Es curioso, los verdaderos líderes son una mezcla de ellos mismos y de lo que la gente les transfiere en cuanto expectativas. Un líder se sumerge en las demandas de su gente, pero el líder no siempre es consciente a pleno de aquello que los seguidores le interpelan, en realidad, los intuye, los decodifica y los representa.
Si el liderazgo es “carismático”, como nos lo enseñó Max Weber, el asunto es algo distinto porque el líder establece una vinculación irracional (emocional) que genera adhesiones en ese plano. Cuando estamos en ese territorio, ya nada de demasiado previsible, eso sí, el líder es la gente y la gente siente que es el líder. Ese es el viaje mental que se hace ante el carisma, es casi un hipnotismo explícito del que no se puede evitar caer. Eso es María Corina Machado por estos tiempos.
Tengo una anécdota que ahora se puede contar. Se produjo en el pasado una reunión por Zoom con María Corina. En ella participaron un grupo reducido de personas, y lógicamente, las expectativas de los contertulios eran elevadas. La charla versó sobre cómo se recorrería el camino de una Venezuela que algún día transitaría por la vía electoral. En la mente de esta dama no había plan B. Nunca insinuó una posibilidad de que no sucediera lo que sucedió. Y eso que los participantes insistieron en esa hipótesis, sin embargo, no hubo como adentrarse en esa ruta porque ella nunca habilitó el paso. La visión en foco de María Corina, la convicción lindante con la fe religiosa y su planteo narrativo daba muestras de ese perfil de personas que solo creen en lo que creen y no hay como sacarlas de ese ángulo en el que se ubican. Tenía razón, toda, absolutamente toda, lo que sonaba dogmático era una evidencia palmaria que luego la historia demostró su acierto.
En mi caso, mi amigo, ya me había advertido que era un ser con esa visión firme del mundo y de la vida. Confieso que la charla fue estimulante pero que al final me quedó la sensación de estar ante un ser quijotesco pero dudé si aquello era convicción, deseo, fantasía o ilusión óptica. Eso nos pasa a los mortales más de una vez. Siempre dudamos de tanta cosa, cuanto nos cuesta creer en lo lógico. Otra lección aprendida.
La cuestión es que, por amigos en común, de parte del equipo de ella, los diálogos aumentaron y su gesta se hizo de todos. Más brava se ponía la cosa y ella más Verónicas supo hacer (como el buen torero) que así se mueve ante el toro embravecido. Toro, que recordémoslo, siempre suele tener un final previsible.
No la voy a idolatrar, solo expreso que María Corina está ubicada en cierta dimensión especial, distinta a la de cualquier mortal que anda por la vida de manera cotidiana. Es notorio que su convicción es ultramontana, que su enganche con la gente es emocional y que despliega un carisma que produce alienación en muchos que la advierten un ser casi angelado. Quizás, han visto tomas televisivas que muestran lo que les narro, las pueden rastrear en Youtube, desde caminatas hasta recorridos en vehículos al aire libre. Su contacto con la gente casi reviste características bautismales, con respeto escribo esto.
Es raro que los movimientos feministas del continente, siempre tan afectos a encontrar heroínas (hacen muy bien, por cierto) no vean en ella la dimensión contundente que produce. Y es raro, porque pocas mujeres en el continente tiene el valor, la inteligencia y la capacidad de articular una narrativa en medio del sufrimiento, la presión, la violencia y la barbarie de un régimen que si no la mata es porque sabe que su deceso es también la caída del propio régimen. ¿Lo repito o alcanza con una sola vez? Debería pensar muy bien la dictadura cuando amaga con violencias sobre María Corina porque su vida es especial. Todos en Venezuela son María Corina y Edmundo Gonzalez Urrutia así que sus vidas son las vidas de todos. ¿Se entiende? Todos en la comunidad internacional hacemos votos por el resguardo en vida de estas dos personas. No estamos pidiendo nada extremo, por cierto. A qué punto delirante hemos llegado…
Y es increíble advertir como la gente la cuida y la protege
No conozco casos tan increíblemente feroces como este.
Y hablando del “machismo” de un tirano en toda su violencia fáctica y retórica, de Nicolas Maduro hablo, que la emprenda contra una mujer, por más arrojo que ella tenga, insisto, merecería alguna nota de desaprobación de las que siempre están apuntadas en esa biblioteca temática. El feminismo para ser tal merece ser transversal y justo, no sectario y en barra de amigas ideológicas.
En realidad, para muchos de nosotros el género o el sexo de María Corina es un dato relevante, pero no determinante, lo que nos magnetiza y nos seduce es su talento para hacer política de alta calidad y para conducir con tino a su pueblo. Aplicando el liderazgo sabio, moviendo sus piezas con la mesura de una ajedrecista que sabe que el partido es titánico, pero sin sacrificar a nadie. Y cuidando a cada venezolano como si fueran sus hijos.
Hace tiempo que nuestra América no encuentra una sumatoria de atributos en un líder de esta naturaleza: el tono exacto para los momentos exactos, el sigilo para no caer en trampas de movimiento táctico, la madurez para sacrificarse y hacer crecer a la voluntad de su pueblo y la resiliencia permanente en clave de entrega y servicio absoluto. Advierto, que su fe en sus convicciones la fortifica y la gente la alimenta de energía cuando las horas oscuras irrumpen. Pero soy consciente que no es para cualquiera el viaje en el que ella está. No es para cualquiera.
Ya va siendo hora de anotar todo esto y de empezar a levantar la historia de esta dama de acero que con su militancia y su forja nos demuestra que no está dispuesta a aflojar ni un centímetro. ¡Ni un paso atrás! Y detrás de ella estamos millones simplemente cumpliendo el mandato de la gente de Venezuela.
Es maravilloso ser contemporáneo de ella, conocerla, admirarla y saber que estando ella activa, es cuestión de ir orientando las filas por detrás de su conducción y la de Don Edmundo Gonzalez Urrutia. Han sido Marco Tulio Cicerón y Julio Cesar.
Es verdad que Venezuela ha tenido años malditos, pero es cierto que en sus horas más infernales y amargas ha encontrado a esta mujer que supera todo lo demoníacamente soportable, que entrega hasta lo más sagrado de su existencia y que pone de si todo para llegar al final del camino democrático de su país. Que obviamente será el principio de una recuperación de una nación que ha sufrido un daño antropológico descomunal.
Que nadie decaiga, aún falta recorrer caminos espinosos, pero siempre al final del camino se abren las rutas para encontrar el amanecer democrático. Siempre. Repito: ¡Ni un paso atrás! La democracia siempre se defiende con accionar democrático. Los que lo entienden saben que es así, los otros seguirán aprendiendo.