Crecí en un ambiente intelectual en el que con frecuencia se repetía el slogan Yankees Go Home. En la universidad, las pancartas con este slogan eran más abundantes que las que describían la razón de la protesta. Debo sin embargo registrar que en América Latina no estábamos innovando. El slogan nació en Alemania Oriental en 1950 en una manifestación estudiantil contra el Plan Marshall. Y todos sabemos el final de esa historia. Europa reconstruyó su infraestructura de comunicaciones y producción, venció la pobreza y logró acercarse económicamente a Estados Unidos en términos de PIB, que hoy representa 19.350.000 millones de dólares.
Mientras tanto, en las riberas occidentales del Atlántico, los establecimientos estudiantiles, intelectuales y políticos hicieron suyos este slogan que solo ha servido para detener toda posibilidad de progreso en el continente americano. Porque ha creado un parteaguas cultural que rechaza a priori todo lo que emana de los Estados Unidos, dificultando enormemente el logro del desarrollo. Prueba de ello fue el rechazo de América Latina al segundo pilar del proyecto Iniciativa de las Américas lanzado por el presidente George H. Bush. El proyecto, cuyo único objetivo era sacar a la América Latina del maléfico ciclo de auge y caída con cúmulos inmanejables de deuda, fue destruido por los países de América Latina al rechazar la creación de una zona de libre comercio de proporciones regionales cuyo potencial de desarrollo rozaba los 20.000 millones para este año. Es decir, que de haberse creado la zona de libre comercio de las Américas, el producto regional de América Latin sería hoy 20.000 millones en lugar de los 5.860 que hoy reporta. Esto significaría una reducción de la pobreza a la mitad de lo que es hoy y una capacidad de financiación de los servicios de educación y salud 30 veces lo que es hoy. Ante tan cálida acogida, los yanquis por supuesto decidieron abstenerse de hacer otras propuestas de desarrollo a la región y dedicarse a sus crecientes problemas domésticos.
En estas primeras décadas del siglo XXI nuestra región carece de opciones de desarrollo firmes que no estén vinculadas a la consolidación de la economía digital en Estados Unidos. Porque si bien es cierto que el crecimiento de las naciones asiáticas (China, India y los Hong Kong; Singapur; Taiwán y Corea del Sur) impacta positivamente la demanda de productos alimenticios a de esas naciones, también lo es que hoy América Latina tiene competencia en este terreno. La región hoy ha perdido las ventajas de ser el principal y mejor proveedor. Las naciones de África han invertido en la tecnificación de su agricultura y el desarrollo de especies ecológicamente sanas. De manera que ese continente aflora como competidor de la región en materia de exportaciones agrícolas. En segundo lugar, los africanos y los asiáticos le han dado mayor importancia a la infraestructura económica y comercial que los latinoamericanos. En Brasil solo seis de sus puertos califican como puertos de punta en términos de tecnología y sistemas de gerencia. Con 7.100 millas de extensión, la costa de Brasil pudiera ser un mejor conducto para las exportaciones si se invirtiera en la mejora tecnológica de al menos 16 de sus 23 puertos. En términos de vías de comunicación, sólo México y la Venezuela pre Chavez habían logrado cubrir las necesidades de transporte de sus economías. Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Paraguay carecen de una infraestructura vial moderna.
Ante estas falencias, muchos países de la región —México incluido, a pesar de AMLO— ven en Estados Unidos una fuente segura de inversión. Pero como consecuencia de las seculares actitudes antinorteamericanas, creo que las naciones de América Latina están a punto de tener una sorpresa. Los estadounidenses decidieron irse a casa. Ahora prefieren invertir en su propio país o en las naciones de Asia, donde los rendimientos son muy superiores a los de América Latina. Y en la medida que el sentimiento popular doméstico siga prefiriendo el aislacionismo en esa misma medida, las corporaciones americanas preferirán realizar inversiones que impacten directamente la profundización de la economía digital. En el terreno de la política, el proceso de regreso a casa es más que evidente. La última Cumbre de las Américas fue realmente bochornosa por el comportamiento de muchas naciones latinoamericanas y eso ha decretado la muerte de esa iniciativa. Ya en la época de la administración Trump, el encuentro se llevó a cabo sin la presencia del presidente de los Estados Unidos. Hoy los mejores recursos diplomáticos se despliegan en Europa Oriental o en Asia. También la atención de Estados Unidos hacia África se ha incrementado en la última década producto del lobby de los afronorteamericanos. En materia de defensa y protección de la democracia, el repliegue de Estados Unidos es evidente. En Venezuela campea una autocracia criminal que está siendo copiada por Nicaragua y a las cuales acompaña Bolivia sin que las naciones de América Latina tengan la menor iniciativa para enfrentar el flagelo. La OEA marcha manga por hombro y el crimen organizado ya gobierna en Haití. En síntesis, el repliegue de Estados Unidos está impactando negativamente el desarrollo y la estabilidad política en América Latina. Lo que nos recuerda el famoso proverbio chino: “Teme lo que desees porque se puede hacer realidad”.