Mucho ha avanzado la oposición democrática desde que logró su unidad. Superó la represión, las zancadillas del régimen, y lo derrotó en las urnas y en las calles. Ahora, y como corresponde, está enfocada no solo en vencer a una persona sino en derrotar al sistema, a la dictadura, para lo cual debe actuar con la confianza que será el futuro y legitimo gobierno.
Esta semana se ha demostrado que se ha aprendido de errores e insuficiencias del pasado. Como ganadores que vencieron al miedo y aunque el régimen siga en la negación, ha logrado iniciar en los hechos la transición a la democracia, a la venezolana, con características propias, algunas diferentes a lo que ha ocurrido en otras ya clásicas.
Al representar a la mayoría de los venezolanos, lo que ahora corresponde, y sin complejos, es que la negociación le sea forzada a un régimen que no la quiere. Y para tener una transición pacífica, se requiere que los sectores del chavismo que quieren el aislamiento sean derrotados, y se impida que busquen refugio en trincheras y en túneles para continuar su guerra.
De las experiencias pasadas se puede aprender, tanto de los buenos como de los malos ejemplos, de lo que se debe hacer como de lo que hay que evitar. Lo logrado hasta el momento muestra lo aprendido, ya que, por ejemplo, la elección del 2013 les enseñó que había que defender el triunfo en las calles y que se necesitaba mostrarle al mundo que se poseían las pruebas de la derrota chavista, ambos, con todo éxito. Y la posesión de las pruebas no solo sorprendió a Miraflores, sino con toda seguridad también a la inteligencia cubana, lo cual es aún más destacable.
Ahora corresponde continuar mostrando los aprendizajes, ya que, por ejemplo, la del 2018 mostró la importancia del trabajo exterior y sobre todo de la narrativa, ya que en esa oportunidad en la práctica y como ejemplo, tanto el secretario general de la OEA como la UE dijeron que no reconocían la victoria de Maduro, sin embargo, nada pasó y el dictador logró recomponer su poder. Por su parte, la experiencia frustrada con el medio centenar de países que reconocieron a Juan Guaidó como presidente encargado, dejó la lección de que no se puede permitir que la dictadura le imponga la irrelevancia a la alternativa democrática.
Si el aprendizaje de la experiencia del 2013 ha sido un ejemplo, ahora es el momento de demostrar que también se aprendió del 2018 y de lo que le ocurrió a Guaidó. Ambas experiencias deben servir para el objetivo de la hora actual que es imponerle la negociación a un régimen que no la desea, porque sabe que sería otro clavo en el ataúd dictatorial, el principio del fin de su monopolio sobre el poder, ya que el solo hecho de que la oposición sea reconocida como un actor relevante es un triunfo para ella y de ese momento ya no hay retorno represivo para el régimen.
Significa también que, a nivel internacional, la negociación seria un hecho que para China y Rusia augura una nueva etapa, como también obliga a EE. UU. a prestar más atención, lo que no es fácil, al estar la potencia en la recta final de sus muy disputadas elecciones. Sin embargo, esta atención es imprescindible, tanto para asegurar una transición pacífica como para que connotados chavistas que no sean Maduro, Diosdado o el general Padrino vean que una transición negociada es la más razonable alternativa para el país y también para ellos.
Es decir, derrota del régimen, pero también su división, para lo cual es clave interesar a EE. UU. como también actuar como futuro gobierno, abriendo lo antes posible un canal de relación pública con China y Rusia, lo que además aseguraría que tanto el empresariado como los sindicatos entendieran que deben considerar esas propuestas. Esa estrategia también requiere el acercamiento a instituciones estatales como las judiciales y las electorales, para disminuir el apoyo automático que le han entregado a la dictadura, lo que sería otro clavo en el ataúd dictatorial.
En el fondo, el día que el régimen acepte una negociación, la foto de la primera reunión, no importando su nivel, sería un documento histórico de su derrota y los ganadores habrían impuesto exactamente el mismo escenario que si la noche del domingo 28 Maduro les hubiese reconocido ese triunfo. Ello es así, ya que eso hubiese pasado desde el momento que existía tentativamente una situación donde el régimen hubiese podido alargar una negociación hasta el 10 de enero del 2025, fecha límite según normas legales. Por cierto, muy improbable que Venezuela hubiese resistido un plazo tan largo, pero si era posible su ocurrencia.
Hoy, el autogolpe ha atrincherado al régimen, pero Venezuela necesita que también sea aquí derrotado. De hecho, para un desobedecimiento de impacto internacional, la oposición debiera influir en los países cuyos embajadores han sido expulsados, para que en la práctica no acepten que Caracas rompa relaciones, haciendo lo posible para que esa puerta se mantenga abierta. ¿Por qué? Por la sencilla razón que las elecciones fueron ganadas, y, por lo tanto, su primer deber es pensar en que beneficia o perjudica a los venezolanos, y hoy, el exilio es de tal magnitud, que el cierre de las embajadas le crearía enormes problemas a muchos miles de migrantes que necesitan documentos para su actual vida, o para seguir viajando. Por lo demás, aquí figuran algunos países que ya han reconocido como ganador a Edmundo González.
