La respuesta israelí a Irán, ¿acerca o aleja la guerra regional?

Sin duda los planificadores lo vieron como preparación de algo más profundo y amplio, probablemente un asalto posterior, una vez que no exista duda que Teherán se acerca a su ansiada bomba atómica

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Una vista de Teherán, momentos
Una vista de Teherán, momentos después de los ataques israelíes contra posiciones militares del régimen persa (Majid Asgaripour/WANA via REUTERS)

Se demoró Israel, no fue inmediato, pero atacó a Irán en fecha cercana al aniversario hebreo del ataque de Hamas del 7 de octubre, lo que no tuvo mayor impacto en la posibilidad de una guerra regional, algo que ha sido repetido una y otra vez desde el primer día, sobre todo, por quienes menos conocen la región, y que hasta el momento no se ha materializado, ni parece que lo vaya a hacer.

Según Netanyahu fue “preciso y poderoso”, preciso fue, pero no existe información suficiente para determinar cuánto daño causó o si logró disuadir a Teherán, y solo como guía está la declaración del ayatola Jamenei, el líder supremo, cuyos comentarios recientes fueron cautelosos en el sentido que “no debe exagerarse ni minimizarse”, lo que se agrega a su descripción anterior que lo calificaba de “error de cálculo”, lo que no fue, ya que correspondió a una decisión meditada.

La respuesta israelí tuvo dos características, y aunque se niegue en Tel Aviv, no hay duda de que la primera fue el consenso que había que hacerlo caso a EEUU, quien pidió públicamente que no se atacara ni el programa nuclear ni la producción petrolera. Después de un periodo donde Israel no respondía o a veces ni siquiera informaba, como fue el caso de la eliminación de Nasrallah en el Líbano, esta vez hubo frecuentes consultas con Washington, a pesar de que todo indica que un informe ultrasecreto de la inteligencia estadounidense sobre las características que tendría el ataque fue entregado a Teherán por una funcionaria en alto cargo del Pentágono, según ha publicado la prensa con información atribuida al FBI.

La segunda característica fue que aparentemente Israel decidió que el ataque militarmente debería servir de preparación para el futuro (¿cercano?), atacando fundamentalmente dos frentes, lanzaderas de misiles (en general, de fabricación iraní), y sobre todo, los radares más modernos, base de la defensa aérea, en general comprados a Rusia, siguiendo la pauta establecida en la respuesta anterior cuando Irán atacó en abril, y la posterior incursión israelí llegó hasta los lugares mismos donde están algunas instalaciones nucleares, destruyendo los radares rusos S-300, sin que pudieran ser interceptados los aviones israelíes, ni a la entrada ni a la salida.

Situación similar se produjo en esta oportunidad, donde cruzaron varias veces Teherán sin que pudieran ser ubicados por las defensas iraníes, lo que aparentemente es una de las lecciones más valiosas de la incursión, que ha mostrado la superioridad militar israelí en temas como el poder aéreo e inteligencia. Por lo demás, es difícil que Rusia pueda reponer pronto los radares destruidos, ya que se necesitan para la invasión de Ucrania, sobre todo, en la perspectiva que alguna vez reciba Kiev las armas solicitadas y que permitirían atacar mejor el territorio propiamente ruso.

Aunque fue limitado el ingreso israelí, sin duda los planificadores lo vieron como preparación de algo más profundo y amplio, probablemente un asalto posterior, una vez que no exista duda que Teherán se acerca a su ansiada bomba atómica. En este sentido, la facilidad con la que ingresaron en abril y ahora en octubre, unido al hecho de que no sufrieran bajas y eliminaran sitios de lanzamiento, fábricas de misiles y radares sofisticados sin sufrir daño los aviones atacantes dan tranquilidad para las futuras acciones, que sin duda alguna tendrán mayor ambición, incluyendo la posibilidad que desestabilicen al régimen.

