Solo días antes del 5 de noviembre se me aclaró lo que podría pasar en EEUU, pero todavía seguía siendo intuición, intuición masculina más que certeza. Había encuestas locales para todos los gustos, incluso alguna muy perdida en Iowa, pero las nacionales, todas, indicaban empate. Se me empezó a clarificar con datos más duros. Fue así como surgió información acerca de un tema al que recién se le prestaba atención, el masivo aumento del voto republicano adelantado o por correo, toda vez que el 2020 no lo hicieron, esa vez, por petición de Trump. En EEUU se sabe porque la gente puede inscribirse como militante de uno de los partidos o como independiente.
Aún más clarificador era que en algunos de los estados que se esperaba que definieran la elección como Pennsylvania, eran muchos más los que habían dejado de ser demócratas para inscribirse como republicanos que al revés, y en varios estados de los fronterizos eran candidatos demócratas los que en sus avisos decían en los últimos días que estaban disponibles para trabajar con Trump en el tema de la inmigración ilegal. Se agregaban otros hechos, como que la distancia a favor de Trump seguía creciendo en el mercado de apuestas, que ha adquirido respeto por diversos aciertos, y por el hecho que la gente no solo entrega opinión, sino que está dispuesta a poner su propio dinero. Además, era llamativa la cantidad de gente que acudía a escucharlo a decir esencialmente las mismas cosas, y lo esperaban por horas, a pesar de que no había grandes figuras del espectáculo.
Sin embargo, seguía predominando el hecho que las encuestas nacionales pronosticaban el empate. Como todas decían esencialmente lo mismo, me había limitado a leer la información que copaba titulares, por lo que eso pensaba hasta que se me abrió la mente, cuando decidí revisar en detalle una de ellas, y ahí me di cuenta de que como podían moverse hasta 3% a favor o en contra, pero también si se sumaban esas situaciones, alguna candidatura podría arrasar, lo que se repitió con otras dos encuestas. A mayor abundamiento, recordé que presidentes que se reeligieron como Reagan y Obama, en una de las veces, habían largamente superado a su rival, ganando la mayoría de los estados, pero no por mucho, por poco más del 50% en varios casos. Por lo tanto, el empate también podría significar un triunfo arrollador.
Y esta vez todo indicaba que el favorecido podría ser Trump, que era el último que había arremetido, y un principio básico de las encuestas, es que al igual que en la hípica, el candidato o la jinete que arremete al final es casi siempre el que gana, además que a Trump le favorecía el tema que técnicamente se llama el “espiral del silencio” que afecta a políticos que tienen mala prensa, y que también lo había sufrido tanto el 2016 como el 2020, aunque por cierto en menor escala, en el sentido, que los encuestados, muchas veces temen a la reacción y no se atreven a decir el nombre de su preferencia públicamente, aunque estén seguro de votar a ese candidato/a.
Eso ocurre, aunque estén bien hechas, y como se sabe, hoy producen desconfianza en su dificultad para pronosticar resultados. Yo, por lo menos no olvido al director de un Diploma de postgrado europeo en Encuestas Políticas que repetía que servían para todo, menos para anticipar ganadores.
Sin embargo, nada preparaba y por eso nadie advirtió, lo que en definitiva iría a ocurrir. No solo un triunfo, sino una barrida de post temporada de la NBA, ya que Trump triunfó en número de Estados, en el voto popular, en los estados llamados bisagras, en el colegio electoral. También logró aumentar prácticamente en todo grupo social, étnico o etario, salvo en mujeres con educación universitaria.
En lo personal, me llama la atención que casi todos piensan en el gobierno que asume Trump el 20 de enero va a ser una repetición exactamente igual que el anterior. La verdad es que creo que puede ser una visión equivocada y quizás es mejor verlo como el segundo mandato, es decir, como todo presidente que tiene dos periodos y que, en el último, lo que más le interesa es como va a quedar en los libros de historia, es decir, su legado, aunque, por cierto, el triunfo fue tan arrollador que en EEUU podrían estar por primera vez las bases para un populismo como en otros lugares, aunque no creo que ese sea el propósito de Trump, como tampoco ser ejemplo de nada a nivel internacional, aunque habrán imitadores.
“Make America Great Again, MAGA, " ni siquiera es de ahora, sino que viene de la época de Reagan. Sin embargo, Trump puede ser visto tanto como el creador de un movimiento como también como alguien que encontró a la mitad del país cansado por una situación donde no creían estar suficientemente bien representados, y algunos, sobre todo, en los sectores rurales, se sentían como ciudadanos de segunda categoría, en relación con la elite de las grandes ciudades.