Venezuela no es Albania, por lo que se debe hacer lo posible para que fracase el aislamiento, por lo cual es importante que los países amigos no acepten el rompimiento que quiere imponer Caracas, además que con o sin embajador, mientras haya dictadura siempre será necesario contar con lugares de refugio, y salvo América Latina, en el resto del mundo no abundan quienes reconocen mediante tratado al refugio político. Por último, hay que tener presente que en las definiciones de los gobiernos de América Latina y del propio EE. UU. figura hoy prominentemente el temor a una nueva ola inmigratoria, por lo que el aislamiento ayudaría a la estrategia que pueda tener la dictadura, ya sea directamente o imitando lo que La Habana ha hecho varias veces.
Todo esto configura elementos propiamente venezolanos en esta transición, confirmando que en cada transición hay elementos originales como también semejanzas, lo que se aplica a todas las que se han mencionado como útiles para entender lo que está pasando y lo que viene. En otras palabras, hay que aceptar que seremos testigos de una mezcla, ejemplos útiles, pero también inútiles para lo que se debe hacer como para lo que hay que evitar, por lo que debe predominar la confianza en que desde el domingo 28 se vive una “transición a la venezolana”, empezando por el rol complementario de María Corina y Edmundo González, que no se ha dado de la misma forma en la región o en Europa del Este.
La confianza de los venezolanos en ellos es grande, por lo que clave resulta identificar apropiadamente aquellos temas que interesan a otros países, ya que en esta semana ha habido mayor interés en Venezuela del que muchos esperaban, porque la indiferencia previa había sido demasiada, pero siempre sigue siendo menos que lo que la importancia de Venezuela necesita, ya que con Chávez se inició un retroceso democrático en la región que el triunfo opositor podría revertir. Es así como el petróleo y no solo la presencia de Cuba e Irán importan para EE. UU, mientras que, al no tener intereses permanentes, el tema del pago de las deudas es clave para China y Rusia, mientras que la inmigración irregular masiva importa a América Latina (y a EE. UU.) Insistimos en que, como futuro gobierno, desde ya los vencedores, deben proponerse neutralizar y relativizar apoyos que parecen ser fundamentales para la supervivencia del régimen, tales como los de China y Rusia.
¿Cómo se hace?
De una sola forma, hablando del pago de la(s) deuda(s), partiendo de la base que lo único seguro de ellas es que siempre se pagan, de una u otra forma, aunque sería razonable entender que todavía no conviene hablar de petróleo con ellos, porque eso le interesa a EE. UU. que no lo vería bien, cosa que por lo demás no es ninguna novedad, ya que el petróleo fue el elemento fundamental para las veces que la Casa Blanca negoció y/o redujo sanciones a Maduro (y su testaferro y sus sobrinos), en algo que no dignifica la tradición estadounidense, pero que es una oportuna introducción al realismo que normalmente predomina entre los países.
Lo importante es que nunca se pierda la claridad que el objetivo principal es el fin de la dictadura, que en la realidad actual de Venezuela se produce paralelamente al desafío al régimen, siempre en el contexto de su propia legalidad, la misma que sirvió para derrotarlo en las urnas. En esta nueva etapa, después del triunfo, el eslogan para la oposición debiera ser “actuar como gobierno electo”, sin poder, pero con legitimidad, con la “auctoritas” de los romanos, pero no todavía con la “potestas” que solo vendrá, cuando se pueda tener acceso a cuotas del poder estatal.
Sin embargo, hay muchas cosas que desde ya se pueden hacer, que permitan ser un actor cada día más relevante, dentro y fuera del país.
De partida en el extranjero, ya que como ni Edmundo González (EG) ni María Corina Machado (MCM) pueden viajar debido a que el gobierno les impediría reingresar, si se puede marcar presencia a un triple nivel:
a) viajando, ya que nada impide que, emisarios de los dos, del presidente electo y de la lideresa de la transición, puedan visitar formalmente todas las capitales que se pueda, para ser recibidos por presidentes o primeros ministros, ya sea para agradecer el reconocimiento o pidiéndole a aquellos países que no lo han hecho, que no solo reconozcan la victoria, sino también a los ganadores como el nuevo gobierno, sumándose a EE. UU, Panamá, Perú, Ecuador, Costa Rica, Argentina y Uruguay. Esto se puede y se debe hacer, ya que facilitaría la negociación, a lo que ayudaría también ser recibidos en Moscú y Beijing.
