Se le llame economía capitalista o de mercado, esencialmente en este caso estamos hablando de lo mismo. Parece algo ambicioso, un esfuerzo para liberar toda la potencialidad del capitalismo o del mercado estadounidense, amarrada por infinidad de regulaciones, a veces imprescindibles, pero otras, totalmente innecesarias. La democracia es un sistema que necesita permanente revisión ya que existen muchos peligros, que se manifiestan como controversias con partidarios y detractores, y por lo mismo, están llenos de espejismos y trampas, como también abundan los falsos Mesías.
En el caso del gobierno que Trump inicia el 20 de enero hay dos de estas luchas que probablemente van a definir su legado y su lugar en la historia, junto a la forma como resuelva temas de interés mundial como el Medio Oriente y Ucrania, y para América Latina, dictaduras como la cubana y la venezolana. También, si EE.UU. avanza o retrocede en su competencia con China para mantenerse como superpotencia en este siglo XXI. Las dos luchas son contra el llamado Estado Profundo (deep state) y la segunda es contra el llamado Estado Burocrático o Estado Administrativo. Corresponden a especies distintas que, sin embargo, tienen en común el desprecio a las reglas de la democracia, por lo que los equivalentes del Estado Profundo se encuentran más bien en las nomenklaturas soviéticas, no teniendo nada en común con el encargo a Musk y Ramaswamy, por mucho que a veces algunos comentaristas se confundan y confundan a otros.
El encargo para esta dupla, tiene, por lo tanto, un destinatario único, el Estado Burocrático o Administrativo, que, aunque tienen mucho parecido, tampoco son exactamente lo mismo. Históricamente el Estado administrativo nació junto con el Estado moderno, aspirando a sustentarse tanto en burocracias profesionales como políticas, sin embargo, nunca su objetivo fundamental fue la eficiencia, sino la idea de servicio al público o al pueblo.
Ambos tienen fundamentalmente un origen europeo, germánico en el caso del administrativo y francés, en el del burocrático. En ambos casos, con el paso del tiempo, la idea original sufrió una desviación y la idea de servir al pueblo devino en algunos o muchos casos en servirse del pueblo, utilizarlo para beneficio propio, terminando ellos y sus familias, sino siempre enriqueciéndose, al menos utilizando su posición en el aparato público para beneficio personal, produciéndose un gran daño al ideal democrático mismo.
En la parte positiva, la idea del Estado administrativo tiene un mejor nombre, ya que unido al servicio prestado por su codificación en Derecho Administrativo, disminuyó la arbitrariedad, al generar un marco legal para las relaciones entre la administración y la ciudadanía, garantizando un orden, al mismo tiempo que mayor igualdad de oportunidades.
En definitiva, todo Estado es administración, por lo que lo primero que hacen las revoluciones, incluyendo las islámicas, es institucionalizarse, es decir, dotarse de un orden burocrático, con el riesgo permanente de transformar a los medios en fines.
Por ello, creo que el nombre adecuado para la misión encargada a Musk y a Ramaswamy es una profunda readecuación del Estado Burocrático, ya que creo que identifica mejor que otros nombres lo que deben modificar, y lo que va a marcar su éxito o fracaso.
Sin embargo, un problema que enfrentan es que existan expectativas exageradas que no se van a poder cumplir, por lo que si no son capaces de definir exactamente los límites y bordes de su cometido, seguramente fracasarán en el intento. Por ahora, es solo una idea, y a falta de mayor especificación, a falta de un plan, programa o cronograma, por ahora es fundamentalmente la reducción del gasto gubernamental, cuando es innecesario, exagerado o solo sirve a grupos de presión, sean empresariales, sindicales, o de otro tipo, como los medioambientales, sobre todo, en relación con petróleo y gas.
Un ejemplo de grupos de interés convirtiéndose en grupos de presión que reorientan la inversión pública, son algunas ONGs del medio ambiente, donde los activistas originales se transforman en empresarios de sí mismos.
Un segundo problema es que no quede claro lo que deben abarcar como también donde no deben penetrar, ya que el mundo privado tiene reglas distintas, y muchos planes bien intencionados naufragan cuando son trasladados a otras culturas, como lo sabe EE.UU. con aquellas intervenciones militares que fracasan en dejar sociedades democráticas y/o de mercado, cuando se retiran.
