Lo peor es la violación de los derechos humanos en Venezuela y el silencio de tantos

Algunos países amigos saben que el “baño de sangre” que amenazó el tirano es una consecuencia inevitable de su perpetuación violenta y están dispuestos a consumarlo, cueste lo que cueste

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Un agente de policía lanza gases lacrimógenos contra manifestantes que protestan por los resultados electorales que declararon a Nicolas Maduro vencedor en las elecciones presidenciales de Venezuela (AP Foto/Matías Delacroix)
Un agente de policía lanza gases lacrimógenos contra manifestantes que protestan por los resultados electorales que declararon a Nicolas Maduro vencedor en las elecciones presidenciales de Venezuela (AP Foto/Matías Delacroix)

Si algo comprendimos en el siglo pasado es que las dictaduras aprenden el camino de la perpetuación en el poder. El día que lo alcanzan, por el mecanismo que sea: revolución o camino electoral, luego lo que hacen es montar un aparato criminal que instala el miedo, la intimidación y la violencia permanente. Llama la atención que tanta gente que se llena la boca con los derechos humanos en el planeta, estos derechos humanos que son aniquilados en Venezuela no les resulten relevantes como para levantar la voz. Penoso comportamiento asimétrico y lindante con el cinismo.

Eso ha sido el modelo venezolano que el mundo mira con horror: una máquina perfecta de intimidar, perseguir y dañar, desde el Helicoide, pasando por las motos violentas y sus bárbaros en las calles. Nada que no se vea porque la impunidad con la que operan la realizan a cara descubierta y sin vergüenza alguna.

Las persecuciones que se le hacen a los ciudadanos que se manifiestan afines a Edmundo González Urrutia es violatoria de todo respeto mínimo por los derechos humanos. Esa gente sale a las calles a jugarse la vida y el régimen los mata. Sin vueltas. Un dislate descomunal.

Resulta penoso ver con nostalgia a la que fuera diputada María Corina Machado (mujer que tantas mujeres de avanzada no miran por razones ideológicas) cuando hace algunos años enfrentaba a Hugo Chávez en una asamblea parlamentaria al reclamarle públicamente las falencias que ya tenía el régimen. Hoy, al ver la tragedia del presente donde cada vez hay más muertos, víctimas y afectaciones a los derechos humanos todo resulta mucho peor. La tragedia adquiere ribetes infernales. Dante Alighieri no podría haber imaginado un infierno de semejante desmesura.

Esta Venezuela terrible de hoy es la que todo lo ominoso y pérfido se hace carne en sus déspotas, ganando tiempo y horas. Buscando además dividir infantilmente a quienes fueron convalidados por la ciudadanía. Maniobras burdas y menores.

La muerte, penosamente, anda por allí como una presencia más y pocos llevan el computo de las víctimas que caen. El horror se hace carne y nadie ya piensa demasiado en estos mártires que algún día alguien recordará en el futuro. Ya van más de 19 muertos y esto no se detiene. ¡Vaya uno a saber si mientras escribo ésto la cifra no aumenta! Porque el régimen persigue, intimida y atemoriza. ¿No lo vemos todos eso?

Maduro había amenazado con un "baño de sangre" en Venezuela (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)
Maduro había amenazado con un "baño de sangre" en Venezuela (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

El presente, además, es un escenario donde el acting es permanente. Las conferencias de prensa (como la de ayer de más de dos horas y media del tirano y sus cómplices) amañadas, con videos, pantallas, escenificaciones, actores de gobierno que se reparten la narrativa es todo hija de un modelo comunicacional que conocemos a las mil maravillas. Ellos saben que están en una movida donde tienen poco margen, o nulo. Saben que lo que les quiere ofrecer algunos países “amigos” no se condice con sus apetencias reales. Saben que el “baño de sangre” que amenazó el tirano es una consecuencia inevitable de su perpetuación violenta y están dispuestos a consumarlo, cueste lo que cueste. Es un camino unidireccional. Y, ahora, con países por fuera de la región que deberían causar estupor por su anclaje en territorio venezolano de manera aún más intensa. No lo ve el que no lo quiere ver.

Mientras tanto, en la comunidad internacional hay algunos que creen que Venezuela es el territorio que les permite canibalizar el drama y desde allí montan sus narrativas épicas. Otros, más sutiles, pretenden el camino de la incidencia “dialoguista” como si fuera posible conversar con un tirano que solo pretende seguir en su bucle alienante convencido que ese es su destino. Y están los bien intencionados que poseen pocos recursos dialécticos y poca capacidad de incidencia. Con franqueza, ninguno de todos ellos parecen encontrar el camino para ayudar efectivamente a Venezuela. Ojalá se encuentra la filtración en la pared, ojalá la ciudadanía logre su destino sin víctimas, ojalá, solo ojalá. Y ojalá la comunidad internacional unifique su visión, solo así hará punzante su voz, si hay diversas visiones, gana el que así lo desea.

El tirano ha logrado pasar otros momentos parecidos a estos, su negocio es ganar tiempo y cada día que suma, es una victoria bélica que festeja con su nomenclatura.

El pueblo de Venezuela necesita ser arropado por los que creen en los derechos humanos, en la democracia y en el respeto por la vida.

No deberían estar sin compañía mayoritaria en estas horas infernales.

La historia recuerda todo, todo.

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