“Questo Papa è diverso”. Esa es la manera como una guía de los Museos Vaticanos describió al papa Francisco. Al preguntarle cual sería en su opinión el legado de Francisco, se encogió de hombros y afirmo: “Desechó las habitaciones papales y vive en un pequeño hotel. Pero no ha tomado partido en ninguna causa visible”.
Estas palabras me llevaron a reflexionar si realmente existe un legado del Papa Francisco. En primer lugar, intente formarme un criterio contrastando la obra de Francisco con la de sus predecesores.
Comenzando con San Juan XXIII, más allá de su canonización, la iglesia católica que recibió Paulo VII había dejado atrás los complejos vericuetos litúrgicos para iniciar un periodo de dialogo directo entre el sacerdocio y los fieles y estos con Dios.
Paulo VI, el Papa Peregrino, fue el primer pontífice en viajar por avión recorriendo los seis continentes en un esfuerzo pro unir a la cristiandad bajo un solo emblema “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.
El Papa Juan Pablo II será recordado por su lucha sin cuartel contra todas las formas de autoritarismo en el mundo y su defensa de la democracia. Durante su papado, el sistema comunista implantado por la URSS en su tierra natal Polonia, colapsó. Fue además el primer Papa no italiano en 445 años.
Benedicto XVI fue un de los más dilectos teólogos del mundo. Sus esfuerzos por colocar a dios en el centro del universo de la vida moderna trascendiendo religiones le gano la cercanía, el respeto y la admiración de otras iglesias incluyendo la judía, algunas islámicas, la ortodoxa y la copta.
En su encíclica Caritas in Veritate, el Papa Benedicto XVI dijo ”todo tiene su origen en el amor de Dios, todo está conformado por él, todo se dirige hacia él. El Amor es el don más grande de Dios a la humanidad, es su promesa y nuestra esperanza.” También le recordaremos por haber renunciado al papado cuando constato que sus fuerzas habían dejado de acompañarle y se retiro a reflexionar en la oración.
El Papa Francisco inicio su reinado con signos de que ejecutaría cambios. Para comenzar simplificó los procedimientos de atención al pontífice reduciendo el numero de asistentes y de rituales para el apoyo de su persona. Impuso un protocolo más ligero y escogió por nombre el del santo más dedicado a los pobres que exista en la historia de la Iglesia Católica.
También ha dado señales de querer profundizar el legado de Paulo VI, en el sentido de unir a todas las iglesias del mundo bajo el signo de un solo dios. Sin embargo, todos estos gestos no se han concretado en políticas que aseguren que el Vaticano funcionara con menos pompas cuando el sea llamado por Dios.
Tampoco ha creado los puentes y eslabones necesarios para mantener la unidad del culto a Dios inter-iglesias y por esa via fomentar el entendimiento entre los seres humanos. De allí que posiblemente sea recordado por su comportamiento diferente mas no por un legado histórico que no se ha ocupado de construir.
Y en este aspecto el Papa Francisco revela su identidad latinoamericana, región donde la construcción institucional ha sido relegada a un segundo plano mientras se privilegia la movilización y las soluciones “extrainstitucionales” a los problemas que afectan el desarrollo.
Se trata de una región donde la narrativa tiene mayor peso que la operación y donde el progreso es un ejercicio diseñado por los pocos sin la participación de los muchos y sin directrices de sentido y de orientación. Y ese bagaje quizás sea lo que defina el legado del Papa Francisco.