Estamos a una semana de las elecciones en Estados Unidos, y lo que sus ciudadanos decidan va a tener un gran impacto en el mundo. No en mundo en paz, en un momento tranquilo, sino en un mundo con Europa invadida, con una guerra soterrada (cada vez más abierta) en el medio oriente, con una disputa muy agresiva por el mar del sur de China, con acciones pseudo bélicas en contra de Filipinas y de Vietnam y bélicas en contra de Taiwan.
Algunos expertos y analistas internacionales comparan este momento con los años 30, el preámbulo a la Segunda Guerra Mundial, y describen cinco elementos similares de entonces a hoy. El primero son los conflictos regionales, que entonces eran la guerra civil española, donde lucharon hasta los alemanes, como Corea del Norte hoy en Ucrania; la invasión de Etiopía por parte de Italia y la de Manchuria por cuenta de Japón.
El segundo eran las sociedades polarizadas en la Europa de entonces, que dieron paso al fascismo y al nazismo. ¿Polarización hoy? No es sino ver las recientes elecciones en Europa y la campaña en Estados Unidos para contestar con total certeza, sí. El tercero, muy relacionado con el anterior, era el uso de propaganda para manipular la opinión pública. Entonces, sin redes sociales y con cineastas como Leni Riefenstahl y expertos en esa materia, como Joseph Goebbels. El fin era y siempre será el mismo.
El cuarto eran las alianzas y la creación de bloques, como el eje Roma-Berlin o el pacto Anti-Komintern, firmado por Alemania y Japón para oponerse el comunismo; en 1937 se unió Italia y en 1939, España y Rumania. Hoy, claramente, hay dos ejes: el de las dictaduras (China, Rusia, Irán, Corea del Norte) y el de las democracias (Estados Unidos, Europa, Japón, Australia y la OTAN, entre otros). El quinto es el rearme, que es algo que China encabeza y que ha puesto a Occidente en jaque. El envío de equipos militares de Irán, China y Corea del Norte a Rusia para su guerra en Ucrania quizás es el equivalente al rearme de Alemania, Rusia, Italia y Japón en los 30.
En este dificilísimo momento geopolítico hay un sentimiento de aislacionismo en Estados Unidos, similar al de los años 30, y, lo más grave, con muchas posibilidades de que aumente. El candidato republicano lo ha expresado con mucha más vehemencia, pero el mismo sentimiento se da en el Partido Demócrata.
Vamos a los candidatos, que es lo que nos debe interesar en el análisis. Trump ya sabemos de cierta manera para dónde va, pues el mundo vio sus primeros cuatro años de presidente. La respuesta es incertidumbre y política exterior ad hoc. Veríamos una política exterior en la cual es muy probable que acabe con la ayuda a Ucrania y le entregue ese problema a Europa, lo que no está mal, dependiendo de cómo se haga. Es muy probable que refuerce la relación con aliados del Medio Oriente, como Israel, Arabia Saudita y los países del golfo, manteniendo una línea dura hacia Irán. Su política hacia China va a ser de confrontación comercial y tecnológica.
¿Y el multilateralismo y América Latina qué? Frente al primero, sería de desconfianza, en especial con la ONU, pero incluyendo de cierta manera a la OTAN. La verdad, Trump tiene razón cuando le pide a sus aliados que se recuesten mucho menos en Estados Unidos para su defensa y la asuman mucho más con su propio presupuesto. Y en América Latina, los principales temas van a ser migración, acciones para contrarrestar la presencia y la influencia de China en la región y la confrontación con las dictaduras socialistas y comunistas de la región, Cuba, Nicaragua y Venezuela en especial.
Las diferencias de Trump con Kamala Harris son profundas. La primera es que ella sí pretende actuar con las instituciones multilaterales y a través de las alianzas tradicionales que ha tenido Estados Unidos. La política hacia China puede ser menos enfática en los temas comerciales, pero mucho más dura en temas de derechos humanos, sin tener efecto alguno, si no es acompañado de sanciones.
Contrario a Trump, el tema del cambio climático va a estar en la mitad de su agenda de política exterior. En Medio Oriente es muy posible que Israel pierda la incondicionalidad de su principal aliado. En el Partido Demócrata la influencia de la extrema izquierda y su apoyo irrestricto a Palestina va a tener impacto en esa relación. El inmenso apoyo del expresidente Barack Obama en la campaña va a tener su costo, y es posible que reviva dos de los temas pendientes de esa administración: el acuerdo con Irán y la apertura hacia Cuba.
¿Y América Latina qué? Su anterior jefe, Joe Biden, fue un desastre para la región, y es muy posible que en una administración Harris la dictadura de Maduro se consolide y se levanten las sanciones, con la esperanza de una apertura política, como lo hicieron infructuosamente en esta administración. La migración va a ser igualmente un tema fundamental, pero no debemos olvidar que el presidente con más migrantes expulsados de Estados Unidos ha sido Barack Obama. La política hacia la influencia de China en la región va a ser menos confrontacional, pero similar a la de Trump. En comercio y en nearshoring puede ser más abierta que Trump.
Lo cierto es que América Latina solo existe por un tema, la migración. No somos prioridad en ningún sentido, aunque si llega Bernie Moreno al senado habrá para la región, pero en especial para Colombia, un gran aliado. De todas maneras, la expectativa mundial frente a las elecciones es inmensa. Tan grande como la incertidumbre frente a sus consecuencias para la estabilidad mundial