Desde que comenzó la guerra en Ucrania no he parado de buscar información al respecto. La victoria rápida que esperaba Putin no se dio y Ucrania cambió la manera de enfrentar ejércitos que mandan a sus soldados a morir como carne de cañón. El ejército ucraniano empezó a utilizar nuevas herramientas de guerra, como los drones, que con inteligencia artificial y a muy bajo costo lograron frenar el ejército ruso y aumentarle a Moscú los gastos de la invasión.
En Colombia, las disidencias de las Farc utilizan ahora ese mismo recurso, de manera muy primitiva, pero es de esperarse que con el dinero que tienen y la ayuda de aliados como Venezuela, Irán y Rusia, poco a poco sofistiquen esa tecnología y generen mucha más muerte y mucho más caos en el país. No vemos a las actuales Fuerza Armadas, pues al Gobierno no le interesa, reinventarse y utilizar todo el desarrollo de la tecnología para combatir la criminalidad urbana, por un lado, y las organizaciones criminales, por el otro.
Hoy los hutíes en Yemen enfrentan con lanchas rápidas y misiles de bajo costo a la armada más poderosa del planeta, la de Estados Unidos, y, la verdad, van ganando, pues tienen prácticamente cerrado el golfo de Aden, por donde circula parte importantísima del comercio mundial. Irán fue quien entrenó y armó a ese grupo terrorista con esa tecnología de guerra asimétrica que tan buenos resultados les ha dado.
Por cierto, Irán, igualmente, entrenó a la armada venezolana en ese tipo de instrumentos de guerra y hoy la única amenaza que puede tener Guyana, y en especial su industria petrolera, es la de un ataque con lanchas rápidas y misiles que genere presión, por un lado, para ganar espacio de maniobra, y capacidad de chantaje, por el otro.
Israel, en su lucha contra el terrorismo en Gaza, utilizó drones con inteligencia artificial para destruir, con muy pocas bajas, los túneles que los terroristas utilizaron para resguardar a sus miembros y a los secuestrados. Claro, nunca los utilizaron para cuidar a la población civil, pues para Hamas cada civil muerto, en especial si es niño, es una victoria política, calculada con la frialdad sanguinaria de ese grupo.
En medio de estas guerras, y de la ansiedad que generan, me topé con un artículo fantástico sobre un señor, Palmer Luckey, quien le vendió a Meta su empresa Oculus, que hace los cascos o lentes de realidad virtual que hoy utiliza Facebook, por 2.7 billones de dólares. Un hombre polémico, despedido de la empresa creada por Mark Zuckerberg por apoyar a Trump en el 2015, dice el artículo, creó luego una empresa, Anduril, que esta revolucionando la industria militar y hoy vale 14 billones de dólares, ¡A los 32 años!
Conocí esa empresa como embajador en Estados Unidos. Al llegar al cargo, comencé a preguntar a distintas compañías sobre innovación en la lucha contra las drogas. Los únicos que contestaron fueron los de Anduril. Con ellos hicimos la prueba de cambiar los algoritmos de unos satélites para ver si lograban ubicar laboratorios o lugares de acumulación de gasolina, pasta de coca y cal, insumos para la producción de la cocaína No funcionó, por ahora, pero va a funcionar. Me llevaron a sus oficinas en Washington, me pusieron unos cascos de realidad virtual y me pusieron en la frontera con México en tiempo real. Era un programa piloto de control de la frontera que también mencionan en el artículo.
Anduril está transformando una industria militar que antes era controlada por cinco empresas que, la verdad, hacían lo que querían. Hoy, esta compañía está metida de cabeza en la guerra en Ucrania, tiene nuevos proyectos secretos en Estados Unidos con el Departamento de Defensa y su objetivo, pues Luckey es judío, es crear una defensa impenetrable para Israel, con tecnología, innovación y bajo costo, que permita masificar la construcción de equipos, no como hoy, que cada avión de guerra cuesta cientos de millones de dólares. Su objetivo, crear una producción masiva de drones, misiles y todo lo que se usa en este nuevo tipo de guerra en una fábrica robotizada. Ya hay un fondo en Taiwan que está buscando los recursos para implementar este nuevo modelo industrial.
Los portaaviones de decenas de billones de dólares y los aviones de cientos de millones hoy son vulnerables a miIes o cientos de miles de drones que, a una ínfima parte del costo y sin arriesgar hombres, que pueden estar a miles de kilómetros, están en capacidad de hundirlos o destruirlos.
Este avance transforma la guerra; sin embargo, en la invasión, Rusia ha demostrado que sacrificar humanos por miles, como hoy lo hacen, también les sirve, y es quizás la única ventaja que tienen sobre Ucrania, pues no tienen esa capacidad humana. Además, han implementado mejoras a su equipo de bombas desde la Unión Soviética, pues, al colocarles un kit inteligente, han devastado posiciones ucranianas. Estas bombas, lanzadas por aviones rusos a gran altitud, donde los misiles antiaéreos ucranianos no llegan, son imposibles de interceptar. Ya pronto inventarán como hacerlo.
Un mundo inestable, una guerra que se transforma y un balance de poder mundial y regional que, con innovación y recursos, ya no tantos, puede cambiar, hace que hoy todo pueda pasar. Las democracias, y quienes las defendemos, debemos entender esa nueva amenaza, pues los países autoritarios, como Cuba, Venezuela o Nicaragua - ni hablar de China, Rusia o Irán- no tienen limite alguno en el uso de esta nueva tecnología para amenazar o destruir a sus enemigos. Irán y los huties son un ejemplo menor, pero no debemos descartar que Venezuela haga lo mismo con el Eln y las Farc.
Para este último escenario debemos prepararnos, pero primero toca salir de Gustavo Petro, el enemigo mayor de la democracia colombiana.