El 10 de enero 2025 debiera asumir el ganador de las presidenciales, pero todo indica que se concretará una falsificación, ya que no será Edmundo González, sino Nicolás Maduro, el perdedor, en lo que no es solo un robo electoral, sino un atentado a la democracia misma. En EEUU ni siquiera habrá asumido todavía Donald Trump como tampoco Marco Rubio como secretario de Estado, quienes lo harán el 20 de enero. Para servir de guía, lo mejor será no ver lo que ocurra a partir de entonces como algo totalmente nuevo, sino como la segunda etapa de un gobierno, sin embargo, la que definirá su legado, y cómo será recordado en la historia. Por ello, cambios habrá, lo que no se conoce son cuáles, y cuán profundos serán, aunque la preocupación en La Habana y Caracas debe ser grande.
Al respecto, a partir del 20 de enero, ¿cambiará la forma como se comporta Washington en la región? ¿Cuánto? ¿Será seguido por otros países o estará más bien aislado? ¿Será un número de países semejante a los que reconocieron a Juan Guaidó o seremos testigos de algo cualitativamente distinto? Al respecto, recordemos que solo una minoría de países han imitado el gesto digno del Uruguay de Lacalle, ya que hasta el momento, Rusia, Irán y China han demostrado ser más solidarios con su protegido que occidente con las fuerzas democráticas.
Todo lo mencionado ha tenido lugar en condiciones donde un muy importante elemento es relativamente desconocido para grandes audiencias, ya que esta vez la gran prensa en inglés, no insiste y a veces ni siquiera menciona el hecho que Venezuela ha sido virtualmente ocupada por Cuba, cuyos servicios de inteligencia tienen tal control, que las decisiones estratégicas se toman desde la época de Chávez en La Habana, uno de los factores que explica mejor que otros lo que ocurre en Venezuela. En otras palabras, cuando los demócratas venezolanos fueron capaces de probarle al mundo que Maduro había sido derrotado, no solo sorprendió a la dictadura caraqueña sino también al G2 cubano. Este dominio es incluso una novedad, ya que lo habitual en la historia ha sido que sea el país más rico el que domine al más pobre, y no al revés como ocurre en esta relación.
Dada la dominación ideológica de Cuba la pregunta es si se puede liberar Venezuela con la dictadura cubana instalada allí. Probablemente y con razón piensan en La Habana, que entonces esa nomenklatura sería la siguiente. Pero, ¿tendría algún efecto si la nueva administración les comunica aún antes de asumir que La Habana será responsabilizada?, mensaje que también será entregado a Rusia, aprovechando que viene un diálogo sobre Ucrania.
Dado lo anterior, ¿se estarán poniendo demasiadas ilusiones en lo que pueda hacer la nueva administración? Sin duda alguna, tiene la potencialidad como para significar un cambio notorio, un renovado interés en América Latina, ausente de la política exterior estadounidense desde hace varias décadas, con responsabilidades no solo de EEUU sino también de América Latina.
Por ahora, en EEUU hay un reconocimiento generalizado que los latinos no solo son la minoría más numerosa, sino que por vez primera se les reconoce una importancia política que antes no abundaba. Es decir, la novedad es la aceptación del voto latino a nivel nacional, y no solo en Florida o Texas, y que estos votos fueron decisivos en una barrida electoral no solo para presidente, sino también en senadores, representantes y voto popular.
A partir del 20 de enero, ¿qué esperar del presidente Trump y su política hacia la región, con nuevos encargados que deberán ser confirmados en el Senado, a no ser que la mayoría republicana les conceda una especie de fast track? Al momento de escribir esta columna no hay anuncios sobre lo anterior, además del hecho que los senadores son particularmente celosos de sus atribuciones. Todos saben que las prioridades estarán en Ucrania y el Medio Oriente, pero al menos se espera que EEUU recupere la disuasión perdida ante Caracas y que no se repitan situaciones como el engaño que le hiciera Maduro a Washington en Barbados, con incumplimiento total de los acuerdos por parte del chavismo, y sin consecuencias hasta el momento para los perpetradores. Lo que no se conoce, es el lugar donde normalmente se ubica el diablo, es decir, los detalles. Al respecto, ¿cómo actuará la nueva administración? ¿Será una negociación o un ultimátum? Si es lo primero, ¿serán vistos ambos países en conjunto o como entidades separadas?
