Parece que los líderes de la región aún no comprenden lo que significó la elección de Donald Trump 2, de la cual, lo primero que hay que entender es que no es lo mismo que Donald Trump 1. Quizás el país que mejor debería entenderlo es México, pues es el que más rápidamente va a sentir (ya los está sintiendo) los efectos de este cambio estructural en las relaciones internacionales y comerciales con Estados Unidos.
Donald Trump ya anunció que va a iniciar su mandato con un arancel del 25 por ciento a los productos que vienen de México. La razón es doble: la migración y el tráfico de fentanilo. Hace 5 años, en el 2019, Trump impuso a los productos mexicanos un arancel del 5 por ciento, que podía subir hasta un tope de 25 por ciento, por los mismos temas.
Este hecho se celebró como un triunfo, pues se minimizaba el costo para México, que negociaba el nuevo tratado de libre comercio -el TMEC-, y abría las puertas a un final exitoso. El triunfalismo, salvo algunas voces que sabían que esto era apenas un principio, llegó hasta el punto de que el presidente Andrés Manuel López Obrador se regodeó de haber domado a Trump. Qué equivocado estaba.
Hoy, el inicio de ese arancel es el tope de hace 5 años y abre las puertas a una batalla económica en la que pierden todos, especialmente Mexico, que ya ve cómo su moneda se deprecia, precisamente porque los mercados saben lo que se va a venir. La presidenta Claudia Sheinbaum, por su parte, ya respondió públicamente en una de sus alocuciones de la mañana a esa inminente decisión.
Si bien la respuesta de la presidenta Sheimbaum a Trump tiene algunos argumentos válidos, tiene el mismo perfil equivocado de cómo ella ha manejado esa relación con Washington, lo que ya antes había puesto en una situación incomoda, por decir lo menos, al actual gobierno frente a su vecino del norte. Ya en otras ocasiones se ha equivocado, lo que muestra su inexperiencia en el tema de las relaciones internacionales, cosa que hoy más que nunca le va a pasar duras cuentas de cobro. Como si esto fuera poco, hay que sumar el desmonte de la burocracia profesional en Comercio y en otras agencias estatales mexicanas que López Obrador dejó como herencia.
En este caso, lo primero es que, en vez de contestar públicamente a Trump, ha debido hacer un trabajo privado a través de muchos canales que hoy existen para buscar mecanismos de negociación o de acuerdos para evitar un enfrentamiento como el que se ve venir. La diplomacia es eso, y Trump en su primer gobierno mostró que es flexible a la hora de negociar, si no se le enfrenta. Sheinbaum, al contrario, ya anunció que si eso se da México respondería de la misma manera, con aranceles, lo que ya plantea una guerra comercial abierta en la que todos pierden pero México más.
Además, atribuir el problema del fentanilo, el narcotráfico y los narcotraficantes a Estados Unidos no solo es equivocado, sino que no es verdad. Los “abrazos y no balazos” de su jefe político en el gobierno anterior hicieron crecer el poder de los narcos y su negocio en México a niveles nunca antes vistos, y muchos de los problemas de violencia que hoy se dan a lo largo y ancho del país no son solo por las rutas de tráfico hacia el norte, sino por el control del territorio y, por ende, del negocio del consumo interno, que ya es muy importante en su país.
La debilidad institucional que hoy existe en México para enfrentar el tema del narcotráfico, y la falta de voluntad para emprender una acción realista, medible y de cooperación, hacen que este problema no sea solo un irritante en las relaciones con Estados Unidos sino un verdadero obstáculo para subsanar estos enfrentamientos. No hay la mas mínima duda de que estos últimos solo van a empeorar, dada la inexperiencia y la radicalidad ideológica de Sheinbaum y el mandato contundente que le da todo el piso político a la terquedad de Trump.
Es más, dada la influencia y el control que tienen los narcos en la comercialización de productos tan importantes para México como el aguacate y el limón, para solo mencionar algunos, no es descartable que pronto sean objetivo de más sanciones por parte de la administración entrante en Estados Unidos.
El tema de la migración es mucho más manejable. Las cifras de migrantes han caído y en pocos meses Trump va a poder anunciar logros que, la verdad, vienen de atrás; claro, si no se da la inminente crisis de Venezuela, que según encuestas internas creará cerca de 7 millones de migrantes más. Hay mucho más margen de maniobra en este tema y ya el gobierno anterior de Trump con López Obrador dejaron un camino recorrido que es fácil retomar y mejorar.
Muchos con quienes he hablado en México piensan que esta relación se va a manejar igual a la del pasado. Están equivocados. No es sino ver lo que Trump ha nombrado y cómo lo ha nombrado (hoy el gobierno de Biden no existe) para darse cuenta de que el próximo presidente sabe cómo se gobierna y no va a cometer los mismos errores del pasado. Quienes le apuestan al caos anterior se van a estrellar contra un muro de gobierno que sabe que solo tiene cuatro años para lograr sus objetivos, con un mandato casi que comparable al de Ronald Reagan en 1980.
Buena suerte les deseo a los mexicanos pues de su gobierno es poco lo que se puede esperar. Ojalá sobrevivan la tormenta que se les viene.