (Make America Great Again) de esta administración Trump 47, pero una vez que emerja aquello que se desea como culminación de la negociación respectiva.
Habrá existido diplomacia, con mucha amenaza, pero no una resolución militar. En definitiva, para entender lo que está pasando, no perjudica (re)leer El Arte de la Negociación (The Art of the Deal). Por lo menos, ayuda más que hacerlo con los clásicos de las relaciones internacionales, que no creo que hayan estudiado en detalle las conductas que han aparecido sobre Canadá, Panamá y Groenlandia.
Máster y PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)