En ese sentido recordemos el hecho que Trump acostumbra a personalizar la toma de decisiones en política exterior, aunque en este caso, la presencia después de mucho tiempo, de alguien como Rubio con un interés (y conocimiento) personal en el tema puede servir de contrapeso para una decisión que seguramente será tomada en La Habana, pero tanto Cuba como Venezuela han sido acostumbradas a siempre esperar algo a cambio, lo que es parte del deterioro disuasivo de la potencia.
¿Habrá posibilidad de un consenso en temas internacionales entre demócratas y republicanos, o incluso si se da, tomaría un tiempo que esta vez nada lo permite? Y el punto de partida es que al ser Venezuela el país con las mayores reservas comprobadas de petróleo, EEUU sufrió una derrota estratégica que todavía no reconoce como tal, y como quedó demostrado con la inauguración del muy moderno puerto construido por China en Perú para aprovechar la presencia tanto de Xi como de Biden en la cumbre de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacifico). La verdad es que EEUU no tiene hoy nada equivalente en infraestructura para ofrecer, con lo que paralelamente Beijing se ha transformado en el principal socio comercial de la mayoría de países de la región, una confirmación más que el mundo del siglo XXI es uno de varios actores, y donde el poder económico chino lo transforma en un rival muy distinto al que fuera la Unión Soviética en el siglo pasado, donde lo más llamativo no es tanto la arremetida china como la indiferencia de Washington durante tanto tiempo, situación que va a cambiar, pero al día de hoy no se sabe cuánto, como también si existiendo la voluntad para actuar, si EEUU la tiene para utilizar todos los considerables recursos de los que dispone.
Decimos lo anterior, ya que hasta el momento no ha existido la voluntad de confrontar a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua por la forma como usaron a la inmigración ilegal como arma política contra EEUU, sin que, por ejemplo, se terminaran los beneficios que tratados de libre comercio conceden a Managua y también a Tegucigalpa. En el mismo sentido, todavía no se clarifica si Washington exigirá una mínima consecuencia a los países que dicen ser sus aliados en la región, al menos acabando con que no pase nada si se ofende a EEUU y sus autoridades como por ejemplo ocurrió en la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Los Ángeles en junio 2022, presencialmente por parte de Boric o por aquellos dirigentes como AMLO que simplemente no asistieron porque no se invitó a Cuba, descortesía que no se hubiera hecho probablemente a Xi en alguna reunión internacional donde Beijing fuera la sede.
Regresando al tema de fondo, en las nuevas condiciones, la “máxima presión” contra Venezuela ¿incluye el uso de la fuerza? Al parecer no hay nada semejante en carpeta como tampoco lo hizo Trump en su gobierno anterior, por lo que ese debiera ser el punto de partida para todo análisis, aunque, por cierto, no necesariamente, el de llegada.
Agreguemos que el rol del embajador Abrams como una especie de autoridad delegada para el caso de Venezuela debiera servir para tener prudencia y serenidad en las expectativas, toda vez que hay que recordar, que tanto Duque de Colombia como Piñera de Chile fueron invitados a la ciudad de Cúcuta en la parte colombiana de la frontera, ya que la prensa internacional aseguraba que había algún tipo de entendimiento con el ministro de Defensa Padrino López para una especie de golpe de Estado contra Maduro. Sin embargo, en definitiva, nada ocurrió, ya que generales y almirantes habría prefirieron seguir hasta hoy en el Cartel de los Soles, en vez de correr el riesgo que si había cambio de régimen, les fuera aplicada legislación internacional de Derechos Humanos, por su comprobada participación en la represión de sus compatriotas.
