Venezuela es la primera prueba de fuego en América Latina. El robo flagrante de las elecciones, la represión brutal y el apoyo de Rusia, China, Irán, Corea del Norte a estos hechos, para consolidar ese espacio autoritario en la región, muestran la rápida acción de estos países para defender a uno de los suyos.
Es más, el envío de boinas negras y de miembros del antiguo Wagner Group a Venezuela- como lo denunció Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania- para ayudar en la represión y protección del régimen por parte de Cuba y de Rusia, muestran hasta donde llega esta acción, más allá de lo diplomático. Si sumamos a los expertos chinos en falsificación de las actas y lo que Irán ya ha hecho en Venezuela, en especial en la guerra asimétrica, con el entrenamiento del uso de misiles en lanchas rápidas, al estilo de los hutíes, pues vemos cómo hay un terreno de juego totalmente desequilibrado en contra de la libertad y la democracia en la región.
Occidente, obviamente Estados Unidos y Europa en especial, ha reaccionado como lo hace normalmente, con comunicados y condenas al fraude y a la violenta represión. Sin duda esto hay que hacerlo, pero la pregunta es si es suficiente y la respuesta es no. Como tampoco son suficientes las sanciones, si estas no afectan a los familiares y no generan el temor de una expropiación rápida o de una expulsión de la comodidad de las calles de París, Milán, Roma o Madrid.
En el caso de Venezuela, las redes sociales muestran a los hijos, hijas, esposas y otros familiares de los miembros del régimen disfrutando de los billones de dólares robados en el país y viviendo en lujosos apartamentos, con vehículos costosos, en total impunidad. Claro, muchos dicen que ellos no son responsables de lo que sus padres hacen, y en eso estoy de acuerdo. Pero sí disfrutan de lo que sus familiares han expoliado en su patria, familiares que además reprimen, desaparecen y asesinan en su país para mantener ese privilegio, pues lo mínimo es que lo hagan en otros lugares diferentes. Que China, Rusia, Irán y Corea del Norte los reciban.
El ejemplo debe ser claro, pues donde hay libertad, donde hay democracia no se puede aceptar esta hipocresía. Pedirles que se vayan y que no pueden volver es el mínimo que se debe exigir. Quitarle la visa es un procedimiento fácil. Vivir en libertad en esos países es un privilegio que obliga a un mínimo de decoro humanitario, y quienes disfrutan mientras sus padres asesinan o validan el asesinato y la represión no merecen esa tranquilidad.
¿Acaso Jesús Amoroso, hijo de Elvis Amoroso, rector del CNE, millonario por la corrupción y validador de este robo electoral y, por ende, coautor de la violencia que vive Venezuela, debe poder vivir tranquilo en España? Mitchell y Yarazeth Padrino, hijos del asesino y criminal de guerra Vladimir Padrino, ministro de Defensa, o mejor, de Represión y Violencia, deberían gozar del amparo de España para vivir como reyes y gastarse los millones que su padre se robó. Lorena Murga y Sofía Murga, hija y sobrina del represor y asesino comandante general del ejército, general José Antonio Murga Baptista, viven frescas en España mientras su padre reprime a millones de venezolanos. ¿Es eso justo? NO. Hay muchos otros, como Sofía Rivero, en Barcelona, hija del general represor Sergio Rivero; Gerardo Márquez, tranquilo en Estados Unidos mientras su papá es el gobernador de Trujillo, donde avala la violencia, o el hijo de Jorge Rodríguez, asesino del círculo íntimo de Maduro, quien vive en México, y muchos más.
Este tipo de medidas, difíciles, pero necesarias, son apenas unas de las acciones que Occidente tiene que avalar y desarrollar para combatir ese eje autoritario y finalmente mostrar el coste de la represión. En unos países tendrá efecto y en otros no, pero la herramienta es muy útil y manda una señal clara: los países que defienden la libertad se la juegan toda en la defensa de sus valores. Otras políticas requieren más voluntad política y agallas, pues a esa izquierda radical que hoy alaba a Hamas poco le gusta. Sin embargo, son esenciales para equilibrar esa lucha desigual que hoy sufrimos los demócratas del mundo.
Hoy las redes sociales son el epicentro de esta batalla entre autoritarismo y libertad. Los primeros censuran las redes sociales, pues necesitan a sus ciudadanos desinformados, pero Elon Musk, con Starlink, abrió todo un espacio nuevo para diseminar información, que es la gran debilidad de esos países.
Dos estrategias son claves: la primera es generar mecanismos de inundación de señal abierta, sin necesidad de antenas de recepción. El día que en Cuba se puedan comunicar y mostrar lo que allí pasa sin restricciones, esa dictadura cae en un segundo. O en Rusia, mostrar los abusos y la represión sin filtro genera unos costos inmensos para tiranos como Putin. La segunda es revivir algo que funcionó, pero en versión moderna: la voz de América. Esa emisora de radio llegó a los rincones más lejanos del planeta cuando la información era escasa y muy controlada en el mundo comunista.
Hoy el eje autoritario tiene RT o HispanTV (de Irán), con sus respectivas redes sociales. Los chinos con CCTV y Xinhua también tienen un espacio importante en el universo digital de información y manipulación. Si, además, sumamos las gigantescas y múltiples bodegas que pagan, con las que apoyan a sus voceros y a sus socios ideológicos, masificando su mensaje, la tarea de Occidente para neutralizar y combatirlos es de gran calado.
Prohibir esos canales debe ser un primer paso, o generarle un costo a las naciones que no lo hagan. Identificarlos como canales de los gobiernos cada segundo de emisión y de transmisión digital en redes también sirve. Crear una voz de la libertad, que inunde a esos países con información sobre los abusos de sus gobernantes y del sistema, es fundamental. Controlar las bodegas, que no es difícil, debe ser prioridad. Controlar esos mecanismos de manipulación que utiliza el eje y muchos de sus aliados, como Gustavo Petro, debe ser una condición “sine qua non” para el funcionamiento de las redes sociales.
La tarea debe comenzar ya. Con recursos, con inteligencia, con tecnología y sin nimiedades o sin ser pusilánimes. Hay que dejar la vergüenza que muchos tienen para defender la democracia y la libertad y hacerlo de frente y sin temor. Utilizar la combinación de las formas de lucha, que tan bien utiliza el eje autoritario, para generarles incertidumbre y riesgo.
Y quizás, quizás, como lo hizo Ronald Reagan con Nicaragua, pero sin ser una operación encubierta, utilizar a los países vecinos para desestabilizar, algo que ellos ya hacen, como se ve con el apoyo del Eln a Maduro, para pagarle los favores prestados. Venezuela con su apoyo al Eln, a las Farc y los narcos, ya es un epicentro de desestabilización de Colombia a través de grupos armados ilegales. ¿Vamos a responder con comunicados? Ojalá que no, pues como lo dijo alguien en un trino, “a Venezuela no le cabe un comunicado más”.