China amenaza a Taiwan con todo tipo de demostraciones de fuerza, y hace lo mismo con Filipinas y Vietnam, incluso hostigando pescadores y barcos civiles. Rusia apoya una invasión a Georgia, se toma Crimea y ahora invade Ucrania. Irán utiliza sus proxis, Hamas, Hezbolá y los Huties, para atacar Israel, para hacer atentados en todas las regiones del mundo, para consolidar dictaduras como la de Venezuela y para crear caos en el comercio marítimo mundial en golfo de Aden.
Estos son apenas unos ejemplos de cómo las dictaduras y las autocracias modernas utilizan la fuerza para imponer una política internacional, para generar disrupción, para obtener una ventaja geo estratégica o para atacar a un enemigo. Mientras tanto, Occidente responde con diplomacia, con apertura, con negociación o, en el mejor de los casos, con disuasión limitada.
La llegada de Donald Trump pone fin a esa ingenuidad estratégica con que Occidente responde a estas amenazas. Las últimas dos administraciones demócratas en Estados Unidos, o el gobierno de Angela Merkel en Alemania, son dos ejemplos de esa patética demostración de debilidad con que trataron de aminorar los riesgos de Irán, del terrorismo e incluso de Rusia y sus aliados estratégicos en el mundo.
El resultado de esta política exterior fue el fortalecimiento de Putin en Rusia, lo que lo llevó a invadir a Ucrania, pues su invasión a Crimea le costó poco durante el gobierno de Barak Obama. Irán se fortaleció durante ese mismo gobierno, con el acuerdo nuclear que no se dio, que no se cumplió y que hoy tiene a ese país al borde ser una potencia nuclear. El gobierno de Biden no fue mejor, pues la apresurada y desordenada salida de Afganistan, o la equivocada política hacia América Latina, dejaron el camino abierto a Putin para invadir y a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua consolidadas. Lo de Merkel con Putin y la dependencia energética de Rusia ya sabemos cómo acabó.
La elección de Donald Trump mandó un mensaje tan contundente al mundo que las dictaduras ya comienzan a mostrar sus debilidades y toman decisiones para defenderse. Lo de Venezuela es apenas el principio de una recogida de banderas, que todos esperamos termine con Maduro y sus mafiosos fuera del poder.
La Fiscalía venezolana, el brazo judicial de la dictadura, que obedece órdenes del dictador, ya anunció la revisión de 225 casos y la excarcelación de diez personas por las detenciones ilegales que hicieron luego de las elecciones del 28 de julio, en las cuales la oposición los barrió. Maduro y su mafia, incluyendo a Tarek William Saab, el fiscal de papel, saben lo que les corre pierna arriba y tratan de mostrar una cara más amable. Estos son hechos simbólicos, sin duda, pero dejan entrever ese nerviosismo que sienten con el cambio total de política hacia ellos. Saben que los tiempos de Juan González y su complacencia con la dictadura se acabaron, y que ahora van a tener que responder.
En el Medio Oriente también comienzan a cambiar las cosas, y los grupos terroristas y los países que los albergan o los financian, como el Líbano o Irán, comienzan a mostrar una flexibilidad que con el gobierno que termina no tenían. Obvio, sabían que con los demócratas el chantaje funciona mucho mejor, pues estos siempre prefieren la diplomacia y la negociación que el uso de la fuerza. Incluso cuando estos aprueban el uso de la fuerza, las limitaciones que imponen son de tal naturaleza que muchas veces hacen imposible el logro de resultados políticos o estratégicos, como sucede en Ucrania, pero no en Gaza o el Líbano.
La dependencia de Ucrania de la ayuda americana los obligó a aceptar esas condiciones que hoy tienen a Putin y a Rusia con la sartén por el mango en esa guerra, contrario a Israel, donde no aceptaron esas limitaciones, su dependencia es menor, y hoy tienen a Hamas y a Hezbolá, dos de sus grandes enemigos, en plena retirada. Es más, ambos han sacado una bandera blanca, muy disfrazada ,por cierto, pero la verdad es que con la llegada de Trump saben que Israel va a recibir toda la ayuda necesaria y si no frenan la ofensiva de ese país ambas organizaciones pueden desaparecer.
Hamas ya dio un paso al frente, y pronto se va a dar un acuerdo para la liberación de 50 secuestrados (no se les puede decir rehenes) a cambio de unos prisioneros palestinos. Es más, ya dice querer un acuerdo de tregua permanente y pide a Trump presionar a Israel. Como los mafiosos venezolanos en el gobierno, los terroristas palestinos tratan de mostrar su “flexibilidad”.
Hezbolá y el Líbano también comenzaron a andar ese mismo camino en este nuevo entorno político. Después de la elección de Trump se abre paso la desmilitarización de la frontera sur de ese país, de modo que garantice la tranquilidad en la frontera norte de Israel. Sin embargo, como ya Hezbolá y el Líbano violaron ese acuerdo, que se había dado en el 2006, todavía está por verse quién lo implementa y lo verifica, pues la ONU, que tenía ese encargo, no lo hizo y fue cómplice del fortalecimiento de esa organización terrorista.
Esto no se da por simple generosidad. Es una muestra clara de cómo el poder de la fuerza hace cambiar a terroristas y a dictadores. ¿Hasta cuándo y hasta dónde? Hasta donde el uso de la fuerza los obligue, que en el caso de Hamas y de Hezbolá es el de garantizar la seguridad y la aceptación de Israel a cambio de un estado palestino que no vuelva a caer en lo que Hamas hizo en Gaza. En cambio, para Maduro y sus mafiosos es la supervivencia personal y su libertad a cambio de la entrega del poder y la aceptación de los resultados del pasado 28 de julio.
Esto empezó bien, ojalá no aflojen y al contrario aprieten más. La hora de los discursos, de los comunicados y de los trinos se acabó y con las dictaduras la diplomacia no sirve de nada. Hora de actuar. Acá estoy, en lo que sirva, para apoyar.