Quizás el entusiasmo se justificaría por la presencia del senador Rubio en el Departamento de Estado, pero este ha dicho más de una vez que colocará primero a los intereses de EEUU por sobre sus deseos personales. Y al respecto, el caso del petróleo puede servir de ejemplo, ya que mucho ha disminuido su producción, tanta que Caracas hoy no es un actor de primera línea, en condiciones que Trump se propone que la producción de petróleo en territorio de EEUU sea de tal modo relevante como consecuencia de la disminución de impuestos, mayor inversión y menor cantidad de regulaciones, que Washington tenga también figuración en la fijación del precio, si logra convertirse en el principal productor, además de defender al dólar, para que siga como única moneda de compraventa.
Aunque no haya asumido todavía, el nuevo e importantísimo factor es que el voto latino es de creciente importancia para definir elecciones dentro de EEUU, lo que se reconoce en designaciones como la del senador Rubio, aunque no hay evidencia alguna de que las cancillerías latinoamericanas tengan una estrategia para utilizar a su favor lo que ha ocurrido. Por ahora, Trump está haciendo lo que ofreció en campaña.
Retomando lo que señalábamos en los primeros párrafos de esta columna, que para entender lo que pasa en Venezuela, es imprescindible comprender que Cuba ocupa y controla, lo que a partir del mismo Chávez existe un elemento de traición por parte de quienes en Caracas han permitido la usurpación de la soberanía nacional por parte de un país extranjero.
No siempre fue así, ya que, en noviembre de 1961, el presidente Rómulo Betancourt anunció el rompimiento de relaciones con Cuba en nombre de la doctrina que llevaba su apellido, y que consistía en no tener relaciones diplomáticas con gobiernos que habían llegado al poder por medios distintos a los electorales. Esto fue antes del conflicto de EE. UU. con la URSS, por la instalación de armas nucleares en la isla, la vez que el mundo estuvo más cerca de la destrucción en los 13 días de octubre 1962.
Con anterioridad, Venezuela había votado en enero de ese año para expulsar a Cuba de la OEA y en julio de 1964 solicitó la imposición de sanciones después que armamento fuera descubierto en una playa venezolana para uso de la guerrilla castrista de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Y aún más grave sería el desembarco de Machurucuto, donde en mayo de 1967 el ejército frustró una invasión que incluía oficiales cubanos para fortalecer la guerrilla de Douglas Bravo, que intentaba derrocar al gobierno democrático de Raúl Leoni.
¿Por qué actuaba así Cuba? Por la misma razón que condicionaría la relación entre Chávez y Castro, el petróleo. Ninguna novedad, toda vez que el primer viaje de Castro al extranjero fue a Venezuela el 23 de enero de 1959, donde fue recibido como héroe continental. En ese viaje, Fidel se reunió con Betancourt, le pide un préstamo y le propone un acuerdo en el que Caracas vendía petróleo a Cuba a precio preferencial, tampoco ninguna novedad. Sin embargo, Betancourt se niega, lo que explica la evolución posterior de los acontecimientos, incluyendo la agresión armada. Al menos desde entonces es posible observar una constante en Castro: su deseo de que la riqueza petrolera venezolana fuera funcional a la revolución. Esa puerta sería abierta por Hugo Chávez para que Castro se llevara hasta los muebles de la casa.
Ello ocurrió en dos etapas, la primera poco después que el rostro de la revolución bolivariana fuera liberado de la cárcel, donde en diciembre de 1994 visita Cuba, siendo recibido por Fidel con honores de jefe de Estado, a pesar, que el propio Fidel personalmente había denunciado en 1992 su intento de golpe de Estado, lo que iría a cambiar después de su hasta hoy difícil de entender indulto por Rafael Caldera, como tampoco hay una buena explicación de por qué en Cuba, Fidel fue beneficiado y dejado en libertad después de su asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.