Hacerle caso esta vez a Washington pareció siempre lo adecuado desde el punto de vista del interés nacional israelí, toda vez que muchas de las decisiones estadounidenses en relación con esta guerra han sido determinadas por su posible impacto en la elección presidencial, que en sus últimos días está en empate según la mayoría de las encuestas. Por cierto, el escenario más fácil para Israel de atacar la producción petrolera y la amenaza iraní de afectar la de Arabia Saudita, hubiesen tenido un impacto inmediato en el precio del petróleo, con la potencialidad para decidir al ganador de la presidencial, que, de perjudicar a Kamala Harris, le hubiese creado un distanciamiento con los demócratas, relación hoy ya difícil, y con impacto quizás prolongado para Israel con su único aliado imprescindible.

La verdad es que los varios frentes de combate han hecho sufrir la imagen internacional de Israel, aunque la evolución favorable de la guerra ha permitido que hoy sea crecientemente menos mala. Militarmente el escenario ha evolucionado en forma favorable, pero la parte política ha avanzado muy poco por la falta de una propuesta por parte de Jerusalén, y, sobre todo, desde el punto de vista de los intereses de Israel, muy positiva es la forma como ha sobrevivido la alianza de hecho que Israel tiene con los países árabes sunitas.

Y así es, en general, estos países no le han creado problemas a Israel, ya que naciones como Egipto, Marruecos, Jordania, Arabia Saudita, los Emiratos han entendido las decisiones, han mantenido posiciones poco críticas, de comprensión a las decisiones militares de Israel, controlando sus redes sociales, de tal modo que en sus calles hay menos manifestaciones contra Israel que en Nueva York, París, Berlín o Londres, casi nada en universidades al menos en comparación con las occidentales, y no hay ningún país árabe con el que Israel tenga relaciones, ya sea publicas o privadas, que las haya rotos, como sí ha ocurrido en América Latina.

Israel está degradando militarmente a
Israel está degradando militarmente a Hamas y Hezbolá (Israel Defense Forces / Xinhua News)

Esto ayuda a un cuadro donde Israel tiene hoy superioridad militar sobre Irán, tal como ha quedado demostrado en los dos ataques iraníes a suelo israelí, donde recibió apoyo militar en abril de EEUU, el Reino Unido, y aún más importante, por parte de Jordania, Arabia Saudita, Egipto, no necesitándose ese apoyo en octubre, y con el denominador común a ambas que cientos de misiles no produjeron mayor daño en Israel, aunque la parte negativa fue que llegaron a suelo israelí en pocos minutos, y aunque fueron en su inmensa mayoría interceptados por la Cúpula de Hierro y similares, nadie puede garantizar que en el futuro no lleguen con material nuclear, químico o biológico, en vez del contenido convencional actual.

Además de demostrar superioridad sobre Irán, Israel está degradando militarmente a Hamas y Hezbolá, por lo que Teherán perdió una barrera de contención muy importante, ya que seguramente crearon, gastaron e invirtieron fuertemente en los proxis para que ellos sufrieran el costo de la guerra con Israel, y la República Islámica no tuviera necesidad de hacerla directamente, lo que no está ocurriendo, y lo único seguro, es que en forma creciente se va a responsabilizar a los ayatolas, que internamente enfrentan creciente oposición a la posibilidad de una guerra, ya que la situación económica de los iraníes es mala y no se entiende que el dinero esté siendo gastado a raudales en la desestabilización del Medio Oriente y no en las urgencias sociales del país.

La situación desmedrada de sus aliados en Gaza y en el Líbano muestra un fracaso iraní, y si gana Trump, sin duda alguna a partir del 20 de enero volverían las duras sanciones que impuso en el gobierno 2016-2020, además de no haber más devoluciones del dinero retenido en suelo estadounidense, como sí ocurrió en las administraciones Obama y Biden.