b) EE. UU. es imprescindible, y la tarea es superar una situación donde las elecciones de noviembre copan de tal manera esa atención, que incluso el interés en las guerras de Ucrania y Gaza se mantiene solo en la medida que beneficie o perjudique el objetivo electoral, lo que explica el hecho que hoy Washington está renuente a adquirir nuevos compromisos, por lo que se requerirá mucha habilidad política para que Venezuela tenga presencia. Sin duda ayudaría que se logre presentar al caso venezolano como algo que beneficia las posibilidades electorales de demócratas como también de republicanos.
c) Para que se pueda abrir un forado en la muralla que se está autoconstruyendo más bien artesanalmente el régimen, muy relevante sería que la nomenklatura chavista entendiera que ahora se vive una nueva etapa, y para ese propósito ayudaría que la oposición lograra establecer una relación pública con China y con Rusia. En el contexto que son los ganadores que se preparan para ser gobierno, Moscú y Beijing se adaptarán con mayor facilidad a la nueva realidad, si escuchan lo que quieren oír, que se les va a pagar y que estas reuniones originan una conversación, que una vez que sean gobierno serian negociaciones, con su propio calendario.
Sin embargo, estoy convencido que antes de hablar de petróleo con ellos, el futuro gobierno necesita hacerlo con EE. UU. ya que hoy el combustible adquiere para ellos tanta importancia como la democracia, tal como lo demostró el post Barbados. Y eso debe hacerse formalmente, ojalá en la Casa Blanca y con publicidad. Además, las características de una sociedad de mercado permiten hacerlo simultáneamente, tanto con la dirigencia política, gobierno y Congreso, como también con empresas privadas.
Al respecto, a nadie le extrañaría que en búsqueda de inversión los futuros encargados económicos y del petróleo hagan lo que el chavismo no puede hacer o si lo intenta no se le cree, una especie de “Venezuela Day”, tanto en la Bolsa de Nueva York como paralelamente quizás en Houston, organizando allí una gran conferencia abierta a los inversionistas interesados, donde los expertos del futuro gobierno exponen los planes que tienen en mente. Por sus características, no solo participarían estadounidenses, sino de cualquier parte, incluyendo a las empresas interesadas rusas y chinas, oportunidad donde se pudiese hablar de petróleo con ellos, sin que nadie se sorprenda. Además, le sirve a la oposición, para que Occidente se interese más de lo que lo ha hecho.
Una actividad de este tipo despertaría gran interés, no solo en el extranjero sino también dentro de Venezuela, ya que se podría hablar de cifras que podrían complementar las ideas para que Venezuela vuelva a ser una potencia petrolera, como lo fue tanto tiempo en democracia.
La verdad es que la solidaridad internacional ha sido menos de lo que se esperaba antes de la elección, pero no hay duda de que la estupidez del régimen con su especie de autogolpe ha ayudado a que el interés se recupere. El régimen se ha atrincherado confiando no solo en Cuba, Irán, China y Rusia sino también en su característica distintiva, la de ser un verdadero cartel de la delincuencia organizada, no solo en drogas sino también en la explotación ilegal del oro y similares.
La tarea de la oposición es sacarlo de las trincheras y los túneles en que se ha refugiado y es en el propio beneficio opositor, ya que no le conviene que la guerra de movimientos donde está demostrando mayor agilidad que el chavismo (y Cuba, a no olvidarlo) se transforme en una guerra de desgaste que perjudica a la oposición y que beneficia al apoyo transnacional que la delincuencia organizada le brinda a Caracas.
Por lo tanto, en términos bélicos, más que desgastarse en posiciones fijas, la oposición debe buscar inundar trincheras y túneles chavistas, lo que también se consigue con una estrategia de movimiento que busque reducir los apoyos que aliados nacionales e internacionales le brindan al chavismo. Ello es especialmente relevante en el caso de instituciones del Estado como fuerzas armadas y policiales, poder judicial o electoral, para que capten el mensaje que tan bien entendieron los venezolanos el 28 de julio, que Maduro es un tema del pasado y que lo mas conveniente para todos es negociar una transición pacífica, donde EE.UU puede colaborar con una salida a la dictadura actual, actuando si así se lo pide, como garante de los acuerdos.
En eso es casi insustituible, ya que pueden colaborar tanto para ofrecer una salida a sectores chavistas que no sean los autores del desastre como también pueden ayudar a mostrarle la puerta a todos ellos, dependiendo como vaya la negociación. Para ello, se necesita primero una negociación, ya que de otra manera no va a haber una participación formal de EE. UU. a través de funcionarios permanentes del Departamento de Estado, y tal como se ha dicho, el interés de los mandantes políticos va a estar en sus elecciones y no en Caracas.
Sea un camino u otro, después de Barbados, es de esperar que hayan aprendido la lección que tanto le costó entender a los venezolanos, que el chavismo, fuera el producto original o Maduro, simplemente no cumple los compromisos que adquiere. Las transiciones son el reino de la política, y de estirar el ámbito de lo posible, afirmaciones que se van a poner a prueba, dependiendo de si se logra impone una negociación, que permita ponerle fin en forma pacifica a tan prolongada dictadura.