7 de octubre: hoy hace un año

Si los nazis ocultaban sus barbaries, el terror islamista se vanagloria y hace bandera de ellas

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FOTO DE ARCHIVO: Una casa destruida en el ataque del 7 de octubre de 2023 en el kibutz Kfar Aza, sur de Israel. REUTERS/Evelyn Hockstein/Foto de archivo
FOTO DE ARCHIVO: Una casa destruida en el ataque del 7 de octubre de 2023 en el kibutz Kfar Aza, sur de Israel. REUTERS/Evelyn Hockstein/Foto de archivo

Hoy hace un año, unos 6.000 palestinos, con Hamas a la cabeza, invadieron el sur de Israel. Asesinaron, violaron, torturaron y secuestraron. La barbarie y el sadismo del ataque fueron grabados y subidos a las redes sociales por los propios atacantes, orgullosos de su salvajismo. Hubo un especial regodeo en el espectáculo del Mal que rememoraba aquel con el que el Ejército Islámico irrumpió en su día en el ranking de las atrocidades. Si los nazis ocultaban sus barbaries, el terror islamista se vanagloria y hace bandera de ellas.

Hoy hace un año, los palestinos que arrasaron las comunas socialistas del sur de Israel abrieron las puertas del infierno para los israelíes, pero también para su propio pueblo. Era evidente que, ante una declaración de guerra de tal calibre, Israel respondería de manera contundente. Y, al haberse infiltrado y ocultado entre su población civil, Hamas tan sólo podía esperar una gran cantidad de bajas. De hecho, Hamas contaba con ellas para debilitar el apoyo internacional al país agredido, y así acorralarlo en las esferas internacionales donde sus aliados saben utilizar sus engranajes diplomáticos. Sin compasión alguna por su propio pueblo, al que abiertamente reconocen emplear como escudo humano, Hamas logró el objetivo de que a su gente le llegara el horror. Mientras tanto, los lideres se ocultaban en túneles prohibidos para los civiles, a los que arrastraron a algunos de los 253 secuestrados israelíes y de otras nacionalidades para emplearlos de moneda de cambio.

FOTO DE ARCHIVO: Avida Bachar, que resultó herido tras un ataque mortal perpetrado por Hamás desde Gaza en el kibutz Beeri, llora durante el funeral de su esposa Dana y su hijo Karmel en Kvutzat Shiller, Israel 24 de octubre de 2023. REUTERS/Shir Torem/File Photo
FOTO DE ARCHIVO: Avida Bachar, que resultó herido tras un ataque mortal perpetrado por Hamás desde Gaza en el kibutz Beeri, llora durante el funeral de su esposa Dana y su hijo Karmel en Kvutzat Shiller, Israel 24 de octubre de 2023. REUTERS/Shir Torem/File Photo

Hoy hace un año y un día, y sin provocación alguna, Hezbollah, siguiendo siempre los mandatos de la República Islámica de Irán que mueve los hilos, se unía a los ataques al estado judío y bombardeaba el norte de Israel, obligando a unos cien mil habitantes a huir de sus casas. En un año, unos nueve mil cohetes, drones y misiles se cobrarían una cincuentena de víctimas israelíes, la mitad civiles. Incluidos 12 niños drusos que jugaban al fútbol.

Hoy hace un año y un día, mientras el ataque de Hamas continuaba e iban llegando imágenes y testimonios de la magnitud de la maldad, las calles europeas veían sus primeras manifestaciones… contra Israel. Aquellos que se definían como progresistas de izquierda marchaban en defensa de quienes habían masacrado a activistas por la paz en sus pequeñas comunas agrícolas. Representantes del mundo de los artistas alzaban su voz en nombre de los sanguinarios verdugos de cientos de jóvenes en un festival de música. Feministas que callaron ante los horrores a los que las mujeres israelíes habían sido sometidas salieron a desfilar junto a aquellos que quieren imponer la sharía. Movimientos que se dicen de derechos humanos se movilizaban por quienes los pisotean a diario.