En otro sentido, también ocurre con gente que proviene de la política y el mundo público, quienes, al trasladarse a la esfera económica o financiera del Estado, se frustran una y otra vez, ya que actúan con desconocimiento de esas reglas, y mucho voluntarismo, tanto en democracias consolidadas como con propuestas populistas. Ocurre también con aquellos casos de quienes han sido exitosos en el sector privado, pero al intentar aplicar esa lógica al mundo público, fracasan igualmente, ya que existen reglas y equilibrios que hacen imposible imponer soluciones que han sido exitosas en la empresa.
Un ejemplo de algo que no es equivalente a lo que acaba de ser encargado a la dupla mencionada, lo contiene el famoso discurso donde John Kennedy le fijaba en 1961 a la naciente NASA la misión de llegar a la luna en esa década, lo que se cumplió satisfactoriamente el 20 de junio de 1969. Sin embargo, allí había algo de lo cual carece lo de la dupla Musk-Ramaswamy, en el sentido de un objetivo limitado y comprensible para todos.
Sin embargo, las limitaciones de ese objetivo son visibles para todos, ya que después de llegar a la luna, y de vencer a la URSS en esa competencia, prácticamente desapareció el interés, tanto que la presencia de EE.UU. en el espacio desapareció casi del todo, y necesitó de la propia Rusia para llegar a la Estación Espacial, y hoy depende de los cohetes y naves de las empresas de Elon Musk, tanto que hoy el principal proyecto es de su persona y no de la NASA, en la forma de una colonización futura de Marte.
Aún más importante es el hecho que hay algo de aquel EE.UU. del siglo pasado que hoy simplemente no existe, ya que había un sentido de unidad nacional que movilizó a todos y cada uno de los recursos del país, detrás de ese propósito. Y no solo por la desaparición de la guerra fría, ya que el EE.UU. de hoy es polarizado, por lo que el transitar de esta dupla será acompañado por muchas zancadillas, siendo una posibilidad que más de alguien no se sienta a gusto y prefieran volver a lo que conocen, fundamentalmente sus propias empresas.
Lo de 1961 de Kennedy es justo lo que ahora no es, por lo que estos anuncios han sido acompañados por voluntarismo. Por ahora, a falta de un plan, lo que existe son propósitos generales, uno de los cuales es la ya mencionada reducción de un gasto gubernamental a veces sin control, y que se expresa en el déficit que lleva tantos años sin solución, al que se agregó el gasto reciente que, vía inflación, mucho contribuyó a la derrota de los demócratas.
Más aún, ni siquiera parecen tener las mismas motivaciones, ya que, a diferencia de Musk, Ramaswamy tiene un claro objetivo personal, que, si tiene éxito, puede ser un candidato presidencial con posibilidades reales el 2028. Hizo una buena primaria, se dio a conocer y hoy, sin duda es una de las grandes promesas republicanas, además de ser el primer descendiente de indios (del país) con la potencialidad para llegar a la Casa Blanca. Como empresario, fundó la empresa farmacéutica y de biotecnología Roivant Sciences que lo transformó en millonario a una temprana edad.
El caso de Musk es distinto, y se juega su sitial en la consideración de muchísima gente, por el simple hecho de ser el hombre más rico de la tierra. En lo personal, no tengo nada en contra de quienes tienen tanto dinero, ya que no me gusta meterme en el bolsillo de nadie, y, por el contrario, advierto sus aspectos positivos, ya que a quienes les sobra dinero, tienen la posibilidad de usarlo en beneficio del resto, aunque con la mayoría ello no ocurre. En el caso de Musk, uno advierte su propósito de colonizar Marte como una nueva etapa para la humanidad, como también su inversión en tanta empresa innovadora, no solo la electromovilidad, (sobre la cual tengo algunas dudas) sino avances que le permitirían caminar a quienes no pueden hacerlo, como también la demostrada utilidad que exista internet vía satélite.
En lo personal no me gustan los billonarios activistas, y a veces, pienso que la competencia entre Musk y Bezos por quien llega más arriba en el espacio y en viajes turísticos para quienes pueden pagarlos, es una manifestación moderna de la competitividad masculina. En el mismo sentido, a veces pienso que los monopolistas del pasado eran hasta transparentes, incluyendo a los robber barons del siglo XIX, ya que solo defendían intereses y nunca me han gustado aquellos billonarios activistas que censuran a quienes no piensan igual y que además de defender intereses, tratan de imponerles al resto sus particulares visiones u obsesiones, incluyendo reemplazar la carne por el consumo de insectos. A veces, mi distancia ha sido tanta que entiendo el miedo que provocan en otros países los oligarcas de Rusia o Ucrania, ya que a mí me lo provocaron cuando empresas censuraron nada menos que al presidente de EE.UU., sentando un precedente parecido al de los jerarcas chinos, ya que, si se lo hacían, no a Trump, sino que, al presidente de EE.UU.- se lo podían hacer a cualquiera.