La segunda etapa viene inmediatamente después del fracasado golpe de Estado opositor del 2002, donde claramente Chávez buscó el respaldo cubano para mantenerse en el poder. En la transacción entregó la propia soberanía de Venezuela. A partir de entonces, Cuba recibiría muchos barriles de petróleo y el control del país vía el G2, la agencia de inteligencia cubana, con acceso a revisar todos los resortes del poder, incluyendo al personal militar, cuyo ascenso, remoción o prisión dependerá de ese escrutinio, además de su comprobada experticia en la represión de su propio pueblo.
Por cierto, también La Habana enviaría programas sociales y médicos para asegurar la lealtad de los votantes. En este periodo, Castro se convertirá en mentor de Chávez, y según los testimonios de testigos, se establece un dominio personal, en el cual influyen el carisma y la manipulación de un Castro mucho más experimentado y astuto, lo que fue ayudado por la inseguridad de Chávez, según han escrito personas cercanas a ambos.
Hay abundantes testimonios que al final Chávez permaneció en La Habana, inhabilitado físicamente por su enfermedad, y que en definitiva fueron los cubanos quienes decidieron que sería reemplazado por Maduro y no por Diosdado Cabello, a quien, según la legalidad chavista, el cargo le correspondía en nombre de la Asamblea Nacional, al ser el titular del poder legislativo. Aún antes, en mayo del 2008 en una visita como ministro de Relaciones Exteriores, Maduro había descrito las relaciones entre ambos países como “de una fraternidad profunda, duradera y estratégica, mediante la cual nos hemos convertido en un solo pueblo, una sola nación”.
La pregunta para la cual no se ha adelantado respuesta, cuando puedan asumir el poder los demócratas en Venezuela que harán ante actos que configuran sin duda alguna el delito de traición. ¿Habrá juicios?
Hemos sido testigos de una relación que no solo transformó a Venezuela en el benefactor que Cuba necesitaba después de la URSS, sino que también el dinero venezolano le dio un nuevo aire político, concediéndole a La Habana aún más poder, en el sentido que lo que era solo subversión cubana se convirtió en castrochavismo con dinero venezolano. El régimen cubano sobrevivió y también aumentó la cantidad de dictaduras, además que con la ayuda de Lula y el Grupo de Sao Paulo tuvo presencia en toda la región, lográndose en una Cumbre de Las Américas (Mar del Plata, 2005) que se frustrara la propuesta de EEUU para un área de libre comercio en la región.
La forma como se facilitó la penetración cubana a Venezuela no es muy distinta a lo que hiciera la quinta columna noruega, para ayudar a que la Alemania nazi ocupara ese país escandinavo en la Segunda Guerra Mundial. Es una historia que deja mal parada a América Latina por su componente de violación de derechos humanos y mal también a EEUU como potencia, es decir, todos reprueban por la forma como retrocedió la democracia, socavando los avances logrados en la región, motivo adicional para que se incorpore como delito contra la democracia en alguna reforma futura de la Carta Democrática de la OEA.
Hay que denunciar el rol que juega la ocupación cubana de Venezuela, de tal modo importante para la supervivencia de ambas dictaduras, que todo indica que esa influencia será usada para mantener a Maduro en el poder. En EEUU el cambio de gobierno es una oportunidad para que se entienda que debe actuar. Si en el pasado, no lo ha hecho, ¿lo hará ahora? Y las dudas que han surgido, tienen como fundamento a la utilización que han hechos estas dictaduras de la inmigración ilegal como arma.
No sabemos si se dará un cambio de la magnitud que el exilio venezolano desea. Sin embargo, de todas maneras, hasta ahora, el cambio en EEUU ha tenido un discurso que permite razonablemente esperar diferencias muy concretas con el gobierno del presidente Biden.
Por otro lado, todavía resuenan las palabras pronunciadas por Martin Luther King en los 60s, que “para hacer lo correcto, siempre será hoy el momento indicado”.
Máster y PhD en Ciencia Politica (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)