No solo ganó Trump en lo personal, ya que colectivamente los republicanos triunfaron en gobernadores, senadores, gobiernos locales, y al momento de escribir esta columna, se acercaban al número que les permitiría controlar también la Cámara de Representantes, que es la que aprueba el presupuesto y el dinero para el resto del gobierno.
Y no es el mismo partido Republicano, ya que el debate interno, después de la derrota del 2020, fue resuelto en casi todas las primarias a favor de Trump y del movimiento Maga. Es además un partido, mas parecido hoy a la diversidad de EEUU, ya que ha aumentado el número de minorías como latinos o afroamericanos, además de jóvenes y mujeres, como también de dirigentes sociales.
No hay duda de que se votó también en contra de los demócratas, que no solo perdieron electoralmente, sino también culturalmente. Hubo sin duda un voto en contra de ellos, como el partido de la interseccionalidad, de la superioridad moral. Ni siquiera fue la crítica a sus adversarios, ya que ello era parte del juego en un país dividido. Sin embargo, se equivocaron los demócratas en la descalificación a quienes votaban por Trump, es decir, norteamericanos comunes y corrientes, repitiendo el error de Hillary de llamarlos “deplorables”.
¿Qué pasará con el partido Demócrata? Sin duda, viene un periodo difícil de búsqueda de culpables y de responsabilidades. Pero ¿hasta dónde alcanzará? ¿Dónde se detendrá? ¿Llegará hasta Obama? Recordemos que Obama apareció y triunfó en su oportunidad en forma tan sorpresiva como Jimmy Carter o como Trump. De ninguna parte se decía, pero alcanzó estatus de celebridad con enorme velocidad, tanto que acostumbraba con buen humor a reírse de su Premio Nobel de la Paz, recibido cuando apenas había asumido y nada había hecho a favor o en contra, ni bien ni mal.
La alianza de Obama con Clinton en el gobierno le dio tal y duradero control del partido, que se decía que el gobierno de Biden era la tercera etapa de su administración, como también se atribuía a él que Kamala hubiese llegado a la vicepresidencia, debido a que en aquel entonces se decía que no era santo de la devoción presidencial, toda vez que, en las primarias del 2019, acusó a Biden de haber sido alguna vez racista.
El debate al interior de los demócratas ¿terminará con el predominio actual de Obama? La verdad que no lo sabemos ya que lo fundamental no fue el rol de Obama en estas elecciones, desde el momento que en el Congreso partidario fijó una posición muy celebrada y razonable, como también fue de los últimos en apoyar a Kamala en esta oportunidad, desde el momento que pensaba que debía ser legitimada de alguna forma en algún tipo de primaria, sobre todo, por la forma como Biden fue removido de la candidatura, después de haber recibido tantos votos en las primarias, mas bien como candidato único.
Mucho mas importante para volver a sintonizar con la mayoría del país es que los demócratas recuperen su matriz, entre liberal y socialdemócrata que los caracterizó al menos desde los Kennedy. Sobre todo, perder el exceso de wokismo, a mi juicio, la razón fundamental de desconexión con el resto del país, y alejamiento de sus raíces, quizás también de la molestia que condujo a que perdieran la alianza arcoíris de minorías étnicas y mayorías sociales que ahora se alejaron, exactamente la alianza que los llevó al triunfo con Clinton y con Obama, y sin la cual, probablemente no pueden ganar.
No solo fueron derrotados los demócratas, ya que, al ser también un triunfo cultural, las listas de derrotados incluyen a Hollywood, por la larga lista de figuras muy conocidas y con millones de seguidores en redes sociales que dieron entusiasta apoyo a Kamala Harris. Sobre todo, la prensa, los grandes medios de comunicación, que estuvieron abrumadoramente en contra de Trump, no solo desde ahora, y a quienes esquivó del todo, basándose en pocos y fieles medios tradicionales como Fox News en el cable, pero, sobre todo, las redes sociales y los podcasts, fundamentales para su comunicación masiva, y donde tuvo éxito, permitiéndole además capitalizar su inversión, haciendo mucho dinero con Truth Social, una red social de su propiedad que popularizó.
¿Tuvo razón Biden que insistió hasta el final que era mejor candidato que Harris? De lo que no debe haber discusión es que la forma poco elegante y hasta poco democrática en la que fue bajado, debe ser todavía una herida abierta, la cual recibió sal encima con la manera poco deferente en que fue tratado en la Convención partidaria. ¿Fue Kamala una mala candidata? No lo fue, al menos no en el sentido que claramente lo fue Hillary. Si fue una candidata que no hizo una buena primaria el 2019, tanto que no obtuvo delegados, siendo la primera en retirarse. Ni siquiera obtuvo el voto afroamericano el que acompañó al igual que los grandes nombres al vicepresidente de Obama en la disputa interna, es decir a Biden.