Sin embargo, hoy simpatizo con Musk por varias razones. La primera es también la de otros, ya que comencé a interesarme en su persona cuando compró perdiendo plata Twitter (ahora X), con el objetivo de defender la libertad de expresión, a mi juicio uno de los derechos más importantes, hoy, con muchos enemigos, y en peligro. Sus argumentos me dieron la impresión de ser un billonario distinto y todavía así lo pienso, lo que me lo reafirmó la dura campaña en su contra de quienes antes lo idolatraban, simplemente por no concordar con sus opiniones y opciones actuales.
No sé si Musk mejore la opinión de sus críticos, ya que indudablemente a él le importa más ser querido que respetado, como tampoco tengo certeza que vaya a ayudar a Ramaswamy a habitar la Casa Blanca, si estoy seguro que va a generar un masivo efecto demostración para intentos imitadores a través del mundo, como también estoy convencido que por ahora el DOGE, Department of Government Efficiency es tan solo un proyecto que va a tener el poder que le sea transferido por el presidente, pero que no tiene existencia como un verdadero Departamento federal, ya que ello requeriría una ley, no bastando la orden ejecutiva para su supervivencia, y sin acto del Congreso, no se reúnen los requisitos exigidos por los romanos, sumar la auctoritas y la potestas, es decir, junto al título legal se debe contar con el poder legítimo que pueda imponer el acatamiento a toda la población.
Va a ser en definitiva no solo un tema económico, sino uno profundamente político, ya que lo que va a existir es una confrontación de poder, en definitiva, del que lo tiene y no quiere perderlo y de quienes estiman que el poder debiera ser devuelto tanto a las personas como a los estados, quitándoselo a la burocracia federal de Washington. Ello va a ser así, porque la orden del presidente va a buscar que la acción ejecutiva y las decisiones del DOGE se basen en una nueva interpretación de la legislación existente, más que en nuevas leyes, las cuales siempre tomarán tiempo. De todas maneras, al ser EE.UU. a la vez un Estado de Derecho y una República Democrática, muchas de estas decisiones al afectar intereses creados, hasta privilegios, van a ser cuestionadas en tribunales, y esto también va a tomar tiempo, años en el caso de la Corte Suprema, la única instancia con la capacidad de resolver el tema de las atribuciones del DOGE con obediencia obligatoria para todos.
Por las personas involucradas en las decisiones, toda demora puede ser frustrante, sobre todo, para quienes están acostumbrados a resolver como propietarios, al haber tenido la experiencia de Musk de reducción masiva de personal, tal como ocurrió en Twitter, sin que se afectase la productividad de la empresa. Nada semejante va a poder hacer en el actual sector público, a no ser que se lo faciliten los sindicatos con huelgas ilegales, tal como ocurrió con los controladores aéreos despedidos por Reagan. El primer desafío seguramente va a ser la dificultad de lograr que los empleados federales vuelvan a su trabajo en forma presencial, tal como lo hizo Musk en Tesla.
Por cierto, el presidente puede establecer metas, pero la experiencia de los Correos a través del mundo desarrollado ofrece mucha evidencia y por mucho tiempo, de cuán difícil es introducir reglas de mayor eficiencia y competitividad, sin que se produzca una fuerte reacción en contra.
Ahora, si logra tener éxito en desmantelar aquel poder burocrático que no está basado en la ley y que es una imposición de hecho, si logra cortar algún exceso regulatorio, si logra disminuir el gasto derrochador, si puede reestructurar al menos algunas agencias federales, el éxito logrado va a tener no solo imitadores en gobernaciones y municipalidades de EE.UU:, sino a través del mundo, concediéndole a sus autores y al presidente Trump una victoria que los va a poner en un mejor nivel al que hoy detentan en la consideración incluso de universidades y escuelas de administración.
Quizás originalmente fue solo un anuncio improvisado, que se fue construyendo a medida que se fortalecía la relación personal entre Trump y Musk y entre Trump y Ramaswamy, la que corrió en paralelo hasta que las dos aproximaciones convergieron en una sola, la actual dupla, que hace mucho sentido como tal, y así como Ramaswamy tiene el objetivo presidencial en mente, difícilmente Musk posee uno similar, ya que simplemente no puede acceder a la presidencia por haber nacido fuera de EE.UU., por lo que no va a tener la misma dedicación que el nacido en Cincinnati, Ohio.
