La guerra silenciosa: el descrédito coordinado a los periodistas en el mundo

El descrédito de los periodistas implica diversas tácticas, entre las que se destacan falsas reclamos de derechos de autor, acoso en las redes sociales y desinformación

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Un periodista nigeriano se muestra desafiante ante la desacreditación coordinada de periodistas, una amenaza constante para la libertad de prensa. (Reuters Institute)
Un periodista nigeriano se muestra desafiante ante la desacreditación coordinada de periodistas, una amenaza constante para la libertad de prensa. (Reuters Institute)

Dos días antes de las cruciales elecciones presidenciales nigerianas de febrero de 2023, el sitio web de la Fundación para el Periodismo de Investigación (FIJ) fue bloqueado.

La FIJ, fundada y dirigida por mí, había desenmascarado a Landwey, una empresa de inversión inmobiliaria, por recibir pagos por proyectos de viviendas no entregados. Al parecer, alguien molesto por el reportaje se había puesto en contacto con DigitalOcean, el anfitrión de FIJ, para alegar que habíamos plagiado la historia de un boletín informativo.

A pesar de la patente falsedad, DigitalOcean desconectó el sitio web de FIJ. Este incidente pone de manifiesto una preocupante tendencia mundial: los esfuerzos coordinados para desacreditar a los periodistas.

De Nigeria a México, de Libia a Brasil, de Pakistán a Azerbaiyán, los periodistas se enfrentan a campañas sistemáticas para empañar su reputación.

La investigación de Peter Nkanga

A principios de 2021, el periodista nigeriano Peter Nkanga investigó al activista y locutor Ahmad Isah para BBC Africa Eye. Isah, conocido por conseguir justicia para los oprimidos a través de programas de radio en directo, fue grabado agrediendo físicamente a una mujer. La BBC emitió las imágenes, que revelaron tanto el lado bueno como el malo de Isah. Isah se disculpó públicamente, pero en privado tomó represalias contra Nkanga. Acusó a Nkanga de conspirar para matarle, y compartió en directo sus números de teléfono y su dirección. Amenazado por los seguidores de Isah, Nkanga huyó con su familia y abandonó el periodismo.

La lucha de Daniel Sánchez

El periodista mexicano Daniel Sánchez denunció la corrupción de la empresa de videovigilancia Interconecta. Dos años después de la publicación de su historia, DigitalOcean recibió una reclamación falsa por infracción de derechos de autor y exigió la retirada de la historia. A pesar de que Sánchez aportó pruebas claras, DigitalOcean amenazó con retirar todo su sitio web si no se retiraba el reportaje. Sánchez accedió a regañadientes, poniendo de relieve cómo las entidades poderosas utilizan las plataformas digitales para silenciar las voces críticas.

La experiencia de Alex Crawford

La corresponsal de Sky News Alex Crawford, famosa por sus audaces reportajes desde zonas de guerra, se enfrentó a una campaña similar tras un reportaje sobre las facciones mafiosas de Libia. Un canal árabe retuiteó y tradujo erróneamente su reportaje, a lo que siguió una campaña en Twitter acusándola de ser una espía estadounidense. Este esfuerzo coordinado para tergiversar su trabajo pretendía socavar su credibilidad, mostrando cómo las campañas de desinformación pueden distorsionar la integridad periodística.

Tácticas y modelos habituales

El descrédito de los periodistas implica diversas tácticas, como falsas reclamaciones de derechos de autor, acoso en las redes sociales y desinformación. Personas y entidades poderosas lideran a menudo estas campañas, aprovechando su influencia para silenciar la disidencia. El objetivo no es sólo atacar el carácter del periodista, sino socavar la credibilidad de sus historias. Por ejemplo, los seguidores de Isah creían que la investigación de Nkanga estaba motivada por la malicia, no por la búsqueda de la verdad. Del mismo modo, Sánchez se enfrentó a demandas infundadas de derechos de autor, destinadas a borrar de Internet sus reportajes críticos.

Impacto en los periodistas

El impacto personal y profesional en los periodistas es profundo. Peter Nkanga recibió amenazas de muerte que le obligaron a abandonar su carrera y huir en busca de seguridad. “Las amenazas eran a veces directas, en el sentido de que la gente me identificaba y me decía qué coche conducía, dónde vivía, y que me matarían”, recordó Nkanga. Alex Crawford describió su experiencia en Libia como “aterradora” tanto para ella como para sus anfitriones, lo que hizo que la trasladaran a distintos hoteles por seguridad. Estos casos ilustran las graves consecuencias a las que se enfrentan los periodistas, desde amenazas de muerte hasta acoso profesional.

Implicaciones más amplias

Estas campañas de descrédito tienen consecuencias nefastas para la libertad de prensa y la democracia. Los periodistas desempeñan un papel fundamental a la hora de exigir responsabilidades a las entidades poderosas. Cuando se les desacredita sistemáticamente, el público pierde una fuente vital de información veraz. Según el Observatorio de Periodistas Asesinados de la UNESCO, 34 periodistas fueron asesinados en 2023, lo que subraya los riesgos letales de perseguir la verdad. Estas estadísticas ponen de relieve la gravedad del problema y la urgente necesidad de proteger a los periodistas en todo el mundo.

Desde la salida forzada del periodismo de Nkanga hasta la lucha de Sánchez por falsas reclamaciones de derechos de autor, estos casos revelan un preocupante patrón de entidades poderosas que utilizan tácticas turbias para silenciar las voces críticas. Apoyar y proteger a los periodistas es fundamental para garantizar que prevalezca la verdad y que quienes detentan el poder rindan cuentas.

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