Familiares de los rehenes secuestrados durante el mortífero atentado del 7 de octubre se abrazan en el kibutz Nirim, en el sur de Israel, el 29 de agosto de 2024. REUTERS/Amir Cohen
Familiares de los rehenes secuestrados durante el mortífero atentado del 7 de octubre se abrazan en el kibutz Nirim, en el sur de Israel, el 29 de agosto de 2024. REUTERS/Amir Cohen

Hoy hace un año y un día, y aunque ya venían en aumento, empezaron a dispararse exponencialmente los actos antisemitas alrededor del mundo. Ser judío reconocible en las calles de París, Londres o Nueva York se convertía en una cotidianidad de alto riesgo. Con la excusa de Israel, sinagogas, escuelas, un portador de kipá o alguien con un apellido marcadamente judío se transformaban en objetivo de cualquier ataque. Según un estudio de la Liga Anti Difamación (ADL), sólo en los tres primeros meses, los incidentes antisemitas en Francia aumentaron un 1000% en comparación con los meses anteriores. En Estados Unidos, el aumento fue del 361%. El Profesor Uriya Shavit, director del Centro para el Estudio del Judaísmo Europeo Contemporáneo, alertaba de que “de continuar las tendencias actuales, el telón descenderá sobre la capacidad de desarrollar una vida judía en Occidente”.

Hoy hace un año, muchos medios de comunicación ratificaron que se habían convertido en meros transmisores ideológicos, alejados de los mínimos valores periodísticos. Podían así encontrarse, desde analistas transformando los kibutzim atacados en “asentamientos de colonos israelíes fuera de Gaza”, hasta periodistas culpando a los jóvenes masacrados por bailar cerca de Gaza. Lo que seguiría serían miles de artículos y columnas de opinión tergiversando y manipulando el léxico para que “genocidio” pudiera caber en cualquier acto de guerra y para reencuadrar el horror en un marco favorable a la imagen y a la “causa” de aquel que lo había iniciado. Gracias a corresponsales y agencias, Hamas se convertía en fuente casi única de la información, y sus cifras y datos se repetirían en todos los medios informativos sin contexto alguno.

Hoy hace un año, políticos y organismos occidentales de la “moderación” clamaban su espan

to ante lo que estaba sucediendo. Casi al unísono, con excepción de las organizaciones cómplices de Hamas y de la República Islámica iraní, ratificaban el derecho a la defensa de Israel. Pero los mismos que años atrás arrasaban Mosul, tardarían poco en ceder a la cobardía de encuestas imaginarias, a la explosión de corrupción ética de las universidades y los medios, y el discurso iría cambiando sutilmente hasta plantearse el embargo de armas a Israel. Las voces de los expertos apenas podían hacerse escuchar ante el ensordecedor grito de una prensa tomada por el pensamiento único más afín a Hamás.

Hoy hace un año, muchos judíos y personas cercanas a Israel alrededor del mundo temblaron al asistir aterrados a la masacre, mandando mensajes a amigos, conocidos y familiares en Israel. Muchos para descubrir que alguno faltaba. Esos judíos, espectadores a su vez, no recibirían apoyos ni mensajes de consuelo de buena parte de sus amistades, cobijadas en el relativismo moral, cuando no en el silencio más absoluto. Cuántas relaciones rotas y decepciones se disparaban hoy hace un año.

Brit Israeli, prima de Itay Chen, secuestrado durante el mortífero atentado del 7 de octubre, sentada en el suelo el día en que familiares y simpatizantes utilizan altavoces gigantes para llamar a sus seres queridos cautivos a través de la frontera de Israel con Gaza, en medio del conflicto entre Israel y Hamás, en el kibutz Nirim, en el sur de Israel, el 29 de agosto de 2024. REUTERS/Amir Cohen
Brit Israeli, prima de Itay Chen, secuestrado durante el mortífero atentado del 7 de octubre, sentada en el suelo el día en que familiares y simpatizantes utilizan altavoces gigantes para llamar a sus seres queridos cautivos a través de la frontera de Israel con Gaza, en medio del conflicto entre Israel y Hamás, en el kibutz Nirim, en el sur de Israel, el 29 de agosto de 2024. REUTERS/Amir Cohen

Pero también hoy hace un año, algunas voces se destacaron por encima del espanto. Voces que entendieron el desafío del horror, que comprendieron que el ataque a Israel era un capítulo dolorosamente salvaje del asalto a los valores occidentales. Lo que algunos llamaron “uno de los días más oscuros de la civilización occidental” permitía a algunos espíritus críticos y algunos medios distinguirse de un pensamiento moldeado y plantear, más allá de los simplismos reinantes, las preguntas cruciales que lo sucedido despertaba, los desafíos y dilemas de cómo puede el mundo de las democracias occidentales responder a un ataque de tales características. Son esas voces las que habría que destacar y honrar en medio del caos ético en el que está empantanado el mundo occidental.

*Masha Gabriel es Directora del departamento en español de CAMERA (Committee for Accuracy of Middle East Reporting and Analysis).

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