No solo por el daño que le puede producir a Irán, Israel se sentía obligado a responder, ya que en una región donde triunfo o derrota en una guerra produce un impacto duradero, debido a que en general solo se premia al triunfador, algo que se entiende muy poco en Occidente. En ese sentido, Israel necesitaba recuperar la disuasión que había perdido con la invasión del 7 de octubre, incluyendo la pérdida de prestigio de su inteligencia, recuperada en imagen con los éxitos recientes que desarticularon a Hezbolá, aún antes del ingreso al Líbano.

Esa disuasión se ha ido recuperando con los éxitos militares, no solo en Gaza sino también en El Líbano y el daño causado a los hutíes en Yemen, que con la destrucción del puerto y del abastecimiento de energía ha producido un daño superior al logrado primero por Arabia Saudita, y posteriormente por EEUU y el Reino Unido (RU), que no han logrado evitar la interrupción del comercio internacional en el Mar Rojo, con consecuencias muy malas para Egipto, por la cantidad de barcos que hoy rodean o evitan esa ruta, afectando grandemente al ingreso de Suez, situación que afecta la imagen de una potencia todavía marítima como el RU y sobre todo, de la que es todavía la principal superpotencia como lo es EEUU, cuyas responsabilidades incluyen también velar por el comercio mundial y que nunca debió haberse dejado chantajear por un proxis menor como son los hutíes.

Israel no solo ha atacado a las milicias chiitas que desde Siria e Irak agreden suelo israelí, sino que también lo hizo con los radares que existen en esos países para que no pudieran alertar del paso de aviones israelíes hacia Irán, ya que se encontraban en el camino. Hasta el momento ha tenido éxito en disuadir a Siria, donde ha podido, incluso con tolerancia de las tropas rusas todavía presentes, seguir atacando allí a Hezbolá y a la Guardia Revolucionaria iraní, cuando se ha percibido que se preparan ataques contra territorio israelí. Seguramente se les sigue con interés en otras capitales, ya que hoy existe una fuerte presión de los países árabes sunitas para alejar a Siria de Irán, ofreciéndole apoyo y su reintegración al mundo árabe. Es el caso de Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Emiratos, Marruecos.

Sobre todo, Israel necesitaba atacar a Irán para mantener su alianza de hecho con los sunitas, que se sienten tan amenazados como Jerusalén por la bomba atómica que busca Teherán. Esta alianza se ha cimentado sobre la base de que en Israel perciben la voluntad de confrontar a los ayatolas que ha dejado de exhibir EEUU desde hace tiempo, más interesado en negociar. Esta alianza solo se mantendrá en la medida que sientan respeto por Israel, lo que mucho dependerá del resultado de la guerra que se le impuso a Israel, y que se desarrolla con un número creciente de diversos actores.

El resultado de la elección estadounidense será un hecho determinante para todos estos grupos y países, ya que hay decisiones hoy en el aire, tales como la forma como proseguirá esta guerra al igual que la de Ucrania, como también si Arabia Saudita conseguirá (también depende de la conformación del Congreso) su Tratado de Seguridad con EEUU y aunque actúe con autonomía en la consecución de sus acciones armadas, para Israel hay un solo país determinante que es EEUU, ya que ningún otro, a pesar de dudas y veleidades, está disponible para prestar un apoyo tan decisivo, desde armas hasta el Consejo de Seguridad de la ONU como la potencia.

Una de las cosas ya decididas por Israel es probablemente continuar su campaña contra los proxis, toda vez que por mucho tiempo no se volverá a dar la posibilidad de tener una mejor seguridad en las fronteras, ya que, hasta fechas muy recientes, Hamas y Hezbolá lo hacían imposible con sus ataques diarios, y la consiguiente respuesta, también diaria.

Aunque en Gaza hay todavía un tema no resuelto, que es uno de los objetivos más importantes de Israel, y la carta más importante que conserva Hamas, como lo es la suerte de los rehenes, 101 de ellos todavía sin encontrar, aunque la duda es legítima de cuántos de ellos permanecen todavía vivos. Aquí la experiencia de EEUU de ofrecer dinero y cambio de país y de documentación para quienes entreguen información puede ser muy útil, como se demostró en el caso de Saddam Husein. Israel también lo ha intentado, pero sin éxito, por lo que un protagonismo estadounidense puede ser también atractivo para políticos de ese país, además que también hay rehenes de esa nacionalidad.