Si fue una candidata que cometió errores. Y muchos. No solo en la excesiva confianza en las encuestas, ya que ello fue un elemento atribuible a la campaña más que a ella. Si cometió el error de no dar entrevistas el primer mes, cuando todavía era insuficientemente conocida como también erró al responder una y otra vez las preguntas con generalidades, desde el momento que los temas dominantes fueron los mismos siempre, tales como la inflación o la inmigración ilegal donde no propuso soluciones, no al menos que marcaran tendencia. Por lo demás, no logró diferenciarse de Biden como también hizo poco sentido que hablara de muchas cosas que haría desde el primer día como presidenta, pero el contraargumento fue el obvio, ya que, si tenía la solución, ¿por qué no lo había intentado o sugerido en los tres años y medio que llevaba como vicepresidenta?
Así como el error de Trump ha sido siempre hablar demás, el de Kamala fue hablar demasiado poco, al menos sin telepronter. Intercambiaron eso si muchos insultos, con una diferencia, que a Trump no le afectan, ni darlos ni recibirlos, mientras que a Kamala no le hicieron bien. De hecho, su mejor momento fue sin ellos, en el único debate, el que le ganó a Trump, pero que no tuvo impacto alguno en la elección misma.
El resultado también muestra que fue un error la selección de su vicepresidente, quien le restó en vez de sumar. No sabemos si con el gobernador Shapiro de Pennsylvania le hubiese ido mejor, además que no tenía obligación alguna de seleccionarlo si no le gustaba. Pero, le causó daño el hecho que quedó la sensación que no había tenido posibilidad alguna, debido al hecho que era un judío que además apoyaba públicamente a Israel, toda vez que se pensaba en sectores del partido que la guerra de Gaza le iba a quitar votación de origen árabe.
La derrota cultural más que política del partido Demócrata abre un compás de espera. De hecho, los referéndums en materia constitucional en varios estados y los habituales plebiscitos sobre materias muy diversas muestran que EEUU podría estar (y recalcamos el condicional) ingresando a un periodo de predominio cultural conservador, en sintonía con la actual Corte Suprema, ya que en varios lugares (ej. Florida) temas relacionados con el aborto o la legalización de la marihuana no obtuvieron el mínimo para su aprobación, siendo, por lo tanto, rechazados. El cambio puede ser profundo, y de durar años, un reacomodo será obligatorio, difícil y prolongado.
Sin ir más lejos, las cifras preliminares a través del país muestran cambios en relación con elecciones anteriores, pero muy parecido a lo que ha ocurrido en varias elecciones recientes (último año y medio) en Europa y América Latina, lo que no debiera llamar la atención, por tratarse de un mundo globalizado. Sin embargo, nunca deja de sorprender cuando uno cita estos hechos, por tratarse de EE. UU. y la idea de ser un país totalmente distinto, lo cual no siempre es cierto. Y ahora no lo es. Así, en el voto de género, donde un mayor número de mujeres vota por la izquierda en relación a los hombres, quizás por el aborto, a diferencia de hombres haciéndolo más por conservadores que mujeres, al igual que el voto etario, donde jóvenes se unieron en mayor cantidad a posiciones conservadoras a diferencia de sus padres, tal como ocurrió con Milei en Argentina y ahora, con Trump, quien también subió su votación entre latinos y afroamericanos, sobre todo en hombres.
Lo claro es que felizmente no ha habido violencia a diferencia del 2020, tanto el ataque al capitolio como la violencia de signo opuesto que apareció en lugares como Seattle o Portland en el verano estadounidense del 2013. La democracia estadounidense no parece estar en peligro y la salva su constitución y sus instituciones, es decir, la república.
Lo que tiene que superar es lo que he llamado la latinoamericanización de su politica, es decir, temas que son habituales al sur del rio Grande, lo peor y no lo mejor, es decir, polarización, ataques surtidos, ya que ni Kamala es comunista como tampoco Trump es nazi, judicialización, donde a los tribunales se les pidió resolver diferencias que en democracia las deciden las elecciones, sobre todo, la incapacidad de llegar a acuerdo en nada, contrario a la historia del país, malo para cualquier nación, pésimo cuando se trata de la superpotencia.
¿Presenciaremos una disminución de la polarización? Si así fuera, la potencia se encontraría en camino de la recuperación de sus mejores tradiciones. Si no, una casa que siga dividida, puede ser el principio de la pérdida de su sitial de principal superpotencia, sobre todo, por tratarse de China.
Quizás acertijo, quizás enigma, pero uno u otro, empezará a clarificarse a partir del 20 de enero.