Si hay algo destacable y llamativo en este esfuerzo, es el rol jugado por Javier Milei, el presidente argentino, que se ha transformado en una especie de ejemplo a seguir, lo que rara vez ha ocurrido en la historia reciente de EE.UU., en que lo habitual es que EE.UU. actúe para la mayoría de los países como ejemplo, tanto a imitar como a desechar, pero es extremadamente raro encontrar situaciones donde es EE.UU. quien sigue lo hecho en otros lugares, y menos en América Latina, pero sin embargo, así ha pasado.
Reducir el gasto innecesario y eliminar regulaciones que crean problemas en vez de resolverlos, aparece como la posibilidad de liberar toda la fuerza competitiva del capitalismo estadounidense para aprovechar las potencialidades de su mercado de capitales, además que inevitablemente se va a ver arrastrado a la guerra cultural que ha vivido y vive EE.UU., y seguramente, algunas decisiones que se tomen van a verse afectadas por este factor, también por razones históricas, toda vez que el crecimiento del gobierno federal y de las regulaciones, es un elemento relativamente reciente, que comienza a enraizarse solo con el New Deal del presidente Franklin Delano Roosevelt, parte de la estrategia de superación de la gran crisis de 1929-30.
EE.UU. es una democracia representativa, pero en esta segunda década del siglo XXI, en el cometido encargado a Musk y Ramaswamy, existe la duda de ¿cuál es el ideal? ¿el respeto a la carrera funcionaria o el respeto de los funcionarios a lo votado y decidido en las urnas en noviembre?
La dupla a cargo y la magnitud de un cometido todavía no definido en su detalle, más allá de las declaraciones de campaña, a algunos les genera admiración instantánea, y a otros, por los mismos motivos, sobre todo por los dos a cargo, les genera instantáneo rechazo. En ambos casos, más emoción que razón, otra evidencia que, a mi juicio, muestra la latinoamericanización de la política estadounidense.
De ahí la posibilidad que puede ser un gran éxito como también un sonado fracaso. De ahí mi propuesta de reducir los decibeles y limitarse a objetivos concretos, que pueden mostrar resultados medibles y objetivos. Mi recomendación es que, si se puede avanzar en tres puntos, la reducción de la deuda, la eficiencia del gasto, y la fusión, reforma o desaparición de algunos programas o departamentos, mucho se habrá conseguido y/o avanzado. Además, ¿hay agua en la piscina para algo más?
El tamaño del Pentágono es tan solo una muestra de la magnitud del desafío que significa reducir el gasto gubernamental. ¿Cómo se hace cuando al mismo tiempo se argumenta con mucho respaldo que el gasto militar debe incrementarse, toda vez que EE.UU. no está hoy en condiciones de enfrentar paralelamente escenarios como la invasión de Ucrania o las guerras de Israel en Gaza y El Líbano, sin al mismo tiempo una fuerte inversión? Inversión en dinero y personas, lo que también es una reiterada promesa electoral de Trump, que EE.UU. recupere al menos la disuasión que ha ido perdiendo en los últimos años. Y eso que no hemos mencionado a Taiwán y al esfuerzo a todo nivel de China para desplazar a EE.UU. como la gran potencia del siglo en curso.
En el mandato que se inicia el 20 de enero, Trump ya superó la etapa del “outsider”, de su gobierno anterior. Ahora, nacional e internacionalmente, no solo se espera el cumplimiento de promesas, sino fundamentalmente soluciones. Las decisiones tomadas y la presencia internacional que ha logrado antes de jurar su segundo mandato, en comparación con el primero muestra un afiatamiento mayor, y un superior manejo del aparato gubernamental.
En la antigüedad, los griegos hablaban de liderazgos como la presidencia de Trump en términos de la necesidad de un Gran Timonel, capaz de conducir la nave del Estado y llevarla a buen puerto, tanto con mar calmo como en tempestad. ¿Podrá hacerlo Trump? Toda vez, que hablar de Estado es imposible sin vincularlo a política y a poder, es decir, a conflicto y a autoridad.
Ojalá que tanto Musk como Ramaswamy entiendan que esto es más política que economía, sobre todo, que al ser política existen dos fases, la agonal (del griego agon o lucha) y la arquitectónica (del griego arkitekton o construcción), y, por consiguiente, la política debe ser vista como un proceso, como una pugna seguida de acomodamientos que determinan a su vez, nuevas realidades.
En otras palabras, el gobierno anterior de Trump, fue una fase agonal de la política, pero ahora, de sus colaboradores se espera que colaboren en una fase arquitectónica, la del legado.