Hezbolá es el más importante
Hezbolá es el más importante actor del tráfico de drogas en el Medio Oriente (Majid Asgaripour/WANA via REUTERS)

Israel carece también -al menos públicamente- de un plan político para Gaza, lo que impide la participación de los gobiernos sunitas en, por ejemplo, la reconstrucción y la conformación de un gobierno sin Hamas, pero que debe lograr el apoyo de la Autoridad Palestina, y a mi juicio, la participación de países árabes en la búsqueda de un acuerdo que permita avanzar en el Estado Palestino es básico para el Medio Oriente. Insisto en este punto, ya que aquí se debe encontrar la solución, primero con el dialogo palestino-israelí, y la presencia árabe, a mi juicio, es mucho más relevante que una participación por ejemplo europea. Idealmente sería que el protagonismo de la ONU sea menor, dadas las pruebas que ahora si existen de activistas que al mismo tiempo de trabajar para la ONU son militantes de Hamas en Gaza o de Hezbolá en el Líbano.

Hezbolá es además el más importante actor del tráfico de drogas en el Medio Oriente, ya que obtiene parte importante de sus ingresos (que ayudan a financiar sus actividades políticas y la seguridad social para la minoría chiita en el Líbano), sin que a este respecto ni la ONU ni los países occidentales cumplan con sus propios acuerdos sobre castigo del tráfico de estupefacientes. Además, la guerra ha permitido encontrar información que ha respaldado denuncias hechas sobre la penetración de Hezbolá en América Latina, tanto por la ministra de Seguridad de Argentina como por la Embajadora israelí en Costa Rica, denunciando al encargado de Hezbolá para América Latina con su foto y nombre en el primer caso, y en el segundo, sobre unidades de ese grupo que se han instalado en Nicaragua y Bolivia, uniéndose a las que existen en Cuba y Venezuela, país este último que ha entregado pasaporte a cientos de terroristas, según la otra denuncia.

Lo militar ha progresado, pero sin un plan político es muy difícil que se pueda avanzar en la paz, e Israel tiene la característica de triunfar militarmente en guerras que no ha iniciado y que le son impuestas, pero fracasar en el objetivo de la paz, quizás probablemente por la carencia de planes políticos, para después del triunfo bélico.

La presencia de los países árabes sunitas es también clave para lo que ha faltado desde antes de la creación del Estado de Israel, es decir, interlocutores que apuesten por la paz y que estén dispuestos a convivir con un Estado judío vecino, dos estados, uno al lado del otro y no uno en vez del otro, como se ha pretendido, primero por la Liga Árabe y después por la Organización de Liberación Palestina (OLP) de Arafat, solo por mencionar a quienes han participado en procesos de negociación, sin olvidar que la resolución original de la ONU hablaba de un Estado judío y otro árabe, ya que la OLP nace solo en la década del 60, situación que ayuda a explicar que la Cisjordania fuera ocupada por Jordania y Gaza, por Egipto hasta la guerra de los seis días de 1967.

Pero no se trata de discutir historia, sino aprovechar la oportunidad para hablar de futuro, ya que en lo otro, simplemente no va a haber acuerdo, y hoy, la paz se sirve mejor fortaleciendo la participación de los países árabes en esta nueva etapa. Al igual que el Estado Islámico, los chechenos o Al Qaeda, Hamas no va a desaparecer, pero Israel sí puede pretender lograr lo mismo que EEUU o los rusos, que esos grupos tengan una presencia ocasional en terrorismo, pero que carezcan de la posibilidad de tomar el poder, formar gobierno o interrumpir un proceso de paz.

Máster y PhD en Ciencia Politica (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), expresidente del Comité de Fuerzas Armadas y Sociedad de la International Political Science Association (